daniel sorando. sociólogo urbano

"Podemos tener una ciudad en la que no puedanvivir los camareros"

  • El experto sostiene que Cádiz experimenta "un principio" de turistificación

El término gentrificación tal y como lo conocemos surgió en el Londres de los años 60 a manos de la socióloga Ruth Clark: la palabra define "cambios en términos de clase en el que un segmento de nivel económico superior al de los antiguos usuarios se instala y hace las zonas más atractivas a residentes y gente que acude a comprar, etc". Parece un término asociado a la contemporaneidad, pero según Daniel Sorando, co-autor junto con Álvaro Ardura del libro First We Take Manhattan: la destrucción creativa de las ciudades (La Catarata), "es un fenómeno que podemos encontrar ya en el París del XIX: la especulación es la base de cómo se construyen las ciudades".

Aunque existen diferencias de criterio al respecto, para el especialista la turistificación sería una forma especialmente dañina de gentrificación y se incluiría en su definición: "Al fin y al cabo, también supone un cambio de los usuarios de barrio en términos de clases: llegan turistas a los barrios populares, suben los alquileres y los nuevos inquilinos, aunque sea por semana, pagan un precio mucho mayor que los anteriores. Y para mí la turistificación es especialmente perniciosa y peligrosa: la gentrificación al menos habla de residentes de larga estancia. La turistificación impide los lazos comunitarios y puede conllevar un uso poco responsable del barrio".

"Parece que estemos ante una realidad del turismo o la nada y la ciudad de escenario"

En España, Barcelona y Madrid serían los máximos exponentes de esta tendencia: "Quizá Barcelona esté por delante un par de años: el fenómeno ha llegado ya a todas sus zonas -explica Sorando-. Es tan intenso que una encuesta del Ayuntamiento decía que los turistas señalaban que el principal inconveniente de la ciudad eran los propios turistas".

Para Sorando, es normal que la gentrificación tenga buenos voceros "en un modelo económico tan pobre como el español, por su dependencia del turismo y la especulación inmobiliaria. Parece que estemos ante una realidad de 'el turismo o la nada' -desarrolla-. Pero hay que matizar: se producen mejoras en la zona o en el edificio pero no las personas que vivían allí. No es que adquieran mejor nivel económico o mejor educación: es que son desplazados. El problema social no se soluciona".

"Y el dinero llega, sí -continúa Sorando-, pero no se distribuye de manera igualitaria por toda la población, sino a través de los implicados, de los agentes especuladores y de los grandes inversores. Y si entran en juego Airbnb o Homeaway, ni siquiera pagan impuestos que a nivel de servicios, iluminación, basuras y demás, sí se dan. En términos agregados, los beneficios quedan en pocas manos porque, además, ya sabemos que en el sector turismo abunda la precariedad".

En el caso como de Cádiz, además, con una peculiaridad geográfica que hace que el extrarradio lo conformen, a efectos prácticos, municipios como San Fernando o Puerto Real, "si sales de la ciudad, aunque sigas trabajando en ella, sales de los impuestos". Para Daniel Sorando, una ciudad que pierde "un 1% de población en un año", tiene un problema demográfico que "no ha de ser ajeno" a la existencia de un parque inmobiliario ya bastante comprometido por cuestiones espacio y temporalidad. Las 1000 solicitudes de apartamentos turísticos -casi 200 en el caso antiguo en el último año-, más las fincas rehabilitadas con capital no autóctono, hacen pensar que se está viviendo un principio de turistificación: "Se juntan varias cosas -indica-. Los jóvenes no cuentan con seguridad laboral ni existencial para meterse en una hipoteca: más de la mitad prefiere alquilar. Pero el parque de vivienda en alquiler de larga temporada es muy pequeño, la demanda hace subir los precios y ya tenemos una pesadilla total. Si parte de ese escaso número de vivienda en alquiler es sacado del mercado para dárselo a turista, las opciones empeoran, aunque las cifras totales sean pequeñas".

"No nos engañemos -prosigue el experto-: los grandes inversores, que son los que se pueden permitir algo así, lo primero que se preguntan es dónde está barata la vivienda. Dónde está barata, con un escenario atractivo y con valor histórico. La crisis ha hecho de este país un caramelo. Ellos saben que es mucho más barato comprar una finca en Cádiz o en Madrid que en París, Londres o Nueva York".

"Se puede dar un caso como el de Palma de Mallorca: la ciudad necesita muchos camareros que, por supuesto, ni siquiera se pueden permitir seguir allí, aunque trabajen allí. Y, entonces, ¿qué tenemos? ¿Ciudades escenario? -desarrolla Sorando-. Una ciudad es una unidad muy compleja que depende de equilibrios frágiles que tienen que ver no sólo con la producción y el crecimiento económico desprovisto de consideración a la atención social. Si se rompen esos equilibrios, se produce una crisis urbana muy fuerte. Sé que gente como yo podemos parecer unos aguafiestas, pero venimos de una resaca muy fuerte y hemos de estar atentos. En España somos especialistas en no ver estas cosas".

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