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Cultura

Los demás, con sus sueños

  • Javier Salvago compone en 'No sueñes conmigo' un volumen de relatos en torno al tema de nuestra insuficiencia para tomar las riendas de nuestras vidas

El destacado poeta sevillano Javier Salvago conocido representante de aquel experimento generacional que vino a llamarse poesía de la experiencia, nos viene sorprendiendo desde hace unos años con un puñado de obras en prosa entre las que se incluyen dos libros de memorias, uno de aforismos y dos de relatos, el último de ellos, este No sueñes conmigo que acaba de aparecer en La Isla de Siltolá.

Nos acercamos a este libro con la esperanza de encontrar en él al mejor Salvago, ese que sabe cantar lo vivido y llorar lo perdido sin aspavientos, medido y comedido, centrado y acertado. Y no decepciona, aunque el autor nos sorprende con un puñado de historias que se inclinan hacia ese lado oscuro de la realidad en el que conviven temores y deseos. Salvago parece decantarse por experimentar en el terreno siempre complicado del género fantástico, también en el de terror, incluso en el de la ciencia ficción. Todos estos ingredientes forman parte de un libro personalísimo, en el que adivinamos una escritura libre de prejuicios, en el que se presiente un único objetivo: disfrutar intentando ordenar la realidad por el exclusivo método de analizarla desde un punto de vista excéntrico y, en algunos casos, disparatado.

El relato que da título al libro, No sueñes conmigo, nos pone sobre la pista. Lo protagoniza un "sensitivo" que descubre no sin horror sus poderes premonitorios, su capacidad para ver en sueños la muerte de otros, aunque no puede hacer absolutamente nada para evitarlas, tampoco para prevenir la suya. Este personaje nos da la clave de muchas de las historias que componen este libro, que giran en torno a la imposibilidad de intervenir en el discurrir del propio destino. Salvago nos enfrenta a un dilema sobre el que la mayoría hemos reflexionado alguna vez: nuestra insuficiencia para tomar las riendas de nuestra vida en un contexto de hiperinformación y constante exposición pública.

Estos relatos de prosa directa y sin artificio suponen una incursión en esa realidad paralela en la que conviven fantasmas que enraízan con la más pura tradición del terror gótico, como ocurre en el cuento Sara está aquí; pertinaces suicidas que acaban tomándole cariño a la vida (El suicida reincidente), superhéroes con un insospechado talón de Aquiles familiar (Kevin el inmortal), insistentes investigadores de las manifestaciones físicas de la depravación (La marca de Caín) o dioses y demonios que juegan con el destino del mundo (Dioses y demonios). Pero esa realidad paralela no sólo hace referencia al ámbito sobrenatural o espiritual, también se contextualiza en el mundo virtual en el que todos estamos implicados en mayor o menor medida, porque todos somos fantasmas en el mundo intangible de las redes sociales.

Tienen algunos de los relatos de No sueñes conmigo carácter de fábula moral que destapa nuestra incapacidad para cambiar el curso de los acontecimientos y la probada facilidad del hombre para tropezar dos veces con la misma piedra. Es lo que parece decirnos Salvago con el relato más extenso de la colección, que lleva el elocuente título de La historia profana. Aunque el autor nos advierte de que "cualquier parecido con la realidad y con la historia oficial es mera coincidencia", nos resulta fácil reconocer a ese líder mesiánico que acaba siendo crucificado, mediáticamente esta vez, y el contexto en el que se desarrolla la narración, que podríamos calificar como de "candente actualidad". En este relato, como en otros del libro, Salvago nos propone asomarnos a la realidad a través de un espejo deformante. El resultado no puede ser otro que esperpéntico.

Cierra el volumen un conjunto de microrrelatos. Algunos de ellos pisan la débil línea existente entre la narración brevísima y el aforismo, como este Orteguiana: "Tenía tan poco yo que era sólo sus circunstancias". O este otro titulado Vieja gloria: "No salía de su pasado ni para ir a comprar el pan". Sirven estos textos finales de contrapunto irónico y humorístico de los relatos precedentes, aunque en ellos también encontremos fantasmales venganzas (Escápate un ratito) y absurdos ajustes de cuentas con el destino (Crimen sin castigo).

"No soy el mejor yo / Pero, al menos, aguanto y sobrevivo / Los demás, con sus sueños / -cansados, derrotados, aburridos-, / fueron cayendo / uno tras otro en el camino", nos dice Javier Salvago en estos versos de su poema La lucha por la vida, que nos recuerdan a muchos de los protagonistas de estas historias, seres que no son la mejor versión de sí mismos, pero que siguen ahí intentando sobrevivir, pese a que, inevitablemente, muchos caigan en el camino.

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