Los 3 días de fuego en Cádiz: La batalla

Historia de Cádiz

Relato de cómo transcurrieron los cruentos enfrentamientos de 1868 entre los Voluntarios de la Libertad y el Ejército, cómo afectó a los gaditanos y de cómo se produjo el desenlace

Los tres días de fuego en Cádiz: Antecedentes y protagonistas

Fotografía de la Plaza de San Juan de Dios por J. Nal, que habría sido editada para añadir todos los destrozos de la batalla, combatientes y elementos revolucionarios tal y como fueron descritos en los testimonios del momento.
Fotografía de la Plaza de San Juan de Dios por J. Nal, que habría sido editada para añadir todos los destrozos de la batalla, combatientes y elementos revolucionarios tal y como fueron descritos en los testimonios del momento. / Colección Joaquín Bonnemaison.
Joaquín Miguel Bonnemaison Correas
- Graduado en Humanidades e investigador

29 de octubre 2023 - 02:00

Volviendo al comienzo de la batalla, el sábado 5 de diciembre de 1868 por la tarde las fuerzas se distribuyeron del siguiente modo en la Plaza de San Juan de Dios: los Voluntarios de la Libertad se acantonaron en el sólido edificio del Ayuntamiento y en las casas aledañas, formando un frente imbatible por la resistencia de los altos edificios, y el ejército se posicionó justo enfrente, en torno a la Puerta del Mar y la Muralla Real, estando estos más expuestos al fuego enemigo y abarcando su frente de acción desde la Aduana (Diputación) hasta los Cuarteles de la Puerta de Tierra donde establecieron su puesto de mando, manteniendo así controlado el puerto por donde llegarían los refuerzos. Además conservaban contacto con los Cuarteles de Artillería y el Gobierno Militar en el espacio del actual Parque Genovés a través de la Alameda de Apodaca, por donde les llegaron piezas de artillería ligera, cuya finalidad era abatir la puerta del edificio del Ayuntamiento para que las tropas pudieran asaltarlo a la bayoneta.

Resulta curioso pues al guardar Salvochea silencio sobre los sucesos, no se puede saber dónde estaba exactamente, aunque se supone que dirigiendo la batalla desde el Ayuntamiento. Mientras tanto el teniente coronel de Ingenieros Juan de Quiroga, quien sí dejó escrupuloso testimonio de sus actos, resistía con los dos Regimientos de Gerona y el de Carabineros junto a la Puerta del Mar en la embocadura de la calle de la Aduana (Canalejas), protegido por las propias casas de este frente, entre las que se encontraba la conocida como Isleta, además de los edificios de los mercados. Las piezas de artillería que por primera vez en esta batalla fueron de retrocarga se ubicaron sobre la Puerta del Mar y esto unido al uso de fusiles de precisión de largo alcance hizo que el fuego se hiciera infernal entre los dos frentes, quedando todos los edificios y las murallas agujereados.

Otro extraordinario grabado del periódico británico 'Ilustrated Times' donde apreciamos los restos de las escaramuzas ocurridas en el Salón Alto de Cristina en la Alameda de Apodaca.
Otro extraordinario grabado del periódico británico 'Ilustrated Times' donde apreciamos los restos de las escaramuzas ocurridas en el Salón Alto de Cristina en la Alameda de Apodaca. / Colección Joaquín Bonnemaison.

A tal punto que el propio general Peralta que había subido a la muralla fue herido en un pie junto con muchos de sus artilleros, tras lo que tuvo que ser llevado al Cuartel de Santa Elena (Puerta de Tierra) desde donde siguió dirigiendo las operaciones. Ante esto Juan de Quiroga quedó a cargo de la dirección de la batalla en calidad de comandante interino de Ingenieros, habiendo previamente asegurado las posiciones estratégicas de los castillos de San Sebastián y Santa Catalina, además de los Cuarteles de Artillería y el Gobierno Militar.

Como ya habréis apreciado, los rebeldes contaban con abundantes armas y municiones, muchas de ellas preparadas de antemano y otras obtenidas del saqueo de las armerías de la ciudad. Por otro lado, las piezas de artillería del ejército no cumplían su cometido pues los gruesos arcos de la planta baja del Ayuntamiento bloqueaban los disparos. Mientras tanto, la mayor parte de los gaditanos permanecían asustados en sus casas adonde llegaban en ocasiones por las ventanas las balas perdidas causando no pocas desgracias. Los destrozos eran innumerables en el mobiliario, con las farolas reventadas, el arbolado de la plaza tronchado y los puestos de mercado acoplados a la Casa Isleta convertidos en astillas; y así seguiría el fuego hasta bien entrada la noche. Fue esta una noche triste y fría en la cual las calles desiertas se convirtieron en feudo de los Voluntarios de la Libertad, que empezaron a levantar barricadas por medio de los adoquines de las calles mientras montaban guardia al grito de “alerta”. Emplazaron las barricadas de forma estratégica a lo largo de toda la ciudad y en el espacio que nos ocupa a ambos lados del Ayuntamiento y en las calles que desembocaban a la muralla del puerto. A lo largo de esa misma jornada los Voluntarios de Extramuros habían secundado el movimiento al grito de ¡Viva la República Federal! Cortando las vías del ferrocarril y las líneas de telegrafía para incomunicar la plaza por tierra, lo cual es otra prueba de que todo se había orquestado con tiempo, amén de un fracasado intento de asalto al Fuerte de Cortadura y a la Puerta de Tierra.

Grabado del 'The Ilustrated London News' donde apreciamos una de las batallas ocurridas en torno al Cuartel de la Viña durante el domingo 6.
Grabado del 'The Ilustrated London News' donde apreciamos una de las batallas ocurridas en torno al Cuartel de la Viña durante el domingo 6. / Colección Joaquín Bonnemaison.

También cabe destacar la heroica labor del Hospital de la Misericordia ubicado en el antiguo Monasterio de San Juan de Dios, atendiendo a los heridos militares y civiles de ambos bandos mientras sufría el incesante fuego mantenido en la inmediata plaza, que había sido renombrada como de la República por los rebeldes. Además el edificio del Ayuntamiento estaba decorado con un largo lienzo que caía por un lado del mismo, el cual decía “Viva el ejército, licencia absoluta. Todos hermanos”, y con el que pretendía ganarse al ejército a su causa sin éxito, además de la bandera tricolor que representaba la independencia de los Países Bajos frente al Imperio Español.

Con el despuntar del domingo 6, los pobres gaditanos apenas tuvieron tiempo de aprovisionarse de lo necesario antes de que el fuego se reanudase. Los consulados enarbolaban sus banderas y los hospitales la blanca de la paz o la de la Cruz Roja. Las barricadas no dejaban de abarcar nuevos espacios, sobre todo en los barrios de la Merced donde se luchaba en el frente de la Puerta de Tierra y en el de la Palma, donde el combate se recrudecía en torno al por entonces Cuartel de la Viña (plaza de la Reina). Además los voluntarios disparaban desde las azoteas de las casas de la Alameda a los soldados que pasaban por ahí llevando municiones. También se fortaleció el conflicto en el entorno de los Cuarteles de Artillería (Parque Genovés), la actual Plaza del Mentidero y del Castillo de Santa Catalina. El tiroteo entre la Muralla Real y las calles que desembocaban a ella era infernal y por todas partes había cartelones de los voluntarios donde se leía “Viva la República, pena de muerte al ladrón”. Los presos del Cuartel de los Mártires (Campo del Sur) fueron liberados por los rebeldes para luchar y también asaltaron el Baluarte de Capuchinos robando una gran pieza de artillería que arrastraron hasta el Ayuntamiento a pulso, emplazándola en la planta baja desde donde hizo fuego de metralla a la Puerta del Mar, sumándose durante ese día y el lunes 7 dos piezas más que fueron ubicadas en las barricadas junto al edificio.

Grabado de 'Le Monde Illustré' donde apreciamos la intensa lucha mantenida en el entorno del Castillo de Santa Catalina durante el domingo 6.
Grabado de 'Le Monde Illustré' donde apreciamos la intensa lucha mantenida en el entorno del Castillo de Santa Catalina durante el domingo 6. / Colección Joaquín Bonnemaison.

En la misma tarde del domingo el brigadier Pazos salió en un vapor rumbo al Puerto de Santa María en busca de refuerzos que logró traer a la ciudad a bordo del vapor de guerra ‘Vulcano’, acompañándole el Batallón de Cazadores de Madrid, que a duras penas pudo desembarcar en el muelle a las cuatro de la mañana mientras recibían el fuego de los insurrectos.

En este punto llegamos a la mañana del lunes 7, que es cuando habría de librarse la batalla definitiva y de la cual contamos con un testimonio directo de Juan de Quiroga, quien en una serie de preciosas tarjetas fotográficas editadas para la ocasión por las casas fotográficas de Rafael Rocafull y J. Nal, en un incipiente ejemplo de fotoperiodismo, nos deja el siguiente testimonio manuscrito: “La vista de la batería la representa después de retirados de ella los cañones que sirvió el regimiento de Artillería de Plaza. Antes de construir la batería, un cañón estuvo haciendo fuego formando parte de la fuerza que tuve a mis órdenes en la madrugada. Vista de la batería que con colchones y rollos de soga de unos almacenes de la calle de Aduana (Canalejas) que hice abrir, construí valiéndome de soldados de Carabineros y del Regimiento de Gerona, como Comandante interino de Ingenieros de Cádiz, bajo el fuego de la Milicia Nacional y demás insurrectos. Por ambas partes se hizo fuego de fusil y cañón. El General Laserna, segundo cabo del Distrito de tu Andalucía, que dirigió el ataque, fue quien dio la orden para que yo construyese la batería. Por propuesta suya y por otra análoga del General Gobernador de Cádiz fui ascendido a Coronel por mis servicios en los tres días de fuego 5, 6 y 7 de Diciembre de 1868, Juan de Quiroga”. Dejando además como testigo un soberbio manuscrito donde figuran las órdenes dadas hora por hora, el cual es propiedad de su descendiente Josefa Barja de Quiroga.

Otro grabado de la prensa británica donde apreciamos la batalla de la Plaza de San Juan de Dios del día 7, con la plaza renombrada como de la República y la famosa cartela colgada del Ayuntamiento.
Otro grabado de la prensa británica donde apreciamos la batalla de la Plaza de San Juan de Dios del día 7, con la plaza renombrada como de la República y la famosa cartela colgada del Ayuntamiento. / Colección Joaquín Bonnemaison.

Después de este acontecimiento el general gobernador ordenó una carga en columnas contra el Ayuntamiento con la finalidad de echar la puerta abajo a base de hachazos, la cual acabó en tragedia con decenas de heridos y la puerta indemne pues estaba reforzada por detrás. El fuego llovía desde el Ayuntamiento y desde las trincheras a ambos lados, siendo una masacre tras la cual las fuerzas se retiraron bajo la cobertura del fuego de sus compañeros. Durante los días siguientes el cuerpo consular intercedió en el edificio de la Aduana para favorecer un armisticio de 48 horas, que fue aprovechado por la población para aprovisionarse, para enterrar a las personas que habían fallecido en sus hogares y para abandonar la ciudad en número de 30 mil por la Puerta del Mar.

Grabado francés donde vemos a la población escapando durante el armisticio por la Puerta del Mar rumbo a los pueblos de la Bahía.
Grabado francés donde vemos a la población escapando durante el armisticio por la Puerta del Mar rumbo a los pueblos de la Bahía. / Colección Joaquín Bonnemaison.

Todo vio su desenlace gracias a Caballero de Rodas que llegó con toda la fuerza del Gobierno Provisional a las puertas de la ciudad en Extramuros el día 12 imponiendo un ultimátum tras el cual la ciudad sería bombardeada por la flota. Salvochea trató de humillarles utilizando a la embajada norteamericana como intermediaria en la entrega de las armas, pero el general De Rodas no cedió y finalmente los rebeldes se rindieron el 13; eso sí, habiendo derrotado a los militares no en la guerra pero sí en la batalla. Finalmente, Fermín Salvochea sería llevado en carruaje desde el Cuartel de Santa Elena a su prisión en el Castillo de Santa Catalina, siendo escoltado por Juan de Quiroga; ¡qué no dirían esas miradas! En el tercer artículo veremos las consecuencias.

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