Reyes Magos
Mario Chiesa por Enric González
PERMÍTANME el escepticismo. La Italia de los años 80 solía ser considerada el colmo de la corrupción en Europa. La operación Mani Pulite (Manos Limpias) contra la delincuencia política, iniciada en 1992, acabó con los partidos tradicionales y, de hecho, con la Primera República italiana. El primer ministro, el socialista Bettino Craxi, tuvo que huir a Túnez, donde murió poco después. En aquel sistema podrido había gente que no soportó el dolor de conciencia. Sergio Moroni, diputado socialista y consejero regional de Lombardía, se suicidó con una escopeta el 22 de septiembre de 1992. Dejó una nota en la que confesaba sus delitos y pedía perdón. El 2 de noviembre de 1992, Vincenzo Balzamo, tesorero del Partido Socialista, murió de un infarto. Según su familia, le mataron la angustia y la vergüenza. Pero también había gente de gran resistencia a las adversidades judiciales. Como Mario Chiesa, un político lombardo, también socialista, al que detuvieron con un maletín de dinero el 17 de febrero de 1992. La crisis del sistema comenzó ese día. Chiesa, de melena canosa y trajes bien cortados, era el encargado de recoger y contabilizar en secreto las «donaciones» de empresas. El secretario general y presidente del Gobierno, Bettino Craxi, le llamó «bandolero aislado» y «manzana podrida en un cesto de fruta sana». Chiesa no confesó hasta que se descubrió e inmovilizó la fortuna que había ocultado en Suiza, a nombre de su secretaria. Chiesa se benefició, gracias a sus declaraciones ante la policía, de unas ventajas excepcionales: condenado a cinco años y cuatro meses de cárcel, sólo cumplió 45 días; el resto se conmutó por «servicios sociales». Pese a personificar la miseria moral de aquella banda de ladrones (se hacía pasar por insolvente para regatear la pensión a su ex mujer y a su hijo), llegó a convertirse en una celebridad. Ocupó cientos de portadas. El maletín en el que transportaba la pasta se convirtió en un símbolo, y en 2005 fue subastado por 5.000 euros con fines benéficos. En 1994, como se sabe, irrumpió en la política italiana el gran timonel de la regeneración y la moralidad: Silvio Berlusconi, socio de Craxi. Y a Mario Chiesa se le fue perdiendo la pista. Hasta que, el 31 de marzo de 2009, le detuvieron de nuevo por un asunto de corrupción en el servicio milanés de recogida de basuras. Gracias a un indulto, no fue a la cárcel. Militaba en la coalición de Berlusconi. Permítanme, insisto, el escepticismo.
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