Ultramarinos

La Ventana

Ventana de un apartamento en el barrio La Macarena.

Ventana de un apartamento en el barrio La Macarena. / L.A. (Bogotá)

Un vano que se abre en un muro y conecta dos mundos es una ventana. En ese límite claro e iluminado que enmarca, justo ahí, interior y exterior se hacen visibles y, de esa manera, existen. La ventana, unas veces, nos deja mirar hacia fuera, y en otras ocasiones, deja que sea la luz la que vea qué hay dentro. También, permite que corra el aire, que salga lo malo y entre lo bueno. Así, dándole respiro, salva al interior de morir ensimismado. Hay también otras ventanas planas que a diario abrimos y cerramos con un clic en nuestras pantallas, después de encontrar algo que, tal vez, nunca buscamos; pero de esas no vamos a hablar. Unas ventanas tienen reja de forja, marco de hierro, de madera o de aluminio, tienen macetas, gatos, y algunas no tienen cristal. Hay ventanas panorámicas que atraen una distancia larga, que contiene. Otras que escuchan y cosen historias de gentes que son, solo por lo que hablan. Hay ventanas que son faro y alumbran entre la niebla espesa de ciudades invisibles.

En donde yo estoy la ventana se quiebra para hacerse más larga. Son ventanas amplias y delgadas, que reflejan lo otro, todo eso que no son, callando mucho de lo que saben. Son ventanas simples, con vidrios simples también. El trópico no necesita la tecnificación de ningún marco. El aire que entra cuando la ventana está cerrada sigue siendo útil, no se le condena. Y así la casa siempre está abierta. Del lienzo transparente que conforma la ventana, solo una parte mínima se abre y alivia, el resto es fijo y captura. Congela, detiene. Estas, son ventanas que traen adentro el tiempo específico de la ciudad extensa, reciente y sin límites que se enmarca sin querer. La ventana acerca y olvida unas distancias lejanas, nunca conocidas.

De donde yo vengo la ventana es espía y guarda secretos. Los que se susurran y también los que se cantan. "Todo cambia en Andalucía porque se deje, o no, una ventana abierta", escribió Germán Téllez, sabio arquitecto e historiador colombiano. Visillos y cortinas, cómplices de quien mira, visten ventanas que nunca podremos desnudar. Esta ventana es espesa, ancha y tiene que ver con geranios, "¡buenos días!" y olor a lejía. Allí la ventana dejó de ser un mecanismo sencillo y versátil que nuestras manos modificaban buscando la vida buena, para convertirse en aparatos sofisticados con cámaras de aire y persianas ruidosas. La ventana celebra el muro del que hace parte, con la espontaneidad propia del que, sin buscar algo concreto, abre los ojos queriendo ver.

Aquí y allí, hubo y habrá muchas ventanas. Cada una de ellas no es más que la forma precisa con la que cada uno de nosotros se asoma al mundo.

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