La firma invitada

Javier Anso

El limbo existe

Sí, el limbo existe. Y está en Ceuta. Viven en él unas seiscientas personas. Hombres y mujeres jóvenes. Algunos niños. Casi todos, subsaharianos. Algunos asiáticos. Eso sí: viven, como si no vivieran. Sin nada que hacer. Entre paréntesis. En el "limbo".

Recientemente, miembros de la organización católica Justicia y Paz de 25 países de Europa, les hemos visitado. Nos pidieron ayuda, pero no les dimos falsas esperanzas. Sí nos comprometimos a contar en nuestros países, "lo que hemos visto y oído".

¡Qué testimonios escuchamos, tanto en la iglesia de la Virgen de África como en un centro de acogida o comiendo con ellos! Venían del Camerún, de Sudán, de Somalia, de Costa de Marfil, de la India…Tenían entre veinte y treinta y pocos años. Abandonaron sus países a causa de la guerra, escapando de un matrimonio forzado, o de la pobreza. Tras mil peripecias, y no pocos engaños, llegaron a Ceuta. ¡Ya estaban en Europa! ¡Por fin iban a comenzar una nueva vida, trabajar, y enviar dinero a sus familias! Y era verdad: estaban en Europa…pero "al otro lado". Mes tras mes, sus sueños y esperanzas se fueron apagando. Quien visite la hermosa ciudad de Ceuta los verá paseando, un día tras otro, sin nada que hacer. Matando el tiempo. Con el alojamiento y comida asegurados en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes), bien tratados por la población y las autoridades, pero desesperándose al ver que no pueden trabajar, y que los años pasan -algunos llevan más de tres así-, y ellos, siempre, "al otro lado".

Te dicen que "esto no es vivir. Estamos como muertos. Dormimos, comemos, paseamos, nos volvemos a acostar…". Quisieran venir a la península y trabajar en lo que sea. Son jóvenes, y quieren vivir. Si les preguntas por qué no regresan a sus países, te dicen "que una vez que te pones en marcha ya no miras para atrás". Y tú recuerdas aquello de que "si las oportunidades no van a las personas, las personas van a las oportunidades".

Algunos pasan las noches en el monte, por temor a ser detenidos de madrugada, trasladados a la península, y deportados a sus países. Hace meses les visité. Me enseñaron sus chozas de plástico, lata y cartón… ¡y en Ceuta sabe llover! "Lo primero que hacemos al levantarnos -me dijeron- es reunirnos y, en silencio, mirar la costa que tenemos enfrente". Sin exigirme visado alguno, me admitieron entre ellos a contemplar la otra orilla. Yo, que en mis sesenta años he tenido la oportunidad de encontrarme con más de un Papa y de un jefe de Estado, les aseguro que pocas veces me he sentido tan rodeado de dignidad como aquel día, entre aquellos emigrantes asiáticos. Juntos miramos el otro lado del mar sí, pero al atardecer, yo cogí un barco y ellos no. Desde entonces conservo en mi cómodo despacho de Cádiz una foto de ese día: para no olvidarme nunca de dónde estoy yo; y, sobre todo, para no olvidar nunca dónde están ellos.

Señor Rubalcaba, regularice la situación de esas personas y permita que pasen a la Península. Es un número ridículo comparado con los falsos turistas que entran cada día por los aeropuertos o fronteras con Francia. Y si esa regularización atrae a otros emigrantes, repítala una vez al año, el tiempo para que aprendan bien español y puedan incorporase a nuestra sociedad. Ni van a quitarnos el trabajo, ni a cometer delitos. Simplemente, van a ser personas tratadas como tales. ¡Hágalo, señor Rubalcaba, y su nombre será bendecido en las lenguas de algunos de los países más pobres del mundo! Y si necesita que le apoyemos ante la opinión pública o en el Parlamento, ¡lo haremos!

El limbo existe. Y está en Ceuta. Vayan a visitarlo en cualquier iglesia o en las ONGs que atienden a los emigrantes (Centro San Antonio, Asociación Elin, religiosas Vedrunas, etc.); reúnanse con ellos, y escuchen sus historias. Y ante tanta vida desperdiciada y "entre paréntesis", verán que el limbo existe. Y se preguntarán: "¿Hasta cuándo?". Y no tendrán respuesta. ¡Quién sabe: tal vez el limbo dure hasta que cada vez seamos más los que sabemos lo que pasa y exijamos que deje de pasar!¡Quizás hasta que, en una bendita pandemia, nos contagiemos unos a otros el virus de la Gripe J -de justicia- y nos hagamos incompatibles con el que haya tantas vidas jóvenes condenadas a estar en "el limbo". A tres horas de Cádiz.

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