La invasión olvidada
Vínculos históricos Franceses en Cádiz
Franceses que residen en la Bahía se enteraron de lo sucedido en Cádiz y San Fernando cuando llegaron aquí · Los libros de texto franceses dedican al Diez y al Doce menos de un párrafo
Francia conoce Cádiz, sin ningún lugar a dudas. Usted dice a un francés "Cádiz" y él sonríe y dice claro, claro, mon dieu, junta el pulgar y el índice y te suelta: "Luis Mariano, el gran Luis Mariano". Fue Luis Mariano, nacido en Irún, pero afincado en Francia, compañero de reparto de Carmen Sevilla en Violetas imperiales, rey de la opereta, el que popularizó la historia de la Bella de Cádiz, muy conocida en Francia y no tanto en España. Eso, para los franceses, es Cádiz. De la Pepa ni hablar; del asedio de San Fernando, nada de nada; y de las bombas que tiran los fanfarrones, menos que menos. Luis Mariano.
Los franceses aprenden en sus liceos que no es muy inteligente invadir Rusia en invierno -algo que, al parecer, Hitler no estudió-, pero no saben de que tan malo como el invierno en Rusia es una guerrilla encolerizada y una isla firmemente decidido a no dejar pasar a quien no quiere dejar pasar.
Ya lo dijo el profesor Gerard Dufour, de la Universidad de Aix en Provence, en una reciente conferencia en Filosofía y Letras: "No hay ningún francés de 18 años que sepa lo que es la batalla de Bailén o quién era José I". Para Dufour, es "una vergüenza" que las batallas napoleónicas en suelo español apenas merezcan un pequeño párrafo en los libros de texto franceses. No fue siempre así. La Constitución de 1812 se publicó y difundió ampliamente en Francia tras la caída de Napoleón y se siguieron con expectación los acontecimientos de toda la España del XIX. De repente, dejó de importar. Tampoco los franceses saben que buena parte de la intelectualidad española de principios del XIX admiraba los logros de la Revolución y que incluso les llamaban afrancesados.
La opinión de Dufour es que la campaña napoleónica en España se trata de uno de los episodios "menos gloriosos de nuestra historia, avasallando a un pueblo sin justificación alguna". La invasión francesa era asumida con terror por los soldados napoleónicos, que llegaban a frotarse ácido en los dientes para perderlos y así ser inútiles para morder el envoltorio de la munición.
"Francia es muy dada a contar sus grandes momentos históricos y olvidar los malos momentos", dice David, que regenta La Boheme, una pastelería de la calle Londres, junto al mercado. La historia de David, de 43 años, que se asentó con su mujer Marie, belga, hace diez años en Cádiz, es curiosa. Procede de un pequeño pueblo cercano a Metz, en la Lorena, un cruce de caminos entre Luxemburgo, Bélgica y Holanda, a no demasiados kilómetros de Alemania. En cualquier caso, muy lejos del mar. Su padre era pastelero, pero él estudió sobre la economía en la Universidad y acabó en el parqué de Londres trabajando para la Bolsa. Quién le iba a decir que volvería a Londres, a la calle, en una ciudad del sur de la que apenas había oído hablar. Lo hizo después de conocer a Marie, embarcarse en un velero sin saber nadar y mandar a tomar viento al mercado de valores. Navegó por medio mundo, de África al Caribe, nació su niña en el año 2000 y se quedó. "Descubrí Cádiz. Me interesó mucho su historia. Conocía los hechos de Trafalgar, pero más bien por los ingleses que por los españoles. Aquí, en Cádiz, he aprendido la importancia que tuvo todo lo francés. Decidí dedicarme a lo que se dedicaba mi padre. Cogí este obrador y me hice pastelero. Una vuelta a los orígenes. Para el 2012 estoy pensando en crear un dulce especial, algo que conmemore el Bicentenario".
Marie y David son abiertos, nada que ver con el estereotipo que tenemos de los franceses. "Cádiz es el lugar ideal, ni muy grande, ni muy pequeño. Me encanta el bullicio de la gente en el mercado. Y saber que tengo cerca el mar".
Cecile lleva bastante más tiempo en Cádiz, desde los años 60, cuando dejó su trabajo como enfermera de niños con problemas mentales en Inglaterra y encontró aquí a su hombre. Se hizo muy gaditana, aunque conserva todo su acento. Sus conocimientos sobre lo sucedido en España hace doscientos años eran ya notables cuando llegó aquí. "Sabía lo del Dos de Mayo. Estudié en un centro con unos planes de estudio muy fuertes y, aunque lo que más nos contaban era lo de la campaña de Rusia y lo de Wellington, también se hablaba mucho de la campaña española, aunque de Despeñaperros para arriba. Es verdad que de los sucesos de Cádiz no tengo recuerdos. Por lo que sé, los niños franceses de ahora no tienen ni idea de todo eso".
Pero ella se empapó bien de la historia porque se hizo guía turística. De hecho, es capaz de ofrecer todo un fresco histórico de los principales sucesos de aquellos tiempos con un nivel muy superior al de cualquier nativo. "Nombres como los de Godoy no me eran desconocidos, recuerdo que me llamaba mucho la atención los enfrentamientos contra los bandoleros... y Goya, aunque allí se incidía mucho en el tiempo que estuvo en Burdeos. Pero sí, en Francia todo el mundo de mi edad sabe que Goya era un gran genio de su tiempo".
Natalie tiene una clínica veterinaría en El Puerto. Llegó a España cuando se unió a Daniel, un investigador de la Universidad de Cádiz nacido en Málaga pero que se había criado en Suiza. Sus tres hijas, Lucía, Manuela y Gabriela, son gaditanas, pero la belleza frágil y delicada, tan francesa, al estilo de las de Francois Hardy o France Gall, delatan su procedencia y su genética.
"No nos contaban nada -dice Natalie-, yo creo que porque no le daban importancia. Y cuando llegas aquí te das cuenta de toda la importancia que tuvo, casi tanta como la campaña de Rusia, que era lo que llenaba casi todo el temario, si descontamos todo lo que se dedicaba a contar las victorias bélicas de Napoleón y su avance triunfal. Pero, por ejemplo, se hablaba más de Italia que de España. No sé si es que había algo de dejadez". Como buena estudiante que era, no se le daba mal la historia, pero ni siquiera los profesores despertaron la curiosidad sobre los motivos del regreso de las tropas francesas y de José Bonaparte, del que tiene un vago recuerdo, eso sí, desconociendo por completo, al igual que el resto de los franceses, el injusto tratamiento de borracho que le daban los españoles bautizándole como Pepe Botella. "Sí, me enteré que le llamaban así cuando vine aquí, pero creo que no era así, ¿no?".
Dice Natalie que "éste es un lugar lleno de historia que está por descubrir por los franceses, aunque casi prefiero que no lo descubran. Egoístamente, ya empiezo a ver demasiada gente de fuera que lo conoce y me da miedo que Cádiz se convierta en algo tan distinto a lo que yo ví cuando llegué, un auténtico paraíso".
Jean Luc Riehm es otro francés que descubrió Cádiz de carambola y decidió afincarse aquí. Da clases de una variante de gimnasia china, algo parecido al Tai Chi, y ya avisa de que "yo no era muy bueno en historia". Llegó en el 92 con la Expo, antes del 'boom' económico, y descubrió todas las posibilidades de la zona. "No me acuerdo que con 13 o 14 años nadie me hablara de España. La zona es conocida en Francia, aunque no tanto como en Alemania. Y es conocida por el sol, naturalmente, no por la historia".
Recuerda el primer impacto en Chiclana, en el castillo de Sancti Petri. Luego fue descubriendo más indicios, de Trafalgar a la propia Cádiz. Su espíritu empresarial le llevó a diseñar un proyecto para atraer turismo francés, pero no necesariamente a la playa, "sino a que, aparte de la playa, descubrieran una historia que la mayoría de ellos desconoce porque nadie nos lo ha enseñado, porque no lo hemos estudiado. Estoy seguro que muchos franceses nunca conocerán qué es lo que pasó aquí. Y es una pena, porque algo de Francia se quedó aquí y yo estoy orgulloso de ser un francés en la provincia de Cádiz".
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