La odisea de comprar un billete para el tren en la estación de Cádiz

EL PASEANTE

Lo normal es que solo funcione una de las tres ventanillas existentes en la terminal

A veces hay tiempos de espera de hasta una hora

El tesoro oculto de la estación de Adif en Cádiz

El edificio del vestíbulo de la estación donde, en unos meses, comenzará a funcionar la zona de venta de billetes.
El edificio del vestíbulo de la estación donde, en unos meses, comenzará a funcionar la zona de venta de billetes. / Julio González

Una vez que hemos asumido que el tren ya no funciona, en Cádiz especialmente, como lo hacía hace pocos años, cuando era la envidia de Europa y medio mundo; asumido que en nuestro entorno familiar siempre encontramos a alguien que ha sufrido recientemente el descalabro ferroviario del país: retrasos que se cuentan por horas, viajes eternos, falta de plazas, vagones sin aire acondicionado..., la odisea de utilizar este medio de transporte tiene una tercera pata que raramente se menciona, pero que es esencial para poner en marcha un viaje por tren: la compra del billete. Con especial incidencia en la estación de Cádiz.

Dejando a un lado la no utilización de la web de Renfe para reservar plaza, por aquello de promover el empleo utilizando el tradicional modo de ir a la taquilla correspondiente para adquirirla, la compra física es casi siempre un suplicio, uniendo minutos y minutos al tiempo del trayecto del tren que se va a utilizar.

El problema principal es la falta de personal. Actualmente existen tres taquillas. Una está siempre cerrada y de las otras dos es un milagro encontrarlas en funcionamiento al mismo tiempo. Así que la norma es que solo esté en servicio un punto de venta. Y, claro, no hay día que pase en el que se acumule una cola para comprar el billete y que ha llegado a provocar en algún momento, y no siempre cuando hay más personas en las dependencias de Renfe, hasta una hora de espera.

Pedir un billete y pagarlo no es, a priori, un proceso largo en el tiempo. Sin embargo, siempre está el futuro pasajero que llega sin saber qué tren puede coger, que se despista en los añadidos (elegir butaca, turista o preferente, con derecho a devolución). O, peor, cuando no hay asiento para la hora elegida. Así, se eterniza la atención a este usuario. Si hay dos ventanillas, pues la cola va fluyendo poco a poco, pero como solo este un empleado de Renfe detrás del mostrador, más vale tomarse con tranquilidad este proceso.

La solución es sencilla: poner más personal. Si hay tres ventanillas será porque en algún momento se pensó que eran necesarias. Y ahora que por fin se va a abrir el nuevo vestíbulo de la terminal ferroviaria, con una sala de espera enorme y con unas dependencias específicas para la venta del billete, convendría ir ampliando el personal. Si ya el viajero acaba harto del tren con sus retrasos y cancelaciones, que menos que el proceso de compra del billete sea ágil.

Dentro de este despropósito, la estación de Cádiz cuenta con una ventaja: la eficacia de todos los que están detrás de la ventanilla vendiendo el billete. Siempre que el futuro viajero colabora son ágiles en su trabajo, responden rápido y bien a las dudas antes de emprender un viaje. Y tienen un manejo en los idiomas que permite atender con eficacia al usuario extranjero (que nunca hace el esfuerzo por expresarse en español). Un equipo, corto de personal por lo que se ve y se sufre todos los días, que salva del desastre y de la indignación de los usuarios a la empresa pública de transportes.

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