La Estación Marítima, a la deriva
Marítimas El conocido restaurante busca un futuro asfixiado por las reglas de seguridad y la crisis
La crisis y las normativas de seguridad que se impusieron tras los atentados de Madrid y Nueva York han provocado la decadencia del que fuera un lugar de referencia en la vida de los gaditanos
Las estaciones marítimas son un concentrado de esperanzas, despedidas, sueños e incógnitas. Bombean viajeros, como corazones imposibles de hierro y piedra, en barcos que llegan a los lugares más remotos. La de Cádiz, además, ha sido durante años un punto de encuentro para los gaditanos y entre sus paredes de ladrillo se han casado, han celebrado comuniones y hasta se han disfrazado por Carnaval. Sin embargo, desde hace algún tiempo, el salón está cerrado, el bar aparece vacío a la hora de comer y ya no hay chirigotas que canten sus cuplés.
"La cosa está mal", admite Francis, el encargado del restaurante de la Estación Marítima. Estamos en plena Semana Santa pero apenas un par de clientes se apoyan en la barra y disfrutan de unos vinos. Por una vez, no es por la crisis. Al menos, no del todo. Porque "el muelle tiene menos trabajo", asegura, pero ésta no es la razón que explica que el restaurante ya no tenga el bullicio que tuvo. "El inconveniente, aclara Francis, es el acceso al muelle, que es muy difícil. Es prácticamente imposible entrar si no dices que vas a coger el vapor".
Después de los atentados de Nueva York y Madrid las normas de acceso a los puertos se endurecieron, lo que tuvo un efecto fatal para el restaurante. La Autoridad Portuaria es consciente de ello, pero poco puede hacer. Francis lo acepta, aunque asegura que han intentado "de todas las maneras" buscar una solución, que les han explicado que "van a menos y que se están perdiendo puestos de trabajo", pero la normativa hay que cumplirla. "Antes éramos once o doce, cuando teníamos el salón incluso más, pero ahora somos cuatro, a veces dos". Porque esa ha sido la puntilla. A falta de celebraciones que organizar, el restaurante no renovó la concesión del salón en 2003. Adiós a las bodas frente a la Bahía, se acabaron las comuniones.
Ahora ese salón está "completamente vacío" y "todo el mundo se tiene que ir fuera" para celebrar esos acontecimientos, pero Francis se siente satisfecho con el trabajo que se hizo mientras se pudo. "Siempre hemos intentado ser muy cercanos, todos se han ido siempre con mucho cariño, muy contentos", recuerda. El restaurante era "un lugar de reunión de la gente de Cádiz" y "todo el mundo que venía aquí se quedaba maravillado". Todavía por la calle hay quien le recuerda y le para, y le aseguran que han querido volver a la Estación pero que no han podido. "Son cosas que te llenan". Como ver el salón repleto de gente escuchando la actuación de cinco o seis chirigotas durante las cenas de Carnaval: "Siempre nos ha salido bien. Me pedían que les guardara el sitio para el año siguiente... Eso la gente lo echa de menos", cuenta.
Ahora los camareros sirven cafés y dan de comer a los trabajadores del muelle, de las oficinas de la Estación Marítima y a los pocos que aún se acercan hasta allí. ¡Qué contraste con los recuerdos de Salvador Sánchez Ortega! Trabajó durante 40 años en el restaurante y ha vivido su auge y su declive, aunque se jubiló hace año y medio. Mondeño, como lo llamaban en los primeros años, cuando el café todavía pertenecía a los hermanos Molinero, recuerda como hace veinte años trabajaban veinte camareros, colocaban cien veladores a los pies del mar y cerraban a las cinco de la mañana. "Todo lo que diga era poco, lo mejor que ha habido en Cádiz". Luego la cosa se deterioró. Hasta tal punto que ahora Francis tiene que prevenir a sus clientes de que a las diez de la noche cierran las puertas del control.
Francis asegura que, a pesar de que en estas condiciones el negocio "no da más de sí", los dueños no piensan en el cierre. "La idea es aguantar" y esperar, también, a ver qué ocurre con el traslado de los contenedores a la nueva terminal, que dejaría el muelle sólo para cruceristas. Pero Francis ha escuchado tantas cosas en los últimos doce años...
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