Un blanco fácil | Crítica

La buena víctima

Isabelle Huppert, protagonista de este filme basado en hechos reales.

Isabelle Huppert, protagonista de este filme basado en hechos reales.

Para aquellos que no estén al tanto del caso real en el que se inspira, que supongo somos la mayoría fuera de Francia, un caso de acoso y derribo de una sindicalista de una multinacional del sector de la energía nuclear que denunció su plan de desmantelamiento y venta a otra empresa china, Un blanco fácil ofrece dos películas en una: la primera camina por el sendero del thriller corporativo sobre la denuncia de esas prácticas empresariales y el mundo sin escrúpulos eminentemente masculino donde se toman las decisiones a espaldas de los intereses de los trabajadores; la segunda, que se abre paso para convertirse en el verdadero asunto central del filme, desentraña el proceso de persecución de nuestra líder sindical después de que esta denuncie haber sido asaltada violentamente en su propio domicilio como método de extorsión y chantaje.

Un blanco fácil nos lleva con fluidez por ambos frentes para trazar un mundo real que no dista tanto de las dinámicas del cine de género conspiratorio, un mundo donde siempre hay una víctima ideal a través de cuyo sacrificio puede representarse el gran teatro del poder, la alta política y sus malas artes. Esa víctima es aquí una mujer de pasado complejo y personalidad inestable, lo que acentúa aún más si cabe la adscripción del thriller que dirige Jean-Paul Salomé (Espías en la sombra, Mamá María) a esa corriente del #hermanayosítecreo que ampara la perspectiva feminista de un filme que se abre paso entre el asalto y la última apelación judicial por parte de la víctima convertida en sospechosa, y que tiene a la gran Isabelle Huppert, aguerrida primero, quebrada, silente y resiliente después, como principal activo para conducirnos por los laberintos del mundo corporativo.

Sintética y didáctica, a veces demasiado superficial en el retrato del mal (los ejecutivos, la policía que no hace bien su trabajo…) y poco atrevida en lo formal, Un blanco fácil busca a toda costa reivindicar a su protagonista como ejemplo moral y paradigma del estigma patriarcal o el techo de cristal que aún rigen en la sociedad y la economía globalizadas.