Los 3 días de fuego en Cádiz: Antecedentes y protagonistas

Tribuna de historia de Cádiz

El autor cuenta que el levantamiento de diciembre de 1868 no fue fruto de ninguna casualidad “como habitualmente se nos ha hecho creer”

Fotografía de Jean Laurent que muestra el estado de la Plaza de San Juan de Dios un año antes de los 3 días de fuego en 1867.
Fotografía de Jean Laurent que muestra el estado de la Plaza de San Juan de Dios un año antes de los 3 días de fuego en 1867. / Colección De Joaquín Miguel Bonnemaison
Joaquín Miguel Bonnemaison Correas
- Graduado en Humanidades e investigador

23 de octubre 2023 - 06:00

El mes de septiembre de 1868 traería consigo la conocida como “Revolución Gloriosa”, un alzamiento militar destinado a expulsar de España a la Reina Isabel II tras un largo periodo de corrupción e inestabilidad política. Como no podía ser de otro modo, este levantamiento partió de la liberal Cádiz, de la mano de Topete y Prim, en aras de un régimen verdaderamente constitucional. De este modo, durante los meses de otoño que siguieron quedaron instauradas en Cádiz las Juntas Revolucionarias, en un marco nacional de inestabilidad bajo el amparo del Gobierno Provisional. Estas juntas estuvieron constituidas por elementos de toda índole, desde monárquicos conservadores hasta liberales y republicanos moderados y finalmente los sectores más radicales de este último grupo, estando en este último uno de los protagonistas de este suceso, Fermín Salvochea y su maestro Eduardo Benot, quienes fueron ganando cada vez más terreno con la adopción de medidas más y más radicales de corte marxista. Conforme se acercaba el invierno, este último sector que no encontraba en la revolución respuesta a sus aspiraciones, ni tampoco a su deseo de representación, aprovechó la situación de crisis institucional y acabó por desencadenar en la ciudad el horror de los “3 días de fuego”, 5, 6 y 7 de diciembre de ese mismo año, buscando instaurar una República Federal. Porque en efecto fueron ellos los causantes y no el ejército, opresor como popularmente se le ha tildado, el cual simplemente actuó como la fuerza del orden que era del nuevo estado en funciones ante una violación tan flagrante del orden establecido. No en vano, en el número del 22 de ese mes del Diario de Cádiz queda recogida una columna de otro periódico “El Pueblo” donde los republicanos moderados clamaban porque se hiciera algo contra estos exaltados que dejaban en mal lugar su causa.

Grabado de la obra de las Barricadas de Cádiz de Luis Mejías y Escassy donde vemos a Fermín Salvochea al frente de una de las grandes piezas de
Grabado de la obra de las Barricadas de Cádiz de Luis Mejías y Escassy donde vemos a Fermín Salvochea al frente de una de las grandes piezas de / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON

Todo comenzó la mañana del sábado 5 a raíz de una serie de revueltas populares que se venían produciendo en El Puerto de Santa María durante los días anteriores, junto con discursos propagandísticos de estos sectores republicanos radicales en Cádiz, lo cual llevó a que el Gobernador Militar declarase el Estado de Guerra en la provincia, distribuyéndose el pertinente bando por las calles y plazas de la ciudad. Antes de continuar quería reflexionar sobre una cuestión que planteó Gregorio A. Zamora en el número del día 15, cuando Diario de Cádiz pudo retomar su actividad. Éste plantea como el levantamiento no fue fruto de ninguna casualidad como habitualmente se nos ha hecho creer, sino que estaba perfectamente orquestado de antemano, para lo que aporta numerosas pruebas relativas a la posesión previa de armamento en determinados espacios de la ciudad y a la perfecta coordinación seguida en todos los movimientos, habiendo participado en el mismo franceses, italianos y estadounidenses infiltrados. Lo que nos lleva a considerar la hipótesis de que pudo haber intereses extranjeros destinados a desestabilizar aun más a nuestra ya de por si tambaleante nación, en el contexto de las guerras coloniales europeas y de los intentos de dominio del Atlántico y del Caribe Español por los Estados Unidos, así como la simultánea Guerra de Cuba alentada por estos mismos ese mismo año, ¿demasiadas casualidades o algo más?

Grabado del periódico norteamericano Frank Leslie´s del año 1867 donde vemos a la Reina Isabel II que había sido fotografiada por Fredricks & CO
Grabado del periódico norteamericano Frank Leslie´s del año 1867 donde vemos a la Reina Isabel II que había sido fotografiada por Fredricks & CO / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON

Sigamos con el curso de los acontecimientos, hacia las dos y media de la tarde del sábado los artilleros se dirigieron a la Plaza de San Juan de Dios con el fin de embarcar rumbo al Puerto de Santa María para poner orden, mientras en la misma plaza se arremolinaba cada vez más gente y los bandos eran arrancados con furia por los agitadores, quienes se aprovechaban hábilmente de la rabia del pueblo por la pérdida de libertades. En ese momento se produjo el casus belli cuando los Voluntarios de la Libertad interceptaron las piezas de artillería a la altura del Arco del Pópulo y les ordenaron detenerse, ante lo cual los artilleros se negaron a obedecer. Quién realizó el primer disparo es difícil saberlo ni siquiera a través de la Guía Rosetty de 1870, pero lo que sí nos deja claro el antes mencionado Gregorio, es que los gritos lanzados al aire eran de “muera la artillería”. Fruto de las primeras detonaciones se perdieron las primeras vidas, como la de una pobre mujer que acababa de salir por una casapuerta. Estos Voluntarios de la Libertad o Milicias Nacionales fueron el arma de doble filo de la burguesía, la cual les dio fundación en los tiempos de la Revolución Francesa para luchar en esta y en las posteriores revoluciones europeas contra los restos del Antiguo Régimen, volviéndose en estos tiempos en contra de sus creadores al sentirse traicionados y apartados. En el bando militar estaban destinados en ese momento los Regimientos de Gerona, de Carabineros y las Fuerzas de Artillería e Ingenieros de la plaza, a las que pertenecía otro de nuestros protagonistas, el gaditano Juan de Quiroga Espinosa de los Monteros en calidad de Teniente Coronel de Ingenieros de la plaza.

Grabado que muestra la escuadra española con la “Zaragoza” de Prim iniciando la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868 en la bahía de Cádiz
Grabado que muestra la escuadra española con la “Zaragoza” de Prim iniciando la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868 en la bahía de Cádiz / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON

Este gaditano era hijo del famoso Juan de Quiroga y Azpeolaza, quien jugó un papel importante en la Guerra de la Independencia como ingeniero y también durante la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luís en Cádiz, a los que enfrentó por la causa constitucional en 1823. Era esta una larga y aristocrática casta de militares que se remontaba a los tiempos de los Tercios Españoles, siendo el propio Juan de Quiroga hijo un brillante hombre de armas que participó en la Revolución de 1848 acaecida en Madrid donde fue herido y ascendido en una lucha urbana de trincheras y posteriormente en la Guerra de África de 1859. No reduciéndose sus méritos a los militares, pues fue además un brillante historiador y escritor que redactó magníficos textos como un tratado militar basado en la Guerra de Crimea de 1853, otro de la frontera del Estrecho de Gibraltar y preciosos libros de poesía. Más tarde participaría en estos hechos bélicos de 1868 y en los del futuro Cantón de Cádiz de 1873 desempeñando importantes roles que se verán más adelante. Era monárquico y de hecho mantuvo un estrecho vínculo con la recién expulsada Reina a quien leyó un poema durante la inauguración de la Avanzada de Isabel II desde el Faro de San Sebastián durante la visita de 1862, pero en todo momento se mantuvo fiel al orden establecido. Ante lo inminente del conflicto que se veía venir había puesto a su familia a salvo en Jerez de la Frontera, siendo su mujer Estrella de Lavalle I Romero Moctezuma, perteneciente a una importante familia nobiliaria de Cádiz descendiente directa de Hernán Cortés, emplazada en la Calle Ancha frente al Palacio de los Mora y su hija Ana de Quiroga y Lavalle, quien llegaría a ser una preciosa e instruida joven gaditana de gran sensibilidad y bondad, a la cual acabó perdiendo con tan solo 22 años en 1881 fruto de un mal parto, sin olvidar a sus otros hijos.

Retratos de la casa Nal y Chicano de Juan de Quiroga Espinosa de los Monteros y su hija Ana de Quiroga y Lavalle en aquellos años.
Retratos de la casa Nal y Chicano de Juan de Quiroga Espinosa de los Monteros y su hija Ana de Quiroga y Lavalle en aquellos años. / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON

Nuestro otro protagonista sería Fermín Salvochea Álvarez como Comandante del Segundo Batallón de los Voluntarios de la Libertad, hijo de una familia burguesa de comerciantes gaditanos acomodados y educado en el prestigioso Colegio de San Felipe Neri, donde fue instruido en las ideas republicanas por Eduardo Benot. También fue formado en el comercio como ya dijimos en Inglaterra donde accedió a las ideas comunistas. Sin embargo, a su regreso a Cádiz en 1862 su dedicación fue para con la política y la prensa gaditana participando en la Revista Gaditana y militando en el Partido Demócrata, que entonces englobaba a los republicanos más radicales. Por supuesto fue uno de los agentes que participaron en la Revolución Gloriosa ocupando posteriormente su puesto en las juntas revolucionarias. Por el juicio al que se le sometió tras estos acontecimientos y por sus acciones sabemos que fue un hombre convencido de sus ideas por más extremas que estas fueran y que siempre se mantuvo fiel a sus correligionarios, asegurándose, como indica el Diario de Cádiz de aquellos días, de que los voluntarios no cometiesen abusos. Por tanto dudo que actuase pagado por los Estados Unidos, sino más bien impulsado por unos ideales, aunque esta nación enemiga quizás tomara ventaja de ello. Finalmente, acabaría siendo indultado y años después en 1873 ocuparía el cargo de alcalde protagonizando los famosos acontecimientos del Cantón de Cádiz, en los que se cometerían infinitas violaciones contra la comunidad religiosa con el derribo de conventos, la secularización de los cementerios, el cierre de iglesias, la retirada de los símbolos religiosos o la prohibición de la educación religiosa, además de la censura de la prensa. Por lo que se refiere a la población la sometió al designio de la bandera roja que ondeó esos días sobre el ayuntamiento, humillando a la clase burguesa de comerciantes de la que paradójicamente él procedía a la que obligó a pagar exorbitantes sumas si es que deseaban abandonar la ciudad o por el “bien de la causa” de la República Federal. Sometió así a Cádiz a una decadencia si cabe mayor que la que ya había conocido en tiempos de la Reina, además de a la muerte y a la pérdida de sus libertades. Sin duda un iluminado que sacrificó todo en aras de sus ideales, pero que contrariamente al discurso manejado por ciertos sectores políticos en la actualidad, en el que se le ha idealizado como a un héroe popular, traería funestas consecuencias para Cádiz, más allá de los gestos que tuviese para con los más pobres, pues sin duda no hay luces sin sombras. Ya en el próximo artículo profundizaremos en los acontecimientos de la batalla y en un testimonio muy interesante.

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