El Corpus en Cádiz en el siglo XVII: el hilo popular de una festividad religiosa

El Archivo Histórico Provincial de Cádiz rescata la contratación de gitanos para protagonizar los bailes de las fiestas del Corpus Christi durante el siglo XVII

El documento se expone durante mayo y junio en la sede del Archivo de la capital

50 años de una institución con mucha vida

Pintura de gitanos bailando que sirve de portada al documento destacado.
Pintura de gitanos bailando que sirve de portada al documento destacado. / Archivo Histórico Provincial de Cádiz
J. A. L.

12 de mayo 2025 - 07:00

‘Los gitanos y el Corpus: contratos para bailar en la fiesta (1620-1703)’. Este el título del documento destacado del Archivo Histórico Provincial de Cádiz para los meses de mayo y junio. Lo hace al cumplirse 600 años de la “llegada documentada del pueblo gitano a España” y, además, aprovechando que en el archivo gaditano se conservan entre sus protocolos notariales los contratos y obligaciones firmados entre los cabildos de varias localidades de Cádiz para organizar bailes y danzas en la festividad del Corpus en el siglo XVII, una época, detalla el Archivo, en la que la fiesta tuvo “un lugar preponderante en el calendario festivo y en la que se mezclaba lo sacro y lo profano, lo popular y lo culto, con una estética barroca”.

En el documento, firmado por el técnico del Archivo Provincial José Ramón Barroso, se recuerda que el Concilio de Trento ayudó a potenciar la fiesta del Corpus Christi, de forma que a la celebración cristiana se le fueron añadiendo otros actos y elementos más lúdicos y populares en los que se gastaba el dinero que fuera necesario: “En la fiesta, además de la procesión religiosa, se organizaban desfiles, teatro, bailes, gigantes y cabezudos, monumentos efímeros y otras manifestaciones propias de una fiesta grande. En muchas localidades se acostumbraba a ofrecer como espectáculos de bailes y danzas profanas, destacando las danzas del cascabel, las del paloteado, la de la colmena o la de las espadas. Estos espectáculos eran concebidos para atraer al público a las funciones religiosas. En muchas localidades se contrataban danzas ejecutadas por grupos de gitanos, dada su vistosidad”.

Los gitanos, un pueblo ya marginado a finales del siglo XVI como recuerda el documento, solían vivir en “campamentos, descampados y caminos”, al tiempo que los oficios que se reservaban para ellos eran los de “hojalateros, afiladores y herreros ambulantes, esquiladores o traficantes de bestias”, así como “la buenaventura o las artes adivinatorias” para las mujeres. Y siempre, explica el documento, “bajo la sospecha del engaño, el hurto y el vagabundeo”.

Pero entre los gitanos, como pueblo, estaba muy arraigada la música, de forma que esa dedicación fue para ellos una oportunidad de cara a esas fiestas del Corpus que se fueron adornando con multitud de festejos más allá de su celebración puramente religiosa: “Hay una ocupación que toma importancia en sus vidas: la música, el cante y el baile, y que con el tiempo se convierte en una profesión. Se les empieza a contratar para el Corpus Christi y otras fiestas, ya sea por su fama de músicos ambulantes y saltimbanquis, ya sea por el exotismo de su indumentaria, pues visten con colores vistosos y arrogantes, y llevan abalorios y aros de oro y plata”.

Así, en el Archivo Provincial de Cádiz se custodian varios protocolos notariales que dan testimonio de la contratación de “gitanos o castellanos nuevos” para bailar en las fiestas del Corpus en distintas localidades de la provincia, como Medina Sidonia, Puerto Real, Vejer o incluso Cádiz capital. Son contratos fechados por lo general en el siglo XVII, entre 1627 y 1688, pero que también, al menos en uno de los documentos, se adentra en los primeros años del siglo XVIII.

El último documento destacado del Archivo, que se muestra también como exposición hasta finales de junio en las dependencias de la Casa de las Cadenas, su sede, se detallan los nombres, las fechas y las condiciones de estos contratos, con algunas obligaciones y requerimientos que los artistas debían cumplir: grupos de bailarines y músicos en torno a diez personas, con instrumentos como el tamboril, sonajas, cascabeles, flautas, cítaras o vihuelas; obligados a bailar danzas como el cascabel o el sarao; con vestimentas de colores y flores para buscar “un elemento exótico en los desfiles”.

Los gitanos contratados, mayoritariamente vecinos de Jerez como indica el documento del Archivo, recibían como contribución a sus bailes una determinada cantidad en metálico o un pago en especie: “Víveres como trigo, vino, carne e, incluso, una oveja”.

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