Cádiz CF

El presidente que cambió la historia del Cádiz CF

  • Gutiérrez Trueba modernizó el club, lo hizo visible y respetado en Madrid ante la Federación Española y puso las bases del primer ascenso a Primera

Gutiérrez Trueba, entre Manuel de Diego (i) y Vicente Alonso, en un abrazo para celebrar el ascenso a Primera en 1977.

Gutiérrez Trueba, entre Manuel de Diego (i) y Vicente Alonso, en un abrazo para celebrar el ascenso a Primera en 1977.

Nunca cinco años dieron para tanto como sucedió con José Antonio Gutiérrez Trueba como presidente del Cádiz CF. Un quinquenio muy especial en el que este abogado fue capaz de cambiar la historia del club. Gutiérrez Trueba hizo del Cádiz CF una entidad más fuerte y poderosa, preparada para competir contra los grandes de la Segunda División y con la infraestructura necesaria para que se modernizara ante las exigencias de aquellos años. De 1970 a 1975, su mandato dejó buenos momentos y un crecimiento palpable en todos los sentidos, especialmente en la masa social.

Fue presidente con 37 años, pero es que con 28 ya ejercía de secretario general del Cádiz CF, al igual que hiciera su padre, con Francisco Márquez Veiga de presidente. José Antonio admiraba a Márquez Veiga, a quien vio luchar sin descanso desde la poltrona. El cadismo de este letrado le llevó a soñar despierto cuando alcanzó la presidencia porque la transformación del club fue palpable. Gutiérrez Trueba se rodeó de una gran junta directiva, un equipo de trabajo que resultó clave. Llevó a cabo traspasos sonados como los de Migueli, Andrés y Baena que pusieron en el mapa futbolístico al equipo como cuna de buenos futbolistas, además del beneficio económico para fichar bien y fortalecer las bases de la entidad.

Entre ojo y ojo, Gutiérrez Trueba tenía el ascenso a Primera División. Hablaba de ese logro como el peldaño final para hacer un Cádiz CF grande. Y lo cierto es que preparó todo para conseguirlo, aunque en el fútbol, ya se sabe, dos más dos no son cuatro. Disfrutó con la cara amable del balompié cuando la ciudad se volcó con el equipo y de apenas tener 2.000 socios se pasó a más de 11.000. Un respaldo considerable que se produjo porque el cadismo creía en el proyecto, creía en su presidente.

Las cosas en lo deportivo no fueron bien desde el principio con la recordada destitución de León Lasa (1970-71), a quien tenía por una buena persona. En su segunda campaña hasta cinco entrenadores pasaron por el banquillo y al final una agónica promoción contra el Sestao evitó el descenso a Tercera, tristemente saboreado pocos años antes. Fue uno de los peores momentos de Gutiérrez Trueba. En el verano de 1972 dio otro salto de calidad con el club al contratar como técnico a Domingo Balmanya, que había sido seleccionador español. Se lleva José Antonio al otro mundo lo que le costó convencer a Balmanya, por entonces con una situación económica difícil que solventó el abogado con ese ingenio y capacidad de actuar que le llevaba al éxtasis de la cordura.

Creó el Cádiz B para reforzar la cantera y compró la finca de Cánovas del Castillo para la sede del club

Ese empuje al primer equipo en el césped contaba por detrás con maniobras orquestadas para reforzar al club desde abajo. De hecho era presidente el año que se crea el Cádiz B, además de todas las mejoras del fútbol base. Lo del filial fue un acierto porque empezaron a salir jugadores, el objetivo de disponer de un segundo equipo al margen del recorrido del Balón, tradicionalmente tan unido al Cádiz.

Por si esto fuera poco, lideró la compra de la finca de la calle Cánovas del Castillo, donde muchos años estuvo el cuartel general cadista como sede acorde a lo que debía ser un club serio y señero de la categoría de plata. Atrás quedaban los años sin un lugar adecuado y fijo en el que atender a los socios, y gestionar el día a día de una entidad cada vez más profesionalizada.

Con esa carta de presentación, el Cádiz CF empezaba a ser un conjunto respetado más allá del estadio Ramón de Carranza y de los límites provinciales, pues bajo el mando de este presidente era palpable la defensa efectuada por Gutiérrez Trueba en las asambleas de la entonces Federación Española de Fútbol (RFEF), donde empezaba a sonar Cádiz como algo más que un bello rincón del sur peninsular. Si era necesario dar un golpe en la mesa para defender los derechos de la entidad gaditana ante el ente federativo, el abogado no se arrugaba porque iba de frente.

Su papel en la cúpula del Cádiz CF iba siendo reconocido por los aficionados, que valoraban el esfuerzo y las líneas trazadas que apuntaban a un destino hacia Primera División más pronto que tarde. Se ha ido de este mundo pudieron presumir de ser el presidente que mejor vio jugar al Cádiz CF de los Carvallo, Eloy e Ibáñez, por citar a algunos, que era un placer para el paladar futbolístico. No siempre juego y resultados van de la mano, y a Gutiérrez Trueba le faltaron las victorias que por desarrollo del partido merecían los suyos.

Después de cinco intentos para asaltar la elite del fútbol español, el letrado se cansó de la otra cara del balompié, la que no depende del balón. Un Cádiz-Sevilla en el que el árbitro escamoteó un claro penalti a Mané para luego señalar otro contra los amarillos, acabó con una derrota que puso de relieve lo que todos veían pero nadie podía demostrar: El Sevilla tenía que ascender a Primera. Tras aquel encuentro, Gutiérrez Trueba presentó su dimisión -ahora sí, porque corre como la pólvora que estuvo a punto de dar ese paso otras veces- harto de estar harto. Cerró la puerta con la pena de no estar en el cargo para ver al Cádiz CF de su alma en Primera, pero pudo mirar atrás con la cabeza bien alta por el club que se encontró y el que dejó.

El impacto que generó su precipitada marcha se tradujo en manifestaciones de los seguidores solicitando su continuidad. La afición sabía que el camino de Gutiérrez Trueba era el adecuado y el que llevaban mucho tiempo esperando, de ahí al empuje para hacerle cambiar de opinión. No fue posible.

Dos años después, con las bases de su lustro el Cádiz CF por fin ascendió a Primera y quedó para el recuerdo ese abrazo entre el propio Gutiérrez Trueba, Manuel de Diego -el presidente que lo logró- y Vicente Alonso, quien encabezó el club en un breve ciclo entre uno y otro. Una unidad en aquella imagen de tres mandatarios que, con mayor o menor fortuna, remaron en la misma dirección.

El adiós de Gutiérrez Trueba es el de un presidente que cambió la historia del Cádiz CF desde abajo, luchando con valores y principios para convertir aquel equipo en un club serio, respetado y que contara en su masa social con el respaldo que hoy disfruta la entidad. Su ascenso no fue en el campo, aunque sí en los despachos del club y de la FEF para que situar en un lugar destacado del mapa al Cádiz CF.

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