Con la Venia

Los hijos y todo lo demás. Por Yolanda Vallejo

Yo no he sido nunca hija predilecta, ni siquiera en mi casa. No es que tenga un trauma, pero tal vez de ahí me venga el rechazo –quizá, quién sabe, si también un poco de resentimiento- por todos los títulos, honores y privilegios que se otorgan a las personas en el nombre de sus supuestos méritos. Me da igual que sea una calle, un reconocimiento de paternidad o una placa, porque cuando se dan estos tipos de homenajes es, salvo contadas excepciones, porque uno está muerto, o ya está pidiendo pista, y me acuerdo, entonces, tanto de nuestro querido Fernando

 Quiñones, que ante la más mínima sospecha de un agasajo, repetía aquello de "homenajes tenemos, cirios veremos". También por eso me producen grima. No me gustan los reconocimientos con olor a incienso o a mirra, por eso tampoco me gustan los nombramientos de hijos predilectos, o adoptivos o como sea; y lo digo así porque estoy segura de que no corro el riesgo de que me nombren nada, ni siquiera en mi casa.

Así que me parece una idea acertada la propuesta de nuestro alcalde de retirar los títulos de hijos predilectos o adoptivos a ciertos personajes "históricos" –yo ya le quitaría también lo de históricos-, como Pemán, Carranza, Carrero Blanco, el General Varela, Valcárcel o López-Pinto. Ya le digo, aplaudo la idea que el equipo de Gobierno va a llevar al Pleno municipal –se celebre cuando se celebre-, sobre todo, porque no hay ninguno de los homenajeados que pueda volver del otro mundo a reclamar su parte de herencia, es decir, que lo mismo da que se les reconozca como que no, porque están muertos y muy muertos, además. Y como en el fondo –y a veces en la superficie- soy bastante "killer", aprovecharía para eliminar, de paso, todos los títulos de hijos predilectos y adoptivos que se han otorgado durante estos años, porque si algo demuestra el tiempo es que nadie está libre de pecado y más vale no tirar piedras contra nuestro propio tejado, porque el pasado vuelve siempre, y siempre vuelve para vengarse. No creo –y lo digo en serio- que a nadie le de de comer o le pague la luz y el agua, o le haga más feliz, tener un título de hijo de alguien que no sea su madre; y al final esto es como todo, hasta en las mejores familias terminan tirándose los trapos sucios a la cara y hasta el viento se les vuelve en contra.

Los muertos, como decía García Márquez, deberían morirse con sus cosas, para que nos les pase como a la pobre Rocío Jurado –que también es hija nuestra, y también la reconocieron porque se estaba muriendo- cuyas cosas están dando vueltas por ahí, metidas en dieciocho contendedores, después de que nadie les prestara atención durante más de quince años. Verá. A estas alturas, revocar el nombramiento de Hijo Adoptivo a Fernández Ladreda o Girón de Velasco, tiene más de épica poética que de efectividad práctica. Primero, porque somos muchos los que nos hemos enterado ahora de que estos dos siniestros personajes eran hermanos nuestros y segundo, porque somos muchos los que consideramos un tanto artificial lo de prender mecha a tanta estopa, y hacer señales de humo de donde ni siquiera hay fuego. Y no, no me venga ahora a decir que soy lo peor y que no creo en la Ley de la Memoria Democrática y que todos ustedes van a dormir mejor cuando Pemán no sea Hijo Predilecto de la ciudad. 

Lo importante no suele ser siempre lo más urgente, ya lo sabe. Pero hay momentos en los que conviene no pisar el acelerador para no pasarse tres pueblos y dejar atrás lo que realmente importa. Importa el contrato de limpieza, importa el de transporte público, importa el estado de los jardines de la ciudad, el mantenimiento de las calles, el alumbrado –no, no solo el extra-ordinario de Navidad-, la presencia policial, el empleo, la vivienda, el comercio, ya sabe, cosas que afectan –y preocupan- a la gente mucho más que si Queipo de Llano o José León de Carranza figuran en nuestro libro de familia municipal. 

Es muy cansino todo, qué quiere que le diga. Y es todo tan emocional que es muy difícil mantener una postura lógica ante esta manera de plantear el gobierno de la ciudad. No siempre las cosas son o conmigo o contra mí, porque ¿Quién querría tener a Franco como Hijo Adoptivo de un municipio? ¿Quién, a estas alturas, duda de la ilegitimidad del golpe de Estado de 1936? ¿Quién no querría que sus muertos descansaran dignamente y para siempre? No se trata de tener razón gritando más fuerte, ni enfrentando continuamente a la gente. Que es muy antiguo lo del blanco y el negro, y que hay grises. Grises que ya no son los guardias delante de los que ahora dicen que corrían los nostálgicos –por llamarlos de algún modo.

Me gustaría, de verdad, que los que gobiernan esta ciudad se dieran cuenta de quienes son realmente sus hijos –y sus hijas-, por quienes tienen que partirse la cara y a quienes tienen que cuidar, que no hicieran distinciones entre ellos, que aceptaran las discrepancias y que intentaran, como hacen los padres y las madres, limar las diferencias y no echar más leña al fuego. 

Pero me parece que eso es mucho pedir.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios