Cádiz CF

Bloqueo mental y futbolístico

  • El conjunto amarillo se ha dejado en el camino la mitad de los puntos en los últimos seis partidos, aunque las sensaciones que ofrece son incluso peores que los resultados

El Cádiz se halla inmerso en un momento delicado de la temporada más por las negativas sensaciones que reproduce en las últimas jornadas que por los resultados, que tampoco son los que deberían corresponder al club que maneja el presupuesto más elevado de Segunda División B y al que todos otorgan el papel de favorito para ser campeón del grupo IV antes de pelear un año más por el ascenso que tanto necesita la entidad. Los males del conjunto amarillo salen a relucir una semana sí y otra también y mientras tanto va perdiendo crédito delante de su hinchada. El balance de los seis encuentros más recientes es el espejo de la trayectoria errática de un equipo que se dejó en el camino la mitad de los puntos disputados. De los 18 dirimidos en esa media docena de partidos, sumó nueve y se les escaparon otros tantos fruto de un bagaje de dos victorias, tres empates y una derrota. Demasiadas concesiones para un aspirante a jugar el próximo curso en la división de plata. Si el resumen se divide entre los envites en casa y los jugados a domicilio, quedan al descubierto las vergüenzas de un Cádiz que, atenazado por su bloqueo mental y futbolístico, convierte el estadio Ramón Carranza en un chollo para el visitante de turno. El cuadro gaditano sólo es capaz de sumar dos de los últimos nueve puntos batallados en su feudo, mientras que en territorio ajeno sí consigue al menos aplicar el rodillo resultadista con siete de nueve en su equipaje.

El santuario cadista se transforma en una olla a presión en contra de un equipo amarillo empeñado con acabar con la paciencia de una afición hasta el gorro que sufre la sexta temporada seguida -en la tercera etapa- en la categoría de bronce. Peor no lo pueden hacer los hombres entrenados por Claudio Barragán, que encadenan tres partidos consecutivos sin ganar en casa, algo que no sucedía desde la maldita campaña 2012/13, cuando el Cádiz no estuvo lejos del descenso a Tercera División. Los últimos cuatro duelos caseros del aquel nefasto ejercicio se saldaron con una igualada y tres triunfos foráneos.

El Cádiz de la actual temporada tiene el consuelo de habitar a día de hoy en la zona alta de la clasificación pese a la dinámica contraria a sus intereses. Está a tiempo de retomar el pulso y poner los cimientos adecuados para que el estadio Carranza vuelva a ser un fortín como en el arranque de curso, cuando los amarillos se impusieron con autoridad y buen fútbol a Cartagena (4-2), Algeciras (3-0) y Villanovense (3-0) en encuentros que ya quedan lejanos en el tiempo. La última victoria como local data de finales de septiembre, y para apagar el incendio producido en el coliseo gaditano el recurso del equipo es cosechar triunfos a domicilio. El Cádiz no conoce la derrota como visitante y las últimas dos salidas a Melilla y Linares las saldó con sendas victorias por 0-1, cortas pero suficientes.

Más allá de los resultados cosechados en el Carranza o lejos de casa, el juego del conjunto amarillo ofrece un sinfín de lagunas que alimentan las dudas sobre su capacidad para luchar por cotas mayores. Los males vienen de la derrota sufrida ante el Real Murcia, que hizo mucho daño según reconoce el preparador cadista aunque se trate del único partido perdido en 15 encuentros (12 de Liga y tres de la Copa del Rey). Desde aquel varapalo el Cádiz no termina de levantar la cabeza. Todo lo contrario. Va a peor. No sabe a qué juega. No muestra capacidad alguna para desarbolar al contrario. En Melilla ganó de manera milagrosa y en Linares se llevó los tres puntos gracias a una acción a balón parado. Mientras fuera al menos salva los muebles en partidos de mucha batalla y poco fútbol, en el Carranza el bloqueo es absoluto. Los jugadores no sabe cómo afrontar los partidos. Contra el colista apenas crearon tres ocasiones claras y en la segunda parte no fueron capaces de tirar a puerta cuando más debían haber apretado en busca de una victoria que se escapó. Una más. Cualquier adversario que se coloque con un mínimo de orden deja sin respuesta a un Cádiz adentrado en una crisis prematura que está a tiempo de atajar si es que hay algún tipo de solución. Para ello debe funcionar como un bloque y también en el plano individual. En casa y fuera.

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