El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

La ciudad y los días

Carlos Colón

No se enteran

CHESTERTON dedicó un capítulo de su obra El manantial y la ciénaga a denunciar los tres enemigos de la familia. Como lo escribió en 1935 uno es el comunismo, al que compara con "la horrible colmena humana -¿o inhumana?- descrita en la novela del señor Huxley (Brave New World o Un mundo feliz) como un mundo vil, sucio y, fundamentalmente, infeliz". Otro, también lógico en aquellos años, es el nazismo que destrozaba a la familia, diciendo defenderla, sometiéndola a un poder absoluto que se infiltra en todos los órdenes y valores de la vida. Y el tercero es el capitalismo. "Nunca se dirá lo suficiente -escribe el brillante polemista- que lo que ha destruido a la familia en el mundo moderno ha sido el capitalismo. Sin duda podría haberlo hecho el comunismo, si hubiera tenido una oportunidad fuera de esa tierra salvaje en la que florece actualmente. Pero, en cuanto a lo que nos concierne, lo que ha destruido hogares, alentado divorcios y tratado las virtudes domésticas cada vez con mayor desprecio, ha sido la época y el poder del capitalismo. Es el capitalismo el que ha destruido la influencia de los padres a favor de la del empresario; el que ha sacado a los hombres de sus casas a la busca de trabajo; el que los ha forzado a vivir cerca de sus fábricas o de sus empresas en lugar de hacerlo cerca de sus familias y, sobre todo, el que ha alentado por razones comerciales un desfile de publicidad y chillonas novedades que es por naturaleza la muerte de todo lo que nuestras madres y nuestros padres llamaban dignidad y modestia. No es el bolchevique, sino el jefe, el publicitario, el vendedor o el agente comercial quien ha derribado y pisoteado, como una salvaje invasión de bárbaros, la antigua estatua romana de Verecundia (representación de la dignidad)… Cuando veo a la familia hundirse en estos pantanos de amorfa futilidad me siento inclinado a decir: '¡Tráiganme a los comunistas!'. Mejor es soportar las batallas bolcheviques y el brave new world que ver el antiguo hogar del hombre corrompido silenciosamente por tales gusanos" (en Por qué soy católico, Ediciones El Buey Mudo, 2009).

74 años después, extinguido el nazismo y en extinción el comunismo, la Conferencia Episcopal sigue sin enterarse de que el peor enemigo de la familia -cristiana o no- es el capitalismo neoliberal y consumista; más peligroso por más flexible y más aparentemente humanizado; más poderoso por su capacidad para mimetizarse con todos los poderes -de izquierdas o de derechas- para ponerlos a su servicio, asumiendo la apariencia de sus antiguos valores o reivindicaciones.

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