Conocer cómo era la farmacia del siglo XVIII a través de la Aduana de Cádiz
El Archivo Histórico Provincial de Cádiz rescata órdenes y documentos que muestran el paso por el muelle de sustancias destinadas a curar enfermedades
Se citan productos tan curiosos como el esperma de ballena, el vino tintilla de Rota o la pimienta de tabasco
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El último documento destacado publicado por el Archivo Histórico Provincial de Cádiz ahonda en cómo se trataba en el siglo XVIII de curar enfermedades y atender a los pacientes, y lo hace a través de las sustancias y los productos usados para sanar y de los que se tienen constancia por su paso por la Aduana de Cádiz, en una época, además, en que la ciudad lideraba el comercio de ultramar gracias al traslado de la Casa de Contratación.
Bajo el título ‘La farmacia del siglo XVIII en las órdenes de la Aduana de Cádiz’ y firmado por el técnico José Ramón Barroso, el documento explica qué conserva el archivo gaditano acerca de este asunto y cuál es su contribución al conocimiento de los productos farmacéuticos en un siglo, el de las luces, en el que la ciencia se abría paso de la mano de la razón: “En nuestro archivo se conservan entre las órdenes de la Aduana, testimonios del paso por el puerto de Cádiz de sustancias y compuestos que eran usados para curar o prevenir enfermedades. En un siglo en el que la ciencia y la técnica empezaban a cambiar la vida de la humanidad, el comercio marítimo entre continentes amplió el escaso arsenal terapéutico con el que se contaba hasta entonces. El rastro documental dejado en estas órdenes de la Aduana puede contribuir al conocimiento de la ciencia farmacéutica en el siglo XVIII”.
Así, en una especie de ‘siglo puente’, la época ve surgir academias y sociedades científicas que, recuerda el documento del Archivo gaditano, “forman la punta de lanza del progreso científico”. Una transición, pese a todo, que no acabó completamente con los remedios de siglos anteriores: “Todavía hay continuidad y se mantenía la farmacia galénica, con la triaca como remedio más frecuente. Los inventarios de botica de la época muestran remedios tan estrambóticos como el asta de ciervo, los ojos de cangrejo o la sangre de macho cabrío, entre la alquimia, la magia y el curanderismo. Poco a poco, estos remedios, tan llamativos como ineficaces, irían dejando paso a otros aportados por el progreso de ciencias como la química o la botánica”.
Los libros de órdenes de la Aduana de Cádiz dan cuenta, entre otros asuntos, del control de entrada y salidas de mercancías, de forma que, una vez reunidos y seleccionados por el Archivo gaditano, permiten realizar un breve inventario, 18 aparecen el documento, de estas sustancias y de sus usos medicinales.
Entre estas destacan el antimonio (usado en medicina como purgante y para el tratamiento de enfermedades parasitarias), canela (con uso medicinal como relajante, para tratar heridas bucales, como estimulante y tónico estomacal), esperma de ballena (se usaba en las afecciones de pecho de niños y adultos y en las contusiones para resolver la sangre coagulada y calmar el dolor), pimienta de tabasco (como antiséptico local, analgésico y para el alivio de las molestias gastrointestinales), tamarindo (un árbol tropical cuyo fruto se usaba para combatir la malaria y como laxante), triaca (un antiguo preparado farmacéutico elaborado incluso con carne de víbora que se usaba como antídoto de venenos y que contaba con muchos detractores, hasta el punto de que incluso se empezó a prohibir su uso).
Y otra de las sustancias, como explica el documento destacado del Archivo provincial, era el “vino medicinal tintilla de Rota”, un caldo ahora de moda y que en siglos pasados, además de lógicamente consumirse como bebida, era usado, solo o combinado como otras sustancias como la quina: “Entre las propiedades que se le atribuyen, las de ser desinfectante, contra la gripe, analgésico, antiinflamatorio, diurético y contra el insomnio”.
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