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Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Grito violeta contra las violencias machistas

  • Más de un millar de personas se unen a la manifestación del 25 de noviembre en Cádiz, una cita que arrancó en la plaza del Palillero y que culminó en la plaza de la Catedral con la lectura de los manifiestos

La manifestación del 25-N en Cádiz, a su entrada a la plaza de San Juan de Dios.

La manifestación del 25-N en Cádiz, a su entrada a la plaza de San Juan de Dios. / Julio González

Hartas de minutos de silencio a las puertas del Ayuntamiento donde lamentar y recordar a las víctimas, los hombres y mujeres feministas gaditanos salieron a la calle este 25-N en un grito, en un grito violeta, con el que aliviar el peso de los nombres de mujeres y niños asesinados por las violencias machistas en lo que va de año. Natalia, 20 años; María, 77 años; Pilar, 48 años, Dolores, 70 años; Mar, que nos parte el corazón, 2 meses... Pequeños carteles individuales que conforman el lánguido bosque de nombres que encabezan la manifestación en Cádiz por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, que arrancó de la comodidad del hogar a más de un millar de personas de la ciudad que unieron sus voces contra el silencio, en un grito, un grito violeta, para advertir que “ni una menos” y que “vivas nos queremos”.

Para advertir y para exigir “a los gobernantes que la lucha contra el terrorismo machista es una cuestión de Estado, no privada, y que todos los medios que se destinen serán insuficientes si no invertimos en educación, en sensibilización y en prevención”, tal y como rezaba el manifiesto firmado por los colectivos feministas de la ciudad, una de las proclamas que la tarde de este 25 de noviembre se pudo escuchar en la plaza de la Catedral, donde concluyó el acto reivindicativo.

Antes, una hora y media antes de que las mujeres y hombres de diversas edades y condición recogieran pancartas y lemas para llevarse su frustración y sus esperanzas a otra parte, la manifestación del 25-N se armaba de razones en la plaza del Palillero donde minutos antes de las seis, la hora de la convocatoria, ya se fueron probando los cánticos que jalonarían todo el recorrido.

Los gritos. El grito violeta que ahora es “¡abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer!”, que ahora es “¡no es no, lo demás es violación!”, que ahora es “¡fascismo legal, vergüenza nacional!”, que ahora es “¡mi cuerpo es mío!”... Los gritos, el grito, que condensa en apenas un verso, en apenas un lema, toda la columna vertebral de un movimiento que no sólo se lamenta por los asesinatos sino que se afana por detectar sus causas en la desigualdad sistémica instalada en instituciones y en el corazón mismo de la sociedad: la justicia, la violencia sexual, el retroceso en el sistema de derechos...

“¡Ustedes, machistas, sois los terroristas!”, “¡Resistencia, Re-sis-ten-cia!”, “¡¿te cansas de oírlo?, nosotras de sufrirlo!”... El grito... Y sobrevolando, el silencio. El de María, 46 años; Gloria, 58 años; Sheila, 29 años; Verónica, 30 años... Dejándonos el corazón chico cada vez que alzamos la cabeza durante la senda que enfila Novena, que explota por Ancha, que retuerce San José buscando San Francisco, no sin antes encontrar Mina y el Tinte, que prosigue por San Juan de Dios para acceder a la Catedral por Pelota, como en un recorrido procesional, penitentes, todos, cómplices en la construcción de una sociedad que no nos gusta, que rechazamos, una sociedad que no ama a las mujeres.

“Que dicen las cifras oficiales que si 51, 52 o 50... Y no, nosotras sabemos que los femicidios alcanzan este año a 90 mujeres porque en las cifras oficiales no se cuenta la hermana, la cuñada o la mujer que un hombre ha asesinado, simplemente por ser mujer no por ser su pareja”, recuerda la activista y exconcejala Ana Camelo que también toma la palabra en las postrimerías de las lecturas de los manifiestos que inauguró una de las miembros del Consejo Social de la Mujer con un texto que seguía esta misma línea.

Porque “¡no es un caso aislado, se llama patriarcado!” insisten los manifestantes que a pesar de su inmensidad variedad no dudan en señalar la relación (¿quién la duda ya?, pues habrá quien...) entre violencia contra las mujeres, machismo y sistema patriarcal, un triángulo que solo aboca a una sociedad más desigual, más desdichada.

El grito, que tiene un color, ¡claro que sí!, el violeta, el tinte con el que se viste el feminismo que “los sectores más reaccionarios de nuestra sociedad pretenden manipular haciendo creer que buscamos enfrentar hombres y mujeres”. Una auténtica “demagogia”, como se incide en el manifiesto de estos colectivos que con su impulso, sus proclamas y pancartas dan empuje y pegada a la manifestación en Cádiz.

Algunos de los nombres de las víctimas de la violencia machista durante este año, en la manifestación del 25-N en Cádiz. Algunos de los nombres de las víctimas de la violencia machista durante este año, en la manifestación del 25-N en Cádiz.

Algunos de los nombres de las víctimas de la violencia machista durante este año, en la manifestación del 25-N en Cádiz. / Julio González

Por eso el grito es el eco final de muchos gritos: los de las chavalas y chavales del IES Cornelio Balbo que, orgullosos, defienden en su cartel “educación feminista” contra “la sociedad machista” y que llenan de juventud, de esperanza y de alegría la manifestación; los de las voces espabiladas, despiertas, clarificadoras de las universitarias que se colocan tras el lema “las jóvenes paramos hoy para conquistar el mañana” y zarandean la marcha megáfono en mano, poder en los cuerpos; los del ingenio de algunas de las veteranas Mujeres de Acero, del Consejo de la Mujer, de Macondo, que en sus carteles le cosen, literalmente, la boca a Ortega Smith, a Cayetana Álvarez de Toledo y a Alicia Rubio, quien, presumiblemente, inspiró estos collages con su reciente declaración de que pondría como asignatura obligatoria, en vez de feminismo, costura.

Las jóvenes de Ni Una Menos, las de todas las edades de la Asamblea Feminista de Cádiz, de la asociación Arrabal-Aid, del colectivo Amigas al Sur, del Café Feminista, que se colocan tras su deseo por escrito de “Nos queremos vivas, libres y rebeldes” conforman también los cientos de timbres de un mismo grito en el que también suenan los versos libres, los hombres, mujeres y niños que se suman a la marcha sin filiación a movimiento alguno pero con el firme convencimiento de que hay que acabar con esta lacra social llamada violencia machista, violencias machistas.

Por eso aplauden, todos aplauden, cuando en la plaza de la Catedral se leen las exigencias: “presupuesto para el Pacto de Estado contra la Violencia de Género”; “que nuestras legislaciones y recursos se adapten a lo firmado en 2011 en el Convenio de Estambul, actualmente sin aplicación en España”; “la necesaria reforma de la Ley Orgánica de Medidas de Atención Integral contra la Violencia de Género 1/2004” donde se recoja “la inclusión del matrimonio forzado” y la “reformulación de las leyes contra la libertad sexual”; “igualdad de condiciones económicas y laborales entre hombres y mujeres, incluyendo acabar con el techo de cristal”; “un sistema educativo donde se rescaten las aportaciones de la mujer en los diferentes ámbitos del saber”; “un compromiso real y efectivo por parte de los partidos políticos en la defensa de una sociedad realmente igualitaria”...

Todos, mujeres y hombres, mayores y jóvenes, aplauden y gritan. Por ellos y por Rita, 57 años; Manuela, 60 años; Ana Lucía, 49 años, María José, 43...

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