Cómics

Floreciendo

  • Tras el telón de aquel local, los ávidos espectadores esperaban disfrutar de la nueva sensación de Paris

Detalle de la portada.

Detalle de la portada.

Erase una vez un lugar, un auténtico vergel poblado por las más bellas flores de aquella famosa urbe, la ciudad de la luz, que noche tras noche regalaban a su público lo mejor de ellas mismas. Sus cuerpos danzaban, ejecutando maravillosas coreografías que acompañaban con la visión de sus bellos cuerpos.

No eran muchos, una auténtica élite, los que conocían la existencia de El Jardín, que era el nombre de este oasis de arte, que bajo la atenta mirada de su dueña, Lirio, había cautivado para siempre a todos y todas aquellas que habían cruzado su umbral…

Pero llegó el momento, crucial, para que la más pequeña de las flores que allí vivían, cruzara ese umbral, al otro lado del telón, en el escenario iluminado por los focos. El miedo le atenazaba, mirando de reojo a través del grueso tejido que le separaba de la realidad, más sus compañeras, amigas que le habían criado junto a su madre, sirvieron como último empujón con sus comentarios de apoyo y amor.

Su nombre era Rosa.

Y desde el momento que empezó a danzar, las voces callaron, la música lo ocupó todo, y los ojos de los espectadores tan solo tuvieron un lugar al que mirar.

La duda se desvaneció, como si nunca hubiera existido, enmudecida por los aplausos y vítores del enardecido público, que hizo que aquella maravilla de ser comprobara que sí, que ese era su mundo. Las tablas de El Jardín.

Girasol, Jacinto, Amapola, Violeta, Margarita, Jazmín y Campanilla la estuvieron observando, expectantes, con cierto miedo pero expectantes, sabedoras a fin de cuentas que el hijo de Lirio había encontrado su camino, y por ello todas acudieron para abrazarle.

Y así, día tras día de actuación, la leyenda de este chico que representaba las mejores cualidades femeninas, creció. Sus admiradores regresaban una y otra vez al local, pero de entre todos ellos, uno era el que, con timidez, se colocaba en la primera fila y con una inquebrantable cabezonería, trataba de conocer en persona a Rosa, cuya mera existencia había cambiado el rumbo de su vida.

Pronto, muy pronto, a través del medio escrito, la existencia de esta rara flor, se haría aún más pública si cabe.

Rosa, que casi nunca había conocido el mundo real, deberá atravesar las puertas del Jardín y abrirse al mundo, un lugar casi desconocido para él hasta el momento, en el que va a compartir momentos únicos con el que será su mejor amigo, viajará al campo, padecerá un temor aún desconocido para él… Vivirá, plenamente, y tomará decisiones que cambiarán su vida y las de sus más próximos.

Gaëller Geniller, la autora de este cómic, ha creado una obra que exuda sensibilidad por sus cuatro costados, apelando a la libertad de elección, de querer mostrarnos como realmente somos, y que la diferencia debe ser aceptada como tal, sin que esto suponga un cortapisas a la hora de relacionarnos, crear vínculos y nuevas amistades.

Pero el argumento no se queda solo en eso, sino que con un rico plantel de personajes secundarios, la autora sabe dar a cada uno su momento, desvelando secretos largamente ocultos en algunos casos, como el de Lirio, la madre del protagonista.

Proveniente del mundo de la animación, Geniller dota a sus personajes de una expresividad única, desde los gestos más sutiles hasta los bellos momentos en los que Rosa, su protagonista, ejecuta una bella coreografía, todo ellos salpicado por una bella paleta de colores.

¿Y qué decir de los escenarios? Una maravilla art decó llevada a las viñetas con arte y sensibilidad, que nos introduce, nos lleva de la mano a esta época en la que ciertos convencionalismos eran superados.

Una auténtica maravilla.

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