Uno pensaba que películas como Nato 0: el origen del mal ya no se hacían: serie B policiaca y criminal disfrazada de cine serio y trascendente, producción local modesta e independiente rodada entre Nueva York y tres decorados que simulan ser apartamentos, facultades, comisarías u hospitales de la Gran Manzana, una trama con asesino en serie en busca y captura por una pareja mixta de policías y un viejo profesor criminalista, un guion lamentable y unos diálogos explicativos y sonrojantes (“hasta en Nueva York es difícil ser madre soltera”), un elenco de tercera en modo declamativo o una banda sonora que quiere sonar como aquella de Seven, película a la que se mira (muy de lejos) como referente.

Pero sí, se hacen y se estrenan. En su posibilismo pobretón y su amateurismo indisimulable, sus muchas escenas en taxi y sus imágenes aéreas de librería drone, Nato 0 deja en evidencia sus carencias, su acumulación de clichés, su inconsistencia narrativa y un nulo sentido del suspense. Gonzalo Crespo parece contentarse con jugar al cine internacional antes que con hacer una película decente sobre el “origen del mal” (sic). Y claro, así no hay manera.