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la barriada de la paz, bajo la lupa social

Silencio roto entre los bloques

  • En el interior de la Barriada de la Paz se sobrevive con dignidad a décadas de abandono urbano y social

  • Los jóvenes sueñan con irse y los mayores, con vivir como los de la Bahía

  • Pocos son los que quieren hablar sobre un informe de Derechos Humanos que pide a voces un plan de choque

Silencio roto entre los bloques

Silencio roto entre los bloques / FOTOS: JOAQUIÍN HERNÁNDEZ 'KIKI'

Hay cosas de las que no se habla. Mejor dicho, hay cosas de las que es mejor no hablar, depende con quién. Que se saben, pero se guardan y se rumian para adentro, como una condena que uno no se merece. Y que sólo se comparten con los más cercanos, con quienes también las padecen. Pasa en las familias, entre los amigos, en los trabajos, en los pueblos, pero también en los barrios. En ningún sitio, tampoco en el corazón de la Barriada de la Paz -de La Barriada-, a nadie le apetece hablar de precariedad, de abandono urbano y social, de calles levantadas como después de un terremoto, de casas en las que resulta imposible estudiar porque, sencillamente, resulta difícil vivir, de saltos mortales para llegar a mediados de mes. De la falta de horizontes de los más jóvenes; de los lunes, los martes y los miércoles al sol; de las mañanas sin desayuno de algunos niños; de lo que vende el vecino de abajo, de lo que pasó cuando el de arriba volvió de un supuesto viaje de dos años y medio, de los gritos que se oyen por los balcones, de por qué esa mujer reza al pie de ese árbol. A nadie le apetece hablar de todo eso en La Barriada. Ni aquí ni en ninguna otra zona de la ciudad con los mismos problemas, que las hay. Menos con un desconocido, delante de una grabadora. Aunque quien pregunte no sea un forastero, sino un antiguo alumno de aquel instituto de módulos prefabricados que aún no se llamaba Rafael Alberti, orgulloso de haber estudiado en él. Por eso los nombres de la mayoría de los vecinos de este reportaje, o son ficticios, o no aparecen.

Porque, aunque no apetezca, parece necesario hablar, y mucho, del informe que recientemente ha hecho público la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, rompiendo el silencio que rodea este bosque de bloques. Situación Social y Vulnerabilidad en la Barriada de la Paz de Cádiz es una radiografía de la realidad socioeconómica que vive una parte de La Barriada -la interior- una realidad de pérdida y envejecimiento de la población, de paro, de precariedad, de pobreza y de exclusión social arrastrada durante décadas de abandono que necesita de una intervención integral urgente. Ojo. No se trata de un trabajo de fría observación, sino de un proceso de investigación participativa en el que han colaborado agentes sociales claves, públicos y privados, vinculados al Programa de Zonas con Necesidades de Transformación Social. La propia asociación es vecina de La Barriada.

"Muchas veces es imposible estudiar", lamenta una joven que oposita para la Policía"Llevamos años esperando que arreglen calles y plazas", dice una portavoz vecinal

Quien conoce esta zona de la ciudad que habitan más de 11.000 almas, casi el 10% de los gaditanos, sabe que, en verdad, La Barriada no es una, sino muchas Barriadas. Hay una Barriada más o menos acomodada -la de las Mil Viviendas- que estrena un flamante paseo marítimo -La Bahía- con espectaculares vistas al segundo puente, pavimento nuevo y hasta un parque de ejercicios para los mayores. Y justo detrás, otra Barriada que sobrevive dignamente, como puede, en inhóspitos bloques sociales donde habría que condenar a vivir a los arquitectos que los diseñaron. Rodeados de calles que en realidad no son calles, sino espacios sobrantes, desperdicios de una urbanización catastrófica. Sin tiendas, sin bares, sin vida. Hay en la otra punta de la calle Barbate -la gran avenida de esta miniciudad- otra de esas muestras de arquitectura social 'de vanguardia' que sólo deberían padecer sus autores y que los vecinos han intentado humanizar convirtiéndolas en patios con geranios y gitanillas. Enmedio, un montón de bloques de escasa altura habitados por gente trabajadora, como la inmensa mayoría de los habitantes de La Barriada.

Ana espera que su amiga termine de limpiar la escalera de un bloque. Con veintipocos años lleva tiempo trabajando en una cadena de comida rápida "¿Que cómo veo La Barriada? No sé, yo sólo vengo a dormir... No me gusta... ¿Que por qué? Me imagino que por el ambiente...Por la droga... Por el ruido que arman algunos... Cuando no estoy trabajando intento estudiar, pero muchas veces es imposible... Estoy opositando... ¿A qué? A la Policía Nacional". Sólo una de sus vecinas le da ánimos. Y reconoce que algunos no la miran bien.

Es sólo un ejemplo de la desafección que sienten los jóvenes por su barriada, reflejada en el informe de la Apdha. Cuando la precariedad y la pobreza se normalizan, surgen la desazón y la desesperanza, a la que también ayudan la falta de implicación de las familias hacia su intereses y preocupaciones y un contexto educativo que hace de filtro social, expulsando precisamente a los más vulnerables.

Por la Bahía pasean tres amigos a quienes les faltan dos años todavía para poder votar: Pepe, Laura y Javi. Laura estudia un módulo de Administrativo. Pepe quiere empezar uno de Comercio. Javi todavía no sabe lo que va a hacer,. Lo que está claro es que Pepe y Javi viven en La Barriada de la que hay que irse. Laura, sin embargo, en la que uno puede quedarse.

A las puertas del Colegio Púbico Gadir, dos vecinas esperan a sus hijas, que por las tardes asisten a clases de zumba. Ninguna cree que la situación de La Barriada sea especialmente precaria, peor que la de otras zonas de la ciudad. Dicen estar muy satisfechas con la trayectoria académica de sus hijas en los colegios públicos de su entorno y de la labor de los numerosos colectivos. Y cuando se les pregunta por cuál es el principal problema, las dos coinciden: la convivencia con algunos vecinos. "Los ves pidiendo y diciendo que no tienen, pero tú sabes que sí". Otra de las carencias que señalan es la falta de equipamientos, como parques infantiles, para mayores e instalaciones deportivas, el nulo mantenimiento de las pocas que hay y el vandalismo. En cualquier caso, las dos se manifiestan muy orgullosas de su barriada. De lo bueno de su barriada.

Como María Luisa, la titular de un establecimiento que no quiere que se cite. Lleva 33 años trabajando en La Barriada y sólo tiene palabras de elogio para los vecinos. "Con todos tengo muy buen trato. Es verdad que al principio, hace mucho, tuve un par de problemas puntuales [se refiere a un par de robos], pero habría pasado en cualquier otra zona de la ciudad. Y tampoco he notado grandes cambios en los últimos años en relación a las preocupaciones, a los problemas que vengo escuchando: el principal, que los hijos no tengan trabajo y no poder ayudar lo suficiente a los que necesitan su apoyo económico. Afortunadamente, en esta zona la mayoría son jubilados de Astilleros, de Tabacalera, que tuvieron buenos sueldos y disfrutan de buenas pensiones... Tampoco es que haya muchos hijos que hayan vuelto al hogar familiar... los que acabaron separándose, como en todas partes". Sin embargo, a María Luisa, tampoco se le escapa el deterioro por abandono de muchas calles y plazas, del mobiliario urbano y de edificios como el Centro Cívico. Pero lo que no tolera es que se hable mal de su barrio. "Porque este es mi barrio, que paso más tiempo aquí que en mi casa", recalca.

"Yo no me puedo sentir orgullosa de la realidad que retrata el informe de Derechos Humanos, que la conocemos de primera mano, y a través de un estudio sociológico que hicimos hace ya tiempo", dice Manuela Molina, la presidenta de la Asociación de Vecinos Bahía Gaditana, uno de los colectivos que han colaborado con la Apdha. "Con los recursos de los que disponemos repartimos alimentos entre unas 180 familias especialmente necesitadas, codo con codo con Cruz Roja y con Cáritas, pero además atendemos a muchos vecinos al año que no tienen para pagar ni el agua ni la luz y se la siguen cortando, pese a que nuestro alcalde dijo que eso dejaría de pasar". Otro de los servicios que presta la asociación es una aula de informática en la que los vecinos pueden escribir sus currículos. "La crisis y el paro han hecho que muchos hijos hayan tenido que volver a la casa de los padres y hay casas en las que tres generaciones sobreviven gracias a la pensión del abuelo", explica la portavoz vecinal. "Pero esto no es una barriada de familias desestructuradas, de gente que genere problemas, sino de vecinos que tienen problemas y necesitan que se les ayude", resume. "Llevamos años esperando que nos arreglen calles y plazas, que se instale mobiliario urbano, que se impulse el comercio en una barriada que apenas si existe".

El informe sobre la Barriada de la Paz puede consultarse y descargarse en la página de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía en www.apdha.org/cadiz/

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