Las Cuestas de San Severiano
Tribuna de historia de Cádiz
El autor de este artículo describe este barrio de Cádiz como un espacio para el esparcimiento de los gaditanos debido a la cercanía de la ciudad a intramuros
LA última vez abordamos el barrio de San José y ahora le toca su turno a otro de los núcleos de población más importantes que se desarrollaron en el extramuros de la primera mitad del siglo XIX, el barrio de San Severiano. Esta población se forma frente a la bahía en los terrenos de la conocida como Punta de Vaca, donde, desde el siglo XVI que sepamos por los viejos grabados de Hoefnagel, se practicaba la pesca de almadraba. Como queda referido en el Callejero de Smith de 1913, el nombre de Punta de Vaca le venía de las numerosas vacas que en estos terrenos tenían las comunidades de genoveses de Cádiz y el de San Severiano de una ermita allí ubicada. Ya a comienzos del siglo XIX contaba todo este frente de la bahía con la defensa de las Baterías del Romano, además de las de la 1º y 2º Aguada. De este modo avanzamos hasta la década de 1850 en que se llevan a cabo los rellenos en esta zona para permitir el paso del tendido ferroviario. Un proceso que desembocaría en la formación de las famosas cuestas que separaron el barrio en dos y el Puente de San Severiano, el cual se encontraba a la altura del actual colegio Argantonio, comunicando las dos partes. Finalmente, el primer tren pasó bajo el puente el día 3 de marzo de 1861 a las 14:15 horas como sabemos gracias al famoso dibujo custodiado en el Archivo Municipal de Cádiz.
Tras este punto de inflexión el barrio continuaría su desarrollo y acabaría consolidándose como un espacio de esparcimiento para los gaditanos, debido a su cercanía con la ciudad a intramuros como se indicaba en las cartas y postales de la época. No nos son ajenas en absoluto las imágenes del famoso fotógrafo gaditano Ramón Muñoz donde las familias burguesas se echaban sobre la cuestas con sus cestillos llenos de ricas viandas a ver pasar el ferrocarril los domingos por la tarde. De este modo la zona se llenó de merenderos como el de Víctor, la Estrella, la Industria y el Buena Vista, además de polos industriales como el de las cercanas Bodegas Lacave y Abarzuza en la Segunda Aguada o la conocida Fábrica de Gas Lebon levantada en 1868, frente al Cementerio Inglés, la cual sustituyó a la anterior ubicada en la actual Plaza de la Merced, proporcionando gas para la iluminación de la ciudad. También el deporte tuvo su representación con el Velódromo (carreras de bicicletas) de la sociedad de Sports. Tengamos en cuenta el papel determinante que el ferrocarril desempeñó en el desarrollo de estas industrias y en el transporte de pasajeros que salían de la ciudad a disfrutar del campo. En este contexto tan interesante volvemos a traer a la figura del Padre Rose que como sabemos visitó Cádiz durante los Tosantos de 1873, aportándonos el siguiente relato extraídos de la obra “Cádiz en la Primera República”.
Cuenta cómo salió a extramuros por el lado de la bahía y a la derecha encontró el conocido Cementerio Inglés, las casitas bajas, las bodegas y las aguadas. Las bodegas en este tiempo habían pasado a constituir una parte fundamental de la economía gaditana ante la imparable caída del comercio y respecto a las famosas aguadas 1º y 2º, estas se encargaban de surtir de agua dulce a los buques de la bahía gracias a los magníficos aljibes ubicados en esta zona de extramuros. Continúa describiendo los muelles de las bodegas frente a la bahía, sobre los que se hacen rodar los barriles rumbo a las gabarras. A continuación, pasan a entrar en una de las bodegas más grandes y nos relata los oscuros pasillos y un enorme barril que almacenaba 36.368 litros de Jérez, completándose el panorama con la friolera de 6.000 barriles que podían almacenar entre 254 y 509 litros cada uno. A la salida se sorprendió con otra escena imponente, la de una veintena de estibadores españoles y árabes cargando una battea con duelas (listones de barril) con medio cuerpo metido en el agua y vestidos con fajas. No aporta mucho más a parte de algunos borrachos que salían de los merenderos con algunas copas de más. Dejando el testimonio de Rose a un lado, conviene resaltar también la celebración de la Velada de Santiago y Santa Ana en este barrio durante los meses de verano, al mismo tiempo que la de Nuestra Señora de los Ángeles, las cuales nos vienen referidas en la publicación de 1884 de la “Revista de Festejos”. En ella se nos menciona como la alameda y la plaza de San Severiano quedaban iluminadas por medio de 600 farolillos de colores de estilo veneciano, además de bandas de música y fuegos artificiales. De esta Plaza de San Severiano nos da buena cuenta una de las magníficas fotografías de Rocafull en la década de 1880, la cual podéis ver en esta publicación.
Siguiendo el curso de las celebraciones llegamos a la Exposición Marítima del verano y otoño de 1887 impulsada por la Diputación Provincial, Segismundo Moret y la Compañía Transatlántica, en la cual y al uso de las exposiciones universales de su tiempo se daban a conocer todos los adelantos tecnológicos navales en magníficos pabellones de madera de diferentes temáticas a fin de potenciar la industria naval que pronto habría de instalarse en Cádiz. No solo se expuso maquinaria sino múltiples obras de arte relacionadas con el mar, productos extranjeros en un magnífico bazar, arquitectura neomudéjar a la moda, deliciosos jardines a la inglesa, salones de baile al aire libre iluminados con luz eléctrica durante las noches y una grandiosa flota fondeada en la bahía (próxima regata 2023). No en vano la exposición se dividió en una sección terrestre y una marina en el muelle a donde arribaron muchos de los buques. Se celebraron carreras de caballos en el hipódromo de Puntales, regatas, cucañas marítimas, fuegos artificiales, corridas de toros, festivales de ópera y grandiosos banquetes, funcionando los ferrocarriles incesantemente en el transporte de los gaditanos. Para más inri durante las obras de preparación de la exposición en estos terrenos de Punta de Vaca fue hallado el magnífico sarcófago fenicio masculino, el cual daría impulso a la fundación del Museo Arqueológico en el mismo edificio de Daura del Museo de Bellas Artes con entrada por el Callejón del Tinte. Este último estaba previsto por Decreto de la Reina Isabel II de 21 de marzo de 1867, pero no fue hasta este momento, 20 años después que quedó inaugurado, siendo vendidos al extranjero innumerables restos arqueológicos durante estos años en que la I República y el Gobierno de Alfonso XII hicieron oídos sordos. También durante estos años finales del siglo XIX y principios del XX se instala en San Severiano el Sanatorio Madre de Dios, a expensas de la familia Moreno de Mora, siendo este hermano de la famosa Casa Cuna.
Volviendo sobre la cuestión de la industria naval cabe destacar el muelle Lacassaigne que ya se habría proyectado desde mediados del siglo XIX, pero que había quedado en el más absoluto olvido hasta este momento, careciendo Cádiz de unos buenos astilleros, los cuales llegarían definitivamente el 23 de julio de 1891 con el nombre de Vea Murgía (famosa familia y calle) los cuales rescataron buena parte de las instalaciones de la exposición para el futuro astillero, que durante esta década final de 1890 construiría magníficos buques como el Acorazado Emperador Carlos V en 1895. Los cuales dan
buena cuenta de lo desarrollada que estaba la flota española durante la próxima Guerra de Cuba de 1898, aunque misteriosamente estos buques jugarían un papel casi inexistente en el conflicto como consecuencia de unos buenos dólares adecuadamente distribuidos entre los bolsillos de los insignes ministros españoles de su tiempo y a costa de la vida de tantos hombres valientes. Con la entrada en el siglo XX y más concretamente en 1912 pasaría el tranvía por encima del puente de San Severiano por primera vez. De ese modo llegaron los nuevos Astilleros Echevarrieta y Larrinaga de 1918, los cuales podemos apreciar en la enorme vista fotográfica del catalán J. Andrieu de 174 cm, la cual fue tirada desde una de las grúas de los astilleros, abarcando todo el frente de la bahía, los enormes glacis de Puerta de Tierra y la propia ciudad de Cádiz. El remate final de esta historia vendría de la mano de la nefasta Explosión del verano de 1947, la cual se originó en unos depósitos de minas ubicados en estos astilleros, lo que resultó en la pérdida de tantas y tantas vidas y de la práctica totalidad del Barrio de San Severiano. Un desastre de tal magnitud que provocó la destrucción del viejo extramuros y al mismo tiempo abrió las puertas al crecimiento del moderno de mediados del siglo XX, los comienzos de la ciudad absolutamente urbanizada que conocemos hoy. El actual barrio con sus patios de la Milagrosa, el Corte Inglés, sus urbanizaciones, los magníficos jardines de Celestino Mutis y la inconfundible vista nocturna de la Bahía.
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