De la chupa al miriñaque
Bicentenario Los alumnos de la ESO descubren el Doce
Los alumnos del colegio Argantonio de Cádiz realizan un original recorrido por los modos de vestir en los años de la invasión napoleónica y descubren prendas cuyos nombres perviven entre nosotros
(El pasado mes de junio se entregaron los premios a los mejores trabajos realizados por alumnos de 4º de ESO sobre el Doce dentro del certamen "Noticias de una ciudad amenazada". Diario de Cádiz inicia hoy una serie en la que todas las semanas se publicará un extracto de los cuatro trabajos premiados).
La moda en la España de las Cortes de Cádiz.
Colegio Argantonio
Cádiz
El trabajo realizado por los alumnos del colegio gaditano Argantonio ha investigado en los modos de vestir durante los años anteriores y posteriores de la ocupación. Así, nos enteraremos que el vestido del hombre estaba compuerto "por tres piezas: casaca, chupa y calzón, que son el antecedente, en el traje de hombre de la chaqueta, el chaleco y el pantalón usado hasta nuestros días. La chupa, por ejemplo, era una chaqueta larga, abierta por delante y cerrada de arriba abajo con botones, los superiores no se abrochaban para dejar ver la guirindola". La guirindola era una chorrera .
El vestido de las mujeres era mucho más complejo. Así lo describen: "Pegada a la carne llevaban la camisa, larga hasta debajo de las rodillas y con mangas. De la cintura a los tobillos, enaguas, y debajo, nada. Las dos prendas estaban hechas con tela de lino, más o menos fina. Sobre el torso se usaba un cuerpo con ballenas, sin mangas, atado con cordones y terminado en haldetas para poder adaptarlo a la cintura: la cotilla. Sobre las caderas, un armazón hecho con ballenas o con cañas que ahuecaba las faldas en los costados: el tontillo. Sobre las piernas, medias de seda, lana u algodón, que tenían menos importancia que las de los hombres, pues no se veían casi nunca"
Partiendo de esta base, los autores del trabajo se adentran en la evolución de la vestimenta de la época con la llegada del rococó. Describen curiosas prendas como la polonesa: "La polonesa era un traje de calle y tenía la falda más corta, con lo que se veía el tobillo de las mujeres. Empezó a usarse otro tipo de zapato, también con tacón de carrete, escotado y hecho de seda bordada. Otro vestido un poco posterior fue la robe à l'anglaise, llamado en España "vaquero hecho a la inglesa"; con él se prescindía del tontillo y también de la cotilla y del peto, ya que el cuerpo del vestido llevaba incorporadas ballenas para darle rigidez, y se abrochaba por delante".
Es obligado hablar del majismo, forma de vestir que nació en los barrios de Madrid y que marcó una época. "Los majos eran los habitantes de los barrios bajos de Madrid y tenían sus vestidos peculiares que, en realidad, constaban de las mismas piezas que otros vestidos populares de España y tenían la característica de ser muy coloridos y vistosos. Los hombres llevaban una redecilla recogiendo el cabello y grandes patillas. Usaban un pañuelo de colores anudado a la garganta bajo el que se les veía siempre el cuello de la camisa. Vestían chaquetilla corta, generalmente adornada en la bocamanga y la pegadura de las mangas, chaleco, calzón, y en la cintura, una faja de colores".
Por su parte, "las mujeres en la cabeza usaban una cofia sobre el pelo, que se llamó escofia cuando se fue haciendo más grande; un jubón con haldetas sobre el torso, adornado como las chaquetas masculinas; un pañuelo rellenando el escote; una falda llamada guardapiés que dejaba ver los tobillos; y un delantal largo y estrecho como adorno.
Van más allá de la ropa al contarnos que "los majos, además de sus vestiduras, se distinguían por su actitud: bravucona en el caso de los hombres, atrevida y descarada en el de las mujeres, actitud que criticada pero seductora".
Como fuente documental no pueden faltar las pinturas de Goya: "Estos son los tipos que Goya pintó en sus cartones para tapices y lo hizo por encargo de los entonces Príncipes de Asturias, los futuros Carlos IV (1789-1808) y María Luisa, muy aficionados a estas escenas populares. En los primeros cartones de Goya, los pintados en los años 70, los majos parecen gentes del pueblo, pero, en los que pintó a finales de los años 80, los personajes son tan atildados que más bien que majos parecen señores elegantes vestidos como los majos. Así ocurre con La Vendimia, que decora el fondo de la vitrina dedicada a la indumentaria de estos tipos populares.
Dentro del apartado del majismo, los alumnos hacen una parada en lo que se conocía como el vestido nacional: "En relación con esta moda castiza, y con las mujeres, tenemos que hablar del "vestido nacional", como lo llamaron los extranjeros que viajaron por España en esos años, que son los que nos hablan de él, pues a los españoles no les llamaba la atención. Todas las mujeres españolas se ponían, para salir a la calle o ir a la iglesia, una falda negra que se llamó basquiña y se cubrían la cabeza y los hombros con una mantilla negra o blanca. Cuando entraban en una casa se quitaban ambas prendas, así que tenían que llevar debajo otra falda que se llamó brial, si era de seda, o guardapiés, si era de algodón".
La revolución Francesa supone también una revolución en el vestir, aunque las españolas siguen aferradas a su 'vestido nacional'. Es necesario regresar a Goya: "Con el cambio de siglo las mujeres elegantes prefirieron retratarse vestidas con el "traje nacional" más que con vestidos de moda francesa; hay una larga lista de damas españolas así vestidas retratadas por Goya. Un poco antes de hacer el retrato de la Condesa de Chinchón con una preciosa camisa (1800), casi igual a las que se pueden ver en la vitrina, Goya pintó a la Duquesa de Alba con mantilla y basquiña y, al poco tiempo, a la propia reina María Luisa. Las españolas debían de encontrarse con este traje muy guapas y favorecidas".
Termina el trabajo con los cambios que trajo el romanticismo y las 'nuevas tecnologías': "El desarrollo de las nuevas tecnologías afectó al vestido y a su confección. Vestidos llamativos y llenos de color ponen de manifiesto el uso de tintes naturales y artificiales para lograr los deslumbrantes matices que se pusieron de moda durante los años 50 y 60. Los miriñaques y las faldas que se llevaban encima revelan cómo estas flexibles armaduras de acero ensancharon las faldas y liberaron a las mujeres de varias capas de pesadas enaguas. El corsé, mejorado en su diseño, ayudó a moldear una figura más esbelta que marcó la moda a partir de 1870. La máquina de coser tuvo también importantes consecuencias en la confección de la indumentaria y, como puede apreciarse en dos vestidos de mediados de los años 80, el uso de la máquina ahorraba tiempo pero también incitaba a una decoración más compleja".
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