Libro de Mercedes Formica

24 de junio 2014 - 07:32

La gaditana Mercedes Formica, por su parte, de la que ahora se reeditan de forma conjunta sus dos libros autobiográficos con el título de Memorias (1931-1947), fue la primera mujer que durante la dictadura de Franco también intentó cambiar las leyes machistas. Todo cuanto se había legislado en la República sobre la emancipación femenina desapareció con el nacionalcatolicismo. El Código Civil seguía favoreciendo a ciegas al marido, cabeza de familia y titular del hogar familiar. Si el Código Penal vigente en la Restauración todavía amparaba (artículo 438) el derecho del marido y de los padres a matar o mutilar a sus esposas e hijas sorprendidas en flagrante adulterio, el que lo estaba en los años 50 no reconocía el domicilio familiar más que como “la casa del marido”, circunstancia que, en caso de separación, impedía que la mujer disfrutara del domicilio donde habían vivido ambos cónyuges. Carmen de Burgos escribió una oportuna novela en 1921, El artículo 438, para denunciar esa ignominiosa disposición, y Mercedes Formica, treinta años más tarde, pidió desde las páginas del diario “Abc” que en los textos jurídicos en lugar de “casa del marido” apareciera “domicilio conyugal”, y así disminuir el poder absoluto del marido y evitar que, en caso de separación, la mujer fuese depositada en casa de sus padres o en un convento. El volumen que acaba de reeditarse recoge sus recuerdos y vivencias entre 1931 y 1947; recuerdos y vivencias de una “señora bien” y de derechas. Una “señora bien” amiga de Ignacio Sánchez Mejías, conocida de Jorge Guillén, Miguel Hernández y Lorca, esposa finalmente del poeta sevillano Eduardo Llosent y Marañón. Mercedes Formica inició en 1931 la licenciatura en Derecho en Sevilla, y llegó a finalizarla en Madrid en 1948, convirtiéndose entonces en una de las tres únicas mujeres juristas que ejercían en la capital de España. Pensó opositar al cuerpo diplomático, pero entre los requisitos figuraba ser varón, cosa que la decidió a dar la batalla por la emancipación de la mujer. Su cercanía y amistad con José Antonio Primo de Rivera le permitió aproximarse a Franco. Del dictador no tuvo una opinión muy alta, ni lo creyó nunca verdaderamente interesado en salvar la vida del fundador de la Falange, pero sí consiguió que Franco –hijo él mismo de padres separados– escuchara sus pretensiones. Las Cortes Españolas, por fin, aprobaron el 24 de abril de 1958 la reforma de 66 artículos del Código Civil y mitigaron con ello el menesteroso estatus de las mujeres. Las Memorias de Formica desautorizan la tesis de las dos Españas, el argumento de que la guerra la hizo –en palabras de Pío Baroja– una “turba tradicionalista” contra la “plebe socialista”. Hubo una muchedumbre de todas las ideologías que no quería la guerra, y además pensaba que desde el punto de vista de la libertad, tanto daba el fascismo como el marxismo, la tiranía conservadora como la tiranía revolucionaria. Escritores como Manuel Chaves Nogales, Juan Ramón Jiménez, Clara Campoamor o Salvador de Madariaga representaron junto a Mercedes Formica e Isabel Oyarzábal Smith una Tercera España deshecha y perdedora, incómoda para cualquiera de los bandos contendientes. La vida que sale retratada en los artículos de Oyarzábal y en los apuntes autobiográficos de Formica es mucho más compleja que cualquier adscripción ideológica rotunda. A su modo y en su estilo, Mercedes Formica e Isabel Oyarzábal confirman la validez de ese excepcional aserto de Ortega y Gasset, escrito durante la primavera de 1937 e incluido en el “Prólogo para franceses” de La rebelión de las masas: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”.

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