Con la venia
Fernando Santiago
Zambombá
FALTA de tacto. De respeto. Y de cintura. Al menos política. Les cuento dos episodios que no honran a sus protagonistas como adalides de la libertad de expresión. Uno de ellos en San Fernando, hace unos días. El otro en Cádiz, el año pasado. Ya saben, las ciudades que acunaron -y en estos casos adormecen- el decreto de imprenta de 1810.
En rueda de prensa pregunté al alcalde isleño, Manuel María de Bernardo, por la defensa del ex cajero municipal, Clemente Ruiz García, el principal imputado por el desfalco de 7,8 millones de euros de las arcas públicas, que alega que sus superiores estaban al tanto de las irregularidades contables. La mordaza del alcalde fue ignorarme: ¡Otra pregunta!, espetó airado dirigiéndose a otro compañero. Ante su desfachatez, insistí. Inmediatamente repuso que no tenía nada que decir. Con eso hubiera bastado en primera instancia y le recordé que esa actitud es antidemocrática. De Bernardo pidió disculpas y le tendí la mano. Luego justificó su conducta porque está harto del asunto. Gajes del cargo: responder a las preguntas, aunque sea para decir que no dice nada, señor alcalde. Esencia de mi oficio: hacer preguntas y repetirlas, si usted me ignora. Otro capítulo. Playera y explayada comparecencia del concejal gaditano Ignacio Romaní. Era el día después de la última edición de las barbacoas del Trofeo Carranza. Al término del balance municipal aludió a una información emitida en un canal de televisión andaluz que, según él, señalaba que las playas gaditanas son las más sucias de Andalucía. Romaní tuvo mala suerte, aquella vez. El autor de esa pieza televisiva, emitida el fin de semana anterior en el informativo autonómico de Canal Sur Televisión, fui yo. Y su denuncia, una mentira.
Mi siguiente pregunta fue obvia: ¿Usted ha visto esa información? No la había visto. Hablaba de oídas. En este caso tuvimos una discusión más tensa. Si la hubiera visto y escuchado habría sabido que la noticia citaba amplia y asépticamente los planes municipales de limpieza. Ni por asomo se refería a Cádiz como una de las ciudades más sucias de Andalucía y, por supuesto, incluía testimonios de ciudadanos que reconocían que a veces tiran la basura al suelo sin más. Todo ello acompañado de los planos de esas latas y paquetes de patatas que vemos esparcidas en las playas gaditanas con demasiada frecuencia. Sencillamente porque hay ciudadanos que siguen sin concienciarse. Por último también pidió disculpas, no sin antes recriminarme que le hubiera replicado en público. ¿De veras piensa, señor concejal, que tiene derecho a criticar públicamente mi trabajo y no voy a contestarle? Además matizó que sus declaraciones no tenía que discutirlas conmigo sino con mi director territorial, amén de trasladar una queja al Consejo Audiovisual de Andalucía. De momento no he tenido más noticias de esas advertencias.
Mala sombra cobija a la libertad de información que perfuman los ayuntamientos de San Fernando y Cádiz si sus representantes se apuntan a la moda gris, desterrada de otros tiempos, de mandar a callar y no tolerar preguntas.
Tengan claro, señor alcalde, señor concejal, que los periodistas seguiremos preguntando, a ustedes y al resto de los representantes políticos, sea cual sea su color político. Hay vida más allá del sectarismo.
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