El coronavirus en Cádiz

La desecalada en Cádiz: Cuando nos dejamos la mascarilla en casa

Viandantes por el centro de Cádiz cumpliendo las normas de seguridad sanitaria.

Viandantes por el centro de Cádiz cumpliendo las normas de seguridad sanitaria. / Lourdes de Vicente

Salgo de casa pocos minutos después de las nueve de la mañana. Voy camino de la redacción de Diario de Cádiz, en el edificio El Fénix. La distancia son cerca de dos kilómetros de recorrido. Atravieso, andando, una parte de la Avenida y toda la Cuesta de la Calesas para llegar al periódico.

Voy a contar cuántos viandantes de los que me cruzo por el camino llevan la mascarilla de seguridad, como medida de protección del coronavirus, y cuántos no. No es un estudio estadístico exhaustivo, que nunca lo son. Elimino por lo pronto a quienes viajan en el autobús, por cierto cada vez con más usuarios, en vehículo privado o en camionetas o motos. Me limito al peatón.

Esta mañana no hay mucha gente. Ayer, a pesar del tiempo más desapacible. Me he topado con 313 vecinos. De ellos 198 sí llevaban la mascarilla. Otros 115 no. El 36,7% del total. Leo en la prensa que el Gobierno está estudiando el uso obligatorio de esta medida de protección, la más eficaz después de quedarse en casa, en todos los espacios públicos, después de que ya lo sea en los medios de transporte.

Por si fuera poco, la OMS ya ha alertado del riesgo de ignorar los riesgos de la pandemia con el inicio de la desescalada y la vuelta a una relativa normalidad. Se relajan las medidas de protección sanitaria, o simplemente se ignoran, y pasa lo que pasa.

Nada que objetar con estos 198, 199 si me cuento en el estudio, que cumplen. El problema es que algunos, en el instante en el que les diviso, se están tocando la cara, el pelo, se rascan... lo cual le resta efectividad a la medida de seguridad, y más cuando se toca constantemente y mal la propia mascarilla, que ciertamente es molesta de llevar especialmente los modelos más seguros.

Hay quienes llevan la mascarilla como simple adorno. Se tapan la barbilla y dejan la boca y la nariz al aire. Otros se la quitan ara hablar por el móvil. Otro foco. ¿Se acordarán de desinfectarlo cuando lleguen a casa?

Entre los que simplemente no llevan la mascarilla hay unos cuantos corredores. De todos con los que me cruce sólo uno la llevaba. La cuestión es cuando estos corredores no guardan la distancia de seguridad ni con su compañero de práctica deportiva ni, peor todavía, con el viandante con el que se topan éstos corren el riesgo de tragarse toda la saliva que segrega en deportista.

Ayer, digo, no había mucha gente en este recorrido matinal. Pero cuando se atraviesa la Avenida en hora punta, cuando cientos de personas la atraviesan, esta necesidad de respetar los espacios desaparece en la mayor parte de los casos.

El Gobierno ha reclamado prudencia en la salidas. Si no, acabaremos de nuevo confinados.

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