Libros de vanidad. Por Fernando Santiago
LIBROS DE VANIDAD
La vanidad es lo último que se pierde, después incluso que la esperanza o el paraguas. La gente con la edad no solo no la pierde sino que la acrecienta, con versiones edulcoradas de su propia biografía o alteraciones por la cara, donde se ponen como luchadores antifranquistas y extravagancias así . La vanidad es una fuerza incontenible, es lo que hace que muchos se dediquen a la política, sin ir más lejos. En el mundo editorial llaman “libros de vanidad” a las pequeñas novelitas autopublicadas o editadas por minieditoriales que sirven para que el autor se dé un pequeño baño de elogios entre gente que no ha leído su libro en su vida ni lo van a leer jamás, pero van al acto de presentación, lo compran, te lo ponen a la firma y quedan como reyes. El presunto autor se hincha como un pavo porque se cree que ha alcanzado la gloria, ha subido al parnaso donde están los grandes escritores que en el mundo han sido. Ahora hay muchos que en lugar de ser periodista o profesor son “periodista y escritor” o “profesor y escritor”. Ya dijo Mario Onaindía que en España al que escribe un libro le llaman escritor y al que lee dos, intelectual. Debe ser que hay mucha gente insatisfecha con la profesión que ejerce. Yo he visto a maestras titularse como actrices, a locutoras ocasionales como “comunidadoras”. Ahora hay gestores de contenidos porque en las redes cabe todo, cualquiera se abre una cuenta y ya se cree que es alguien importante. En las redes nos pegan la brasa algunos que sacan un libro y lo van presentando pueblo a pueblo, barrio a barrio , como Aquiles y la tortuga, hasta el infinito y más allá. Nos ponen en las redes sociales todos sus actos como si fueran Pérez Reverte, los incautos pican y se piensan que su vecino es una célebre autor, ellos mismos se pegan un pisto de categoría internacional, para luego volver a sus ordinarias vidas de gente corriente a las que se resisten porque deben estar insatisfechos con su profesión. Nadie dice que el rey va desnudo, para qué quedar como un malaje cuando basta con darle al “me gusta” o, si se va un poco más allá, ir el día de la presentación a hacer bulto. Ahora cualquiera edita 100 libros o encuentra a algún incauto que se lo edita, así se sienten importantes. Desde aquí os lo digo a todos los que pegáis la brasa en las redes sociales: ya sabemos que habéis publicado un libro, no insistáis, cuando os veamos nos haremos el bienqueda y os diremos qué bueno el libro, cuánto me ha gustado, qué bien escribes, voy a ver si compro otro para mi padre, o algo así. Pero cesad ya de dar la brasa.
Fernando Santiago
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