Los tres días de fuego en Cádiz: las consecuencias

Historia

Segunda parte del relato de cómo transcurrieron los cruentos enfrentamientos de 1868 entre los Voluntarios de la Libertad y el Ejército, cómo afectó a los gaditanos y de cómo se produjo el desenlace

Los tres días de fuego en Cádiz: la batalla

Los tres días de fuego en Cádiz: Antecedentes y protagonistas

Grabado 'L´Universe ilustre' que refleja la rendición de armas de los insurrectos a Caballero de Rodas en las Puertas de Tierra.
Grabado 'L´Universe ilustre' que refleja la rendición de armas de los insurrectos a Caballero de Rodas en las Puertas de Tierra. / Colección De Joaquín Miguel Bonnemaison Correas
Joaquín Miguel Bonnemaison Correas
- GRADUADO EN HUMANIDADES E INVESTIGADOR

05 de noviembre 2023 - 06:00

Con la rendición de los rebeldes el gobernador civil de Cádiz Gregorio Alcalá Zamora, quien se había marchado de la ciudad la noche del 4, entró por la Puerta de Tierra acompañado del General de Rodas y todas las fuerzas a las dos de la tarde del día 13 de diciembre de 1868. Tras un magnífico desfile por la Alameda y la Plaza de San Antonio, la normalidad quedó restituida en la ciudad, volviendo eventualmente la población a sus hogares, pero todavía quedaban las huellas de todo lo acontecido.

En primer lugar la referida a los muertos y heridos, que ascendían a 56 los primeros y a 195 los segundos, concentrándose el grueso de los fallecidos entre los militares y los sublevados con contadas excepciones de mujeres y niños. El trabajo por parte de los hospitales, el Militar (Facultad de Medicina) y el de la Misericordia (San Juan de Dios) fue excepcional gracias a los excelentes médicos con que contaba la ciudad y prueba de ello son la gran cantidad de heridos que se salvaron. Pero que esto no os lleve al error de infravalorar los daños que se produjeron, pues en las listas de heridos ofrecidas por el Diario de Cádiz el sábado 26 de ese mes podemos observar los estragos de la batalla. Desde los heridos más leves que recibieron un tiro en los pies o en los glúteos, pasando por casos de balazos en las extremidades que necesitaron de no pocas amputaciones para salvarse, hasta llegar a los pobres desdichados que recibieron heridas de bala en órganos vitales o en el cerebro, destacando un pobre hombre de 32 años que recibió el impacto de una bala fría (llegaba de lejos con menos fuerza) de cañón en el vientre que le abraso la piel y le reventó los órganos internos (estómago, bazo e hígado), sufriendo una larga agonía de dolores insoportables y vómitos sangrientos de 10 horas hasta su muerte. Al mostrarles este caso no es mi intención alimentar el morbo, sino hacer ver la envergadura del precio que se cobró una lucha absolutamente innecesaria, impulsada por los ideales fanáticos de estos sectores extremistas de los republicanos liderados por Fermín Salvochea. No podemos olvidar tampoco la labor llevada a cabo por el Hospicio Provincial (Valcárcel) que auxilió a los vecinos de la Viña durante los terribles sucesos, proporcionándoles refugio.

Muchos de los cuerpos todavía descansaban sobre el pavimento de la Plaza de San Juan de Dios y en las calles en medio de los escombros, otros habían sido enterrados apresuradamente en los terrenos de Puerto Piojo por los militares (frente al muelle y muralla de San Carlos). Iniciándose el proceso de recogida de los cuerpos para su entierro en el Cementerio de San José durante los días siguientes y celebrándose numerosas misas en las principales iglesias de la ciudad. Aquí desearía destacar como en mi opinión la obra de Escassy de Las Barricadas de Cádiz además de estar profundamente sesgada hacia el lado de los insurrectos, estaría idealizada en comparación con la Guía Rosetty y el testimonio directo de Quiroga, y un ejemplo perfecto son las escenas en que se paraba la batalla para salvar a los mandos caídos de ambos bandos, un hecho del todo absurdo en el contexto de un tiroteo de semejante nivel. El Ayuntamiento y todos los vecinos se volcaron en la reconstrucción de la ciudad. La Plaza de San Juan de Dios fue uno de los espacios más afectados, ofreciéndonos el Diario de Cádiz del momento los siguientes datos: la fachada del Ayuntamiento estaba como el resto de edificios de la plaza sembrada de agujeros de bala, los ventanales reventados, el balcón principal devastado, los magníficos arcos de la planta baja resquebrajados, todos los árboles tronchados, las farolas destruidas y los puestos del mercado arruinados, estando todo en consonancia con el resto de la ciudad donde se encontraban enormes barricadas y aceras enteras levantadas. En definitiva, esto se tradujo en arduos trabajos y en grandes gastos en una ciudad que no pasaba por sus mejores momentos. También salieron en los siguientes días anuncios sobre una supuesta vista “original” de la plaza con todos sus cadáveres procedente del establecimiento de fotografía de la Calle San Francisco nº 36, la cual a día de hoy se desconoce si se corresponde con el magnífico grabado de la batalla custodiado hoy en el Archivo Municipal de Cádiz o con las fotografías de la casas J. Nal y Rocafull presentadas en el anterior artículo.

Imagen del multitudinario entierro civil de Fermín Salvochea recogido en una tarjeta postal de Hauser y Menet.
Imagen del multitudinario entierro civil de Fermín Salvochea recogido en una tarjeta postal de Hauser y Menet. / Archivo Diario de Cádiz

Como es natural estos hechos tan parecidos a los de la futura Comuna de París fueron recogidos por la prensa internacional y por la de nuestro propio país, El Imparcial, La Nación, El Eco de Jerez, La Correspondencia, El Porvenir y muchos más, coincidiendo todos en la generosidad mostrada por los habitantes de las poblaciones de la bahía a la hora de acoger a los gaditanos en horas tan difíciles. El Diario de Cádiz nos muestra muchas de las opiniones vertidas por estos y en especial me llama la atención la procedente de los exiliados tras la revolución de septiembre, que no se sorprendieron en absoluto al esperar no ésta sino muchas más rebeliones a lo largo de todo el país como consecuencia de la situación de anarquía imperante. Dándose además algunas notas de la prensa francesa sobre la situación de la exiliada Isabel II en Francia, quien parecía mirar con desdén como la nación que la expulsó se derrumbaba y además un curioso comunicado del Diario de Cádiz en defensa de Fermín Salvochea, que por lo visto estaba sufriendo calumnias injustificadas de parte de la prensa más conservadora. Por último quería resaltar como el Ayuntamiento envió un comunicado al Gobierno Provisional en el nombre de la inmensa mayoría de los gaditanos donde se rechazaba por completo la acción emprendida por los insurrectos, pero donde al mismo tiempo se abogaba porque se les indultase para que cesase el derramamiento de sangre.

Por lo que se refiere a nuestros dos protagonistas, Juan de Quiroga participaría también en los futuros acontecimientos del Cantón de Cádiz de 1873, sufriendo en esos años la pérdida de su esposa Estrella y poco después la de su hija Ana ya en 1881, tras lo cual acabaría por ocupar un nuevo destino en Galicia como Brigadier, donde pasaría el resto de sus días como militar, siempre pendiente de la actualidad y enfrascado en sus estudios hasta el año de inicio del nuevo siglo, el 1900, en que le llegó su hora rodeado por su familia. Respecto a Fermín Salvochea, fue encerrado en el Castillo de Santa Catalina tras declararse como único responsable de la insurrección, donde un Consejo de Guerra le condenó a un destierro de ultramar de 12 años que nunca cumplió, pues sería indultado en 1869. En el transcurso de los años siguientes prestaría su apoyo a la sangrienta Comuna de París y acabaría ocupando el puesto de alcalde de Cádiz en marzo de 1873. Viendo que iba perdiendo las elecciones municipales de julio de ese año como consecuencia de sus medidas radicales tomó el poder por la fuerza y protagonizó los también desgraciados acontecimientos del Cantón Federal de Cádiz hasta el Golpe de Estado del General Pavía, quien puso fin a la I República Española restaurando en el trono al hijo de Isabel II, el Rey Alfonso XII en 1874. Fue nuevamente juzgado por un Consejo de Guerra que lo condenó a cumplir cadena perpetua en Ceuta, donde pasó encerrado 11 años en los que desempeñó una intensa actividad intelectual que conllevó su paso del republicanismo al anarquismo y el apoyo incondicional a la causa de la independencia de Cuba. Escapa de prisión poco después de 1883 y tras la muerte de Alfonso XII fue nuevamente amnistiado, volviendo a Cádiz en 1886, donde fue recibido como un héroe popular por sus correligionarios, inaugurando el periódico El Socialismo donde volcó sus ideas anarquistas. Los años de la década de 1890 en que había abrazado el anarcocomunismo fueron si cabe más turbulentos, con continuos encontronazos con las autoridades, que terminaron con un atentado terrorista consistente en la explosión de dos bombas que causaron cinco víctimas mortales. Por lo que sería condenado nuevamente a 12 años de prisión en Burgos, donde intentó suicidarse como muestra de rebeldía. Sería indultado en 1899, volviendo a Cádiz por poco tiempo pues acabaría en Madrid con la llegada del nuevo siglo, donde trabajaría con la prensa republicana y anarquista. Allí llegó a participar en un intento de atentado contra Alfonso XIII del que saldría absuelto, para volver definitivamente a Cádiz en 1907 donde moriría, acudiendo a su entierro una gran multitud bajo la lluvia.

De esta forma se cierra este episodio, tras el cual habrían de llegar acontecimientos aún más turbulentos durante la Regencia de Amadeo de Saboya, quien abdicó del trono afirmando que no necesitaba salvar a los españoles de sus adversarios externos porque su peores enemigos eran ellos mismos y más tarde la I República sacudida por mil y un problemas: las Guerras Carlistas, la Guerra de Cuba, la oposición monárquica, los movimientos obreros descontrolados, los cantones federales y un sinfín de males más, cerrándose así el “Sexenio Democrático” con la llegada de Alfonso XII, cuando se alcanzaría una cierta estabilidad, dado que resultó ser un monarca constitucional.

Sin lugar a dudas la causa liberal de la Constitución de 1812 siempre estuvo acechada por los remanentes del Antiguo Régimen, pero no solamente por estos como se nos suele referir, sino también por estas facciones radicales de la izquierda que llevaron a la ruina la causa de la I República y la de la Constitución de 1869, que rescataba el espíritu de la Pepa de 1812. En un futuro se abordará el acontecimiento del Cantón Federal de 1873.

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