Son las que se han estado
repartiendo en estaciones de tren y autobuses. No están específicamente diseñadas -según apunta el
Ministerio de Industria- para
proteger al usuario de ningún riesgo ante agentes peligrosos.
No se consideran EPI y el Gobierno recomienda su
uso de forma complementaria a las demás prescripciones de distanciamiento e higiene cuando se vaya a usar el
transporte público o en lugares con gran afluencia de gente. Están elaboradas con
tejidos no tejidos (TNT) y han de eliminarse a las
cuatro horas de uso.
- Mascarillas quirúrgicas de fabricación casera
Según
una investigación desarrollada por la Universidad de Cambridge, las mascarillas de fabricación casera serían "el
último recurso" si no hay otra ocasión. La
capacidad media como elemento de barrera en la transmisión de enfermedades es
tres veces inferior al de una mascarilla quirúrgica convencional.
Aun así, hay diferencias, claro está, según materiales. La efectividad para partículas de
una micra (el
Covid-19 se transmite a partir de
partículas menores de 5 micras) es de un
97% para una máscara quirúrgica; de un
95% para una (atención)
bolsa de aspiradora; un
83% para los trapos de cocina y un
69% para material de
algodón del tipo de una
camiseta, al igual que para las telas de
funda de almohada antimicrobiana; bufandas y fundas de almohada normales tienen una capacidad de barrera del
62%;
el lino, del 60% y la seda del 58%. Según apuntan,
los ganadores, computando asfixia y utilidad (las bolsas de aspiradora apenas permiten respirar cómodamente) son las
camisetas de algodón y las fundas de almohada antimicrobiana.
- Mascarillas quirúrgicas convencionales
Como hemos dicho, son las que presentan una
efectividad igual o mayor al 95% para capturar las gotitas de "aerosol":
pequeñas partículas emitidas por el usuario al hablar, toser o estornudas, con microorganismos normalmente presentes en
boca, nariz o garganta. Las mascarillas quirúrgicas deben cumplir la Directiva de Productos Sanitarios 93/42/CEE, y el Real Decreto 1591/2009; y sus características deben ser acordes con la Norma UNE-EN 14683:2014 [1]. Pueden tener
distintas formas (rectangular, pico de pato), así como características adicionales, como una válvula de respiración. La
Sociedad Gallega de Medicina Preventiva advierte que "deben estar
sujetas de manera que se prevenga al máximo la entrada y salida de aire por los lados, para lo que las cintas debe estar apretadas de manera que la mascarilla se ajuste al
contorno facial". Las mascarillas quirúrgicas deben ser, además, "
eliminadas cuando finalice su uso, y no dejarse alrededor del cuello". Se clasifican en dos tipos, dependiendo de su Eficacia de Filtración Facteriana (EFB) y respirabilidad.
Las máscaras FFP (Filtering Face Piece) protegen de fuera hacia dentro: filtran partículas y aerosoles líquidos presentes en el ambiente. Pueden incorporar, también, una válvula de exhalación para facilitar la respiración. La FFP 2 tiene una eficacia de filtración del 92% y su uso sanitario se recomienda en las enfermedades de transmisión por gotitas (gripe, bronquitis, tos ferina...) y en las infecciones respiratorias agudas.
Según recoge la OMS, aunque hay escasa evidencia científica de que el nuevo coronavirus se transmita por el aire,
la transmisión aérea sí puede ser posible en circunstancias y entornos específicos,
de cercanía..
La FFP 3 es la campeona de los escudos. Tiene una capacidad de contención del 98% ante agentes transmisores. Es la única cuyo uso sanitario está recomendado para todos los escenarios en las enfermedades de transmisión aérea (por microaerosoles) confirmada o sospechada: tuberculosis, varicela, sarampión… y de alertas epidemiológicas emergentes como el SARS, el MERS, la gripe aviaria o el ébola.
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