Con la Venia

Lo guarros que somos. Por Yolanda Vallejo

  • A lo tonto, ha llegado el verano de la normalidad. Nadie ha venido a decirlo, ni a cantarlo como cuando llegó el Carnaval -los carnavales- de la normalidad, ni a darnos abrazos como cuando asistimos a la Semana Santa del reencuentro. El verano ha venido, y nadie sabe como ha sido.

  • Tal vez, porque después de dos años con mascarillas y con restricciones horarias y medidas de distanciamiento social, -¿a que no se acordaba usted de los vigilantes de la playa que le reñían porque estaba muy pegado al familión de detrás?- lo que menos importaba era la fanfarria anunciando el inicio de la estación veraniega, que decían los cursis de antes.

  • A lo tonto, el viernes comenzó la temporada alta de playas, la programación cultural -no quiero criticarla, no quiero criticarla, que diría Selu- sigue el curso normal de los acontecimientos, el ocio nocturno ni está ni se le espera, como viene siendo habitual, y la ciudad se rinde a las terrazas de poniente ajena a los contagios, y a los turistas, porque según Horeca -siempre me ha encantado su precisión estadística- la previsión es que en la primera quincena de julio se alcance el 82,33% de ocupación hotelera, y en la segunda el 85,68 por ciento, igualándose a los felices tiempos prepandémicos. 

  • Pero este es el verano de la normalidad, no lo olvide. Tan normal que nos ha pillado a todos casi por sorpresa, y obligándonos a improvisar enjaretando los planes. Ya ve, nuestro Ayuntamiento ha esperado hasta el 30 de junio para acometer los trabajos de limpieza intensiva en los bajos del Balneario de la Palma, y también ha anunciado a bombo y platillo un plan especial de limpieza «coincidiendo con el inicio del verano»y en respuesta a las numerosas críticas por el estado que presenta actualmente nuestra ciudad. Pues muy bien. No hay nada como hacer examen de conciencia para encontrar excusas porque, aunque la concejala de Medio Ambiente asegura que la hostelería «nos ha felicitado por cómo lucía la ciudad en el Carnaval, que amanecía tan limpia y aseada», hay que reconocer que no siempre es Carnaval ni la ciudad amanece escamondada todos los días.

  • Y no, no crea que caeré en la tentación de hablar de ratas, mugre y mal olor, ni de cucarachas, contenedores asquerosos y empercochamientos varios, como ha ha hecho la oposición en bloque. Y no caeré en esa tentación porque usted tiene ojos, igual que yo, y porque si vive en el centro sabrá que los bidones de basura -que guardamos estoicamente en las casapuertas y que tenemos que salir a buscar cada mañana porque el camión de la basura los pone donde puede o donde quiere- hace años que no se limpian, y cuando digo años, estoy diciendo años. No está bien hacer leña del árbol cuando se está cayendo, pero tampoco se puede hacer la vista gorda cuando el propio equipo de gobierno ha reconocido que «la maquinaria de limpieza está muy antigua». Y no solo.

  • Soy muy de balcón y muchas mañanas me entretengo en mirar cómo los operarios de la limpieza hacen como que limpian la calle. Barren, o eso parece, y van dejando detrás colillas, vasos -sobre todo los fines de semana-, papeles... el camión de baldeo, cuando pasa, echa agua -poco jabón he visto, la verdad- y hace, sobre todo, ruido. Mucho ruido. La maquinaria estará antigua, no lo dudo, pero la ciudad está sucia. Y eso no es una opinión, sino una evidencia. Si a eso le añadimos lo puercos que somos los vecinos -y las vecinas- se produce la tormenta perfecta. En mi entretenimiento balconero he podido comprobar que los dueños de los perros, provistos de todo tipo de recipientes jabonosos, o no, echan un chorro de lo que llevan en la botella, la mayor parte de las veces al tuntún, pero cuando recogen los excrementos con una bolsa -he de reconocer que me encanta ver la lucha de muchos contra su propio estómago- no les da por echarle un agüita al sitio, sino que dejan los restos entre los adoquines y se quedan tan tranquilos después de depositar la bolsita en la primera papelera que encuentran, a veces junto a la ventana de un piso bajo. Y no son solo los perros y sus dueños. La gente, cuando viene de la Punta lo hace con tal incontinencia urinaria, que lo mismo le da una casapuerta que un escaparate o el mismo centro de la calle -mi perspectiva, a veces, es muy interesante. Lo peor es que, casi siempre, pasa primero el camión de los baldeos y después llegan los incontinentes, con lo que el estado de la calle siempre deja bastante que desear. 

  • Así que el hambre y las ganas de comer se han unido en esta cruzada. Me parece muy bien que el Ayuntamiento refuerce los servicios generales de limpieza en toda la ciudad del 1 de julio al 31 de agosto; bien podría hacerlo durante todo el año, pero bueno. Me parece muy bien que se renueven los contenedores, que se amplíe la plantilla y que se laven las papeleras. Pero me parecería aún mejor si se tomasen medidas contra quienes atentan contra la limpieza de la ciudad. 

  • Y es que a lo tonto, ya llegó el verano -no se preocupe, no voy a cantarle lo de la fruta y lo del que no se agache- y se pasan más horas en la calle, y la gente trasnocha, y se saca la basura más tarde y la población de la ciudad aumenta considerablemente y, como es natural, se necesita un refuerzo en la limpieza, haya pliego o no lo haya. Que no es por criticar -bien lo sabe Dios- pero que en esto, también, llega tarde el Ayuntamiento.