Reyes Magos
Carbón para todos. L.M. Fuentes en El Mundo
LOS REYES Magos parecen piedades rodantes con sonajero. Ante la tragedia del ciudadano, de la política y del dinero, sólo tienen para darnos un desmayo con plisados, miga de barba y pelusa de guante. Un poco como Rajoy, un poco como Susana. Los Reyes nunca han sido justicia ni esperanza, porque se limitan a distraer con merceros y majorettes sagrados mientras son la miseria o la opulencia verdaderas las que van dejándoles a los chiquillos armónicas de ratón o bicicletas como barcos de vapor. Al final no hay magia, ni corro de niños dioses, ni señores con una majestad de babuchas, que puedan sacar de donde no hay. Los Reyes Magos ponen lazo a las tiriteras y perlas a los ricos, ya ven qué hazaña. De igual manera, el sufrimiento de los débiles y el perfume de los poderosos no se han ido con la costurería macroeconómica de Rajoy ni con las batamantas sentimentales de Susana. Los Reyes Magos, que caminan pisándose sus mentiras, son los primeros que merecerían su propio carbón. Como los políticos, que hacen lo mismo. Pero ni siquiera es necesario que el carbón lo reparta un criado vestido de Aladino o de Don Mendo. El carbón parece crecer él solo en las manos y los bolsillos, igual que hebras. Lo que pasa es que unos se lo tienen que comer y otros lo venden. España distribuye el carbón como castigo, material o desayuno sin que hagan falta seres con superpoderes. Se condensa a partir de la misma naturaleza de la política, la ambición o la inocencia. Aquí en Andalucía siempre hemos sido un poco cisqueros; cisqueros de comparsa de carnaval, concretamente, vendiendo la propia desgracia como calor y caramelo, y hasta Canal Sur ha aprovechado eso. Pero ya que los Reyes no traen palmeras, regalos ni escarmientos de verdad, a veces entran ganas de repartir un carbón realmente justiciero, pedagógico o radiactivo. Habría que poner carbón a la partitocracia corrupta y mediocre, al poder económico que se encama con ella, a la demagogia maternal o revolucionaria, a las derechas sin corazón y a las izquierdas sin cerebro, a los vendidos y a los comprados, a los lacayos y a los gorilas, a los pillos y a los ciegos, a los ortodoxos y a los fanáticos, a los ciudadanos que consienten, a los contentos en la miseria, a los que creen que la pureza tiene que expulsar a la inteligencia, a los que renunciaron al anhelo del bien y de la belleza, a los que piensan que cualquier mendrugo vale la pena, a los que sólo se reconocen en la tribu, a los que conciben la democracia como un aplastamiento, a los mentirosos y los ignorantes y los cobardes que se gustan, a los que ya se rindieron y a los que buscan una oportunidad para rendirse. Carbón para todos, hasta para el sentencioso que pide carbón para los demás, como si no tuviera faltas ni perezas, como si fuera la única virgen de Venecia. Los Reyes Magos parecen venir sentados en letrinas de verbena municipal, frente a cascadas de fideos, y traer sólo agujeros para nuestros calcetines. Hasta el carbón parece un lujo. Como el silencio.
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