Poner la feria

La feria era un fulgor de pocos días, ya luego sólo nos quedaba -que no era poco- el cine Madariaga, los otros cines de verano

Están poniendo la feria. Digo que me he levantado y he mirado por a ventana: están poniendo la feria. Y a continuación este levantazo. Poner la feria es una suerte de imagen metafórica, porque ¿qué es poner la feria? Parece evidente que es trazar el cableado, establecer las parcelas donde van las casetas, disponer las calles. Pero la feria no ha llegado, que llega cuando la noche antes, el día primero, la alcaldesa -atención- 'enciende el alumbrado'. Hemos creado casi todo, la Feria, el alumbrado, encender el alumbrado… Es como la gradación de los vientos llamados 'de levante', que soplan fuerte cuando llegan los días de feria, de San Enrique a la Virgen del Carmen. Infalible el que lo haya previsto. Es como lo de ayer, que enloqueció las copas de los árboles del parque. Sí, quería decir que está el levantito, la levantera, el levantazo y el levante del carajo o del copón. Puede que haya más. No es lo mismo un levante que te coge por la mitad que el que viene debilitado por los obstáculos que se le anteponen, desde un monte a un recodo del camino o una torre de pisos. Pues eso, están poniendo la feria ya. Que vuelve al parque, como cuando era niño. En el parque casi terminaba la Isla, luego estaba el 'Lapero', la vía del tren, el eucaliptal y los Mixtos y El Molino. La nostalgia es como un levante firme y suave que se cuela por los entresijos de la memoria. Así que se ha traído la feria, provisionalmente, a donde estuvo, el parque. Se decía el parque porque sólo había uno. Los otros parques los puso Antonio Moreno, como el parque del Oeste y el parque de las Huertas. Ya no recuerdo si también puso los otros que hay. En ese tiempo detenido que eran las ferias de entonces, recuerdo siempre las tómbolas. Contaban con los mejores vendedores que se conocen. Con un micrófono en la mano y unas gargantas inagotables. Todos los días invitando a comprar en el sorteo de una muñeca o de vaya usted a saber. Los niños, como en estos tiempos, volvíamos dormidos en los brazos de nuestros padres. Poner la feria es poner la pantalla del recuerdo, iluminar la memoria. Nunca podré olvidar el calor de la mano de mi padre, tan cálido, tan lleno de amor. La feria era un fulgor de pocos días, ya luego sólo nos quedaba -que no era poco- el cine Madariaga, los otros cines de verano. Era una gratificación diaria la sesión doble bajo el cielo estrellado de la isla, el cielo lleno de humedad y la fragancia de los jazmines y las damas de noche. Glorioso verano de tanto años felices de la ciudad.

Ahora ponen la feria, con el tiempo suficiente. Patricia Cavada -me temo- va a sufrir mucho su buena fama de gestora. No puede defraudar.

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