Cádiz

El divertido juego de las encuestas

  • Los sondeos de estos días preocupan en exceso a los partidos, cuando no pasan de ser un divertimento intrascendente

PARA calmar a más de un nervioso desatado que anda por ahí, hay que recordar que las encuestas se equivocan. No se trata de que los profesionales hagan mal su trabajo. Los institutos de opinión tienen una experiencia y una trayectoria contrastadas. La historia está llena de ejemplos en los que las firmas sociológicas han acertado casi de pleno. También, de sonoros fracasos. No es un trabajo mal hecho. Es simplemente que en el ADN de los sondeos está la equivocación, y a veces estrepitosos fallos cometidos por los mismos encuestadores que han cosechado brillantes aciertos. Resulta que la gente miente, o cambia de opinión o se equivoca al decir una sigla, o de pronto se queda en su casa, o a última hora decide ir a votar y llevarse a toda la familia. Las encuestas, finalmente, han quedado como distracción. Los partidos no se han dado cuenta. Faltos de cintura y deseosos de asegurarse en muchos casos la victoria, se toman estos ejercicios de predicción como un exorcismo. Y no les gusta que sus buenas expectativas se frustren. Pero, en verdad, son una distracción. Son como las familias reales que, a base de representar su papel, han quedado como entretenimiento. Si éstas lo son, con sus bodas y sus devaneos, en las salas de espera de los dentistas, las encuestas hacen el mismo papel para electores y políticos, mientras esperan el único, inapelable, irrecurrible veredicto de las urnas.

historia de mayta

Y si las encuestas preelectorales son un divertimento que algunos se toman con muy poca correa, lo de los sondeos a pie de urna en la noche electoral pasa a la categoría de gran espectáculo: un montón de televisiones y emisoras apostan a sus colaboradores a las puertas del colegio y, suponiendo que la gente va a contestar la verdad, le preguntan por el partido o coalición que acaban de votar. Son muy pocos los entrevistados, pero dicen que el método es fiable. No lo es: aquí sí que los grandes errores se cuentan por cientos. Pero importan menos, porque apenas una hora después de emitirse estas predicciones, la realidad del conteo se encarga de desmentir los fuegos artificiales de los profetas científicos. Una y otra vez se repite esta ceremonia, y una y otra vez las emisoras se empeñan en gastar dinero en estos fallones métodos, llevados no se sabe por qué prurito de ser los primeros en equivocarse.

el vuelco

Pero si se ratificaran los resultados que dibujan los sondeos publicados en este periódico y en todo el Grupo Joly en las dos últimas semanas (tranquilos, seguimos jugando) se produciría un vuelco que no tiene antecedentes en la pequeña historia de las elecciones municipales en la reciente etapa democrática española. Muchos recuerdan aquella primera ocasión, en 1979, hace más de 30 años. La izquierda, merced a unos pactos que estaban cantados mucho antes del día de las elecciones, alcanzó el poder en prácticamente toda la provincia de Cádiz. A los desmemoriados hay que recordarles que entonces el PSA se decía de izquierdas, aún pensaban que la 'S' significaba algo. "PSOE, PCE, unidos al poder", gritaban las utópicas bases. Los comunistas, una apelación que aún provoca miedo o condena en mucha gente, gobernaron muchos ayuntamientos en los albores de la democracia. Treinta años, un soplo en la historia, han bastado para que ahora la derecha de toda la vida, la que tenía que responder al tópico del señorito o del heredero del franquismo, esté a punto de gobernar en algunos de los llamados bastiones de la izquierda. También ellos parecen haber superado esa barrera del miedo del elector a la derecha retrógrada, o tal vez sea que la palabra ideología ha llegado a estar tan pasada de moda como lucha de clases, solidaridad, sindicalismo o igualitarismo. Parece lógico que el desgaste del Gobierno Zapatero pase factura en las elecciones generales, pero resulta más increíble que lo haga en los cotidianos, casi íntimos en algunos casos, comicios locales. Pero mucho nos tememos que temas como el caso de los ERE, el Gürtel o incluso la política antiterrorista del Gobierno, como el show de las listas de Bildu, sean utilizados para desgastar a dirigentes que tienen que ocuparse simplemente de las calles, la cultura o la diversión de un pueblo gaditano.

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