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Cádiz

Zornoza. El año final

El obispo Rafael Zornoza.

El obispo Rafael Zornoza. / Tomás Gómez

La tarta que sople el obispo de Cádiz en este último día de julio incorpora una vela más, 74. Un cumpleaños que no pasa desapercibido, porque inicia la cuenta atrás para que Rafael Zornoza presente al Papa su renuncia como pastor de la diócesis de Cádiz y Ceuta. Las normas de la Iglesia establecen que los obispos cesan en sus responsabilidades, ‘se jubilan’, a la edad de 75 años. Y eso significa que Zornoza inicia hoy sus últimos 365 días al frente de la diócesis; su último año como obispo. El año final.

Doce años lleva Zornoza nombrado como máximo responsable de la diócesis de Cádiz, desde que Roma anunciara su envío a Cádiz el mismo día en que se hundió el Vaporcito en el Muelle de Cádiz -ejem-. Trece pues -ejem otra vez- cumplirá como obispo gaditano el próximo año. 

No se puede decir que estos años de episcopado de Don Rafael haya sido la diócesis una balsa de aceite ni que haya pastoreado entre pétalos de rosas. Ni mucho menos. El obispo ha asumido desde su llegada a la ciudad en octubre de 2011 una profunda remodelación de la Iglesia local que ha ido en dos direcciones paralelas; de un lado, un fortalecimiento de sus estructuras, de su economía y de su administración; y de otro, una adaptación administrativa y legal a las nuevas normas (muchas) que a nivel civil han ido saliendo y que obligaban a la Iglesia Católica y a las orientaciones e indicaciones que también han ido emanando desde Roma y desde Madrid en favor de esa Iglesia transparente y de buen gobierno que está cuidando el Papa Francisco.

Todo esto ha conllevado situaciones difíciles de lidiar y muchas incomprensiones que ha tenido que ir asumiendo y sorteando Zornoza. Ya se sabe lo difícil que es cambiar las cosas en una Iglesia que presume muchas veces de mantener determinados procedimientos o fórmulas “porque siempre se ha hecho así”. O lo mal que sienta retirar ciertas parcelas de poder o de gestión que existían en Cádiz y Ceuta hasta la llegada del actual obispo.

Zornoza ha recorrido estos años un camino de espinas, muchas espinas; cargado de polémicas e incluso de enfrentamientos con miembros del clero, principalmente en rechazo o incomprensión respecto a las medidas que ha ido adoptando tanto en el nombramiento de su equipo de confianza como en materia administrativa y de gestión (sobre todo económica).

En la cima de estos enfrentamientos ha estado durante buena parte de este tiempo el que mantiene aún con el sacerdote Rafael Vez, que ha sido notablemente duro contra Zornoza y sus actuaciones y que ha provocado incluso un juicio eclesiástico que está en curso y que mantiene a Vez alejado de las funciones sacerdotales, algo muy poco común en la Iglesia de este entorno.

También ha sido notorio el enfrentamiento con otro sacerdote, Antonio Casado, que era párroco de Vejer, cuyo sistema económico alteró el Obispado para hacerse cargo de las rentas que percibía la parroquia por donaciones de tierras. Otro espinoso caso al que se ha enfrentado Zornoza, que ha mantenido siempre el silencio frente al ruido que alrededor de estas cuestiones se ha generado.

Vinculado de alguna forma a estas polémicas conocidas, el obispo ha tenido que convivir también con un grupo de cristianos que casi desde el día de su llegada se ha mostrado especialmente crítico con la gestión y con muchas decisiones que ha tomado. Hasta tal punto, que en alguna ocasión han dirigido escritos a Roma o al nuncio del Papa en España informando de esas supuestas actitudes y acciones y pidiendo un relevo al frente de la diócesis.

La tensión ha vivido momentos especialmente álgidos, hasta el extremo de que el anterior arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, tuvo que salir públicamente en defensa de Zornoza ante los ataques a su episcopado que iban en aumento. Algo muy poco habitual en una institución, la Iglesia, acostumbrada a lavar los trapos sucios en casa.

Este distanciamiento entre Zornoza y el clero ha tenido su repercusión en la parte pastoral, en el desempeño de la actividad cultual y formativa que el obispo ha ido intentando implantar estos años, introduciendo nuevos mecanismos y formas de reunión y de profundización en la fe que están perfectamente normalizados en otras diócesis o procurando la puesta en valor de fiestas como la del Corpus; siempre sin encontrar el apoyo y la apuesta decisiva de los sacerdotes, lo que está ralentizando esa adaptación de la Iglesia de Cádiz a las estrategias y formas que viene proponiendo la Conferencia Episcopal Española o el Vaticano.

En medio de todos estos asuntos que han ido aflorando estos años, y que Zornoza ha soportado y sufrido en silencio, sin pronunciarse nunca públicamente sobre ellos, ha podido influir el equipo del que se ha rodeado el obispo desde su llegada en 2011. Y es que este puede ser uno de los grandes errores cometidos, al haber confiado para la gestión de la diócesis en sacerdotes que no han cumplido las expectativas y que demostraron no estar capacitado para determinadas responsabilidades.

El ejemplo más claro de esto es la Vicaría General, considerada mano derecha del obispo, para la que Zornoza no ha encontrado realmente el sacerdote apropiado hasta el año 2020. Domínguez Leonsegui era el vicario general de Ceballos y se mantuvo en el aterrizaje de Zornoza, que en 2013 nombró a José Luis Caburrasi, que duró menos de un año y que terminaría colgando la sotana; en 2014 llegaría Fernando Campos, que ha tenido un muy discreto papel, hasta que en 2020 nombró Zornoza a Óscar González Esparragosa.

Es este momento, junio de 2020, el que se puede considerar clave en la deriva por la diócesis de Rafael Zornoza. El nombramiento de González Esparragosa, sacerdote gaditano querido y respetado por sus compañeros, era una llamada a la paz del obispo hacia el clero, una bandera blanca en medio de tantas tensiones e incomprensiones; y de propina, retiraba también al ecónomo diocesano, Antonio Diufiaín, que ha sido igualmente objeto de tantas polémicas (y sigue siéndolo, aunque ahora en otros escenarios).

Desde ese momento la diócesis ha navegado con cierta calma, variando el rumbo de nombramientos que ya desde entonces se han reducido a firmar prórrogas en las principales funciones del Obispado (cancillería, área judicial, vicarios de zona…). Parece que en ese arranque de verano de 2020 Zornoza decidió finalizar su período en Cádiz con la mayor tranquilidad posible.

Y así ha llegado a este 31 de julio de 2023, día de su 74 cumpleaños. Día en que inicia sus últimos 365 días al frente de la diócesis. El año final de Zornoza.

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