Reyes Magos
Mascarinazis. Por Fernando Santiago
En el mes de abril del año pasado, cuando el Gobierno había dejado abiertos los estancos y cerradas las librerías, quise dejar en el quiosco donde compro los periódicos 20 libros de reciente adquisición para aquellos que necesitaban lectura y no sabían o no querían comprar en Amazon. Una jauría se me tiró encima: que si en el papel el virus permanece tantos días, que era un riesgo, que qué inconsciencia por mi parte y otros comentarios por el estilo. Al final resulta que el virus no se transmite por contacto sino por el aire, nadie se excusó, la sociedad sigue hidroalcoholizada cuando se sabe que no es necesario estar todo el día frotándose con gel . En aquella época se nos decía que la mascarilla no era necesaria e incluso que era contraproducente, pasados los meses se convirtió en obligatoria , incluso se dijo que las llamadas “mascarillas quirúrgicas” no eran igual de eficientes que otras de mayor espesor . Los enteraos de siempre y los neoenteraos pasaron de saber cuándo duraba el virus en el plástico o el metal a ser expertos en mascarillas , ahora saben como nadie las marcas y efectos de cada una de las vacunas. Es la misma gente que te diagnostican cualquier enfermedad o que son capaces de formar la alineación del Cádiz mejor que Álvaro Cervera. Cada vez que alguien se vacuna te preguntan con qué marca, si tal es “la chunga”, que a mi yerno le dio reacción . Otro personaje que hemos padecido como una plaga fue el chivato de balcón. Hace un año había una pléyade de ciudadanos que delataban a quienes no cumplían aforos, horarios y normas, incluso iban a sacar una chirigota. Ahora tenemos a los mascarinazis, los que recriminan a todo aquel que no la lleva puesta , que la lleva mal colocada, que fuma por la calle o cualquier inconveniencia bajo su eminente sabiduría, Oh Kalikatres. Si vas por la calle sin mascarilla te recriminan uno de cada cinco, no es una frase fruto de la observación estadística estilo Tezanos.Sii vas por la Punta de San Felipe, a 15 metros te cruzas con un viandante y te has olvidado del cubrebocas, te lanzarán una mirada luciferina o te dirán cualquier improperio., eso que de aquí a nada van a retirar la obligatoriedad de las mascarillas en espacios públicos para los vacunados. Yo, sin ir más lejos, le veía como única utilidad a las mascarillas la excusa maravillosa para no tener que saludar: entre que soy miope y vagamente antisocial, que cantaba Krahe, tenía una explicación , devolvía el saludo sin saber quién me decía un buenos días. Otra ventaja era no tener que dar dos besos a las damas o un abrazo a los colegas, la distancia social nos venía perfecto a los siesos profesionales. Esperemos que tan buena costumbre no se pierda. Fernando Santiago
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