Tribuna libre

Antonio Romero Haupold / Presidente De Faconauto

Viveros de farolas, cementerios de empresas

HASTA cuándo vamos a seguir usando en Cádiz los polígonos industriales para criar farolas? ¿Cuándo llegarán los negocios e industrias que tanto necesitamos? ¿Por qué en vez de en viveros de empresas parece que tengamos viveros de farolas?

Cada vez hay más. Las Aletas, Las Salinas, Fadricas II . Bosques de farolas. Pero debajo de las farolas, nada. Levante y jaramagos. Y jaramagos porque aquí no se dan las plantas rodantes de las películas de vaqueros. Porque si no, tendríamos plantas rodantes, que son más estériles. La excepción es el polígono Las Aletas, que toma el nombre de las plantas rodantes (en Andalucía llamadas aletas o aulagas). En cualquier caso, creo que la idea es clara: nuestros polígonos son, en la actualidad, auténticos cementerios de empresas. Abortadas antes de nacer.

¿Acaso no nos damos cuenta de que hasta que no terminemos con estos desiertos industriales no empezará nuestra recuperación? Parece que no. Pero empecemos por el principio ¿Cómo hemos podido llegar al absurdo de no tener suelo industrial en Cádiz a pesar de ser una de las provincias más azotadas por la crisis? El asunto, como tantas penas de hoy en día, se fraguó en la época del pelotazo. En determinado momento se juntaron el hambre con las ganas de comer. De un lado, tenemos el hambre: las administraciones en España siempre han vivido de financiarse con el suelo. Y, en el caso de nuestro suelo industrial, no ha sido distinto.

La administración quería cacho: quería ganar dinero especulando, lícitamente, con los solares que tenía en sus manos. Por eso, en muchos casos, antepuso el dinero que ganaba con su venta al destino que iban a tener los terrenos y, sobre todo, a cuantos puestos de trabajo se iban a crear. Un error que con el tiempo íbamos a pagar todos. Y, de otro, tenemos las ganas de comer. Muchos mal llamados empresarios necesitaban más suelo para su negocio. Por lo que compraron metros industriales con el fin de seguir especulando, también lícitamente. También ellos querían cacho. Desgraciadamente, a estos nunca se les pasó ni más remotamente por la cabeza crear una empresa o contratar gente. Sólo compra, pelotazo, venta. Todo ello lícito y honroso.

El resultado fue el predecible. Terminamos el ciclo anterior con un montón de metros cuadrados, no en manos de empresarios dispuestos a crear pymes, sino de especuladores agazapados a la espera de que se revalorizasen sus terrenos. Todo, como hemos dicho lícito y honroso. Lícito y honroso, pero no sano para el crecimiento de la economía gaditana.

Esto, que ya era malo, fue a peor. Cuando unos y otros urbanizaban los polígonos y se preparaban para su reventa, hete aquí que llegó la crisis y todo se paró. Y ahí siguen desde entonces unos y otros, agazapados a la espera de mejores tiempos para hacer negocio. ¡Esperemos tres años y volveremos a tener la posibilidad de dar un pelotazo como los de antes! se dicen los unos a los otros. Es decir, todo parado hasta que dentro de tres años escampe.

El problema es que esto no sólo les afecta a ellos. Esto también perjudica a los demás. La empresa gaditana necesita suelo y tiene bloqueado el acceso al mismo. Parece increíble que, a pesar de la crisis, no haya metros disponibles para crear empresas. Pero es así. No hay suelo accesible. Y sin leña no se puede hacer fuego. Si no hay suelo, no hay nuevas empresas y no hay creación de nuevos puestos de trabajo. Así de simple. Y ya me dirán ustedes cómo vamos a construir la salida de la crisis. Necesitamos cambiar. Necesitamos suelo a precios razonables.

No podemos ni esperar tres años, ni pagar precios de pre-pelotazo. Hay que hacer algo que nos saque de los railes donde unos y otros nos hemos metido. La administración debe aprender a vivir de dar servicios a los ciudadanos y no de los pelotazos urbanísticos. Y entender que el mejor servicio que puede dar es ayudar a que se den las condiciones necesarias para crear en su municipio el mayor empleo posible. Debe poner el suelo que tenga a precio de mercado. Y darle facilidades a aquellos que puedan acreditar que van a crear puestos de trabajo. Cambiar metros por puestos de trabajo.

Los propietarios del suelo deben entender que la época del pase, pasó. Y que ya no se puede comprar para vender. Porque no se vende. Ahora hay que comprar para fabricar, para producir, para añadir valor. A partir de ahora, para tener éxito, el que compre una parcela tiene que hacerlo con un fin concreto. Montar un concesionario, un colegio, una fábrica de congelados o un centro comercial. Deben, por último, comprender y asimilar que cuanto más tarden en vender sus terrenos más les va a costar el invento. A ellos y a todos. Los empresarios de Cádiz debemos explicar mejor nuestros proyectos y nuestras necesidades.

A menudo veo que la administración se vuelca con proyectos de fuera (Ikea, Delphi, Zahav) y menosprecia lo nuestro. La culpa es nuestra. Nosotros no somos rubios, ni tenemos nombres exóticos. Pero creamos más empleo que todas estas empresas.

Y sobre todo, cuando las cosas se ponen mal no nos vamos y cuando las cosas van bien, la riqueza se queda en nuestra tierra. Tenemos que darle valor a lo que hacemos y explicarlo mejor a la administración. Debemos, en definitiva, convencerles de que hay que ser competitivos, pero que por mucho que nosotros lo queramos ser, si las administraciones con las que trabajamos no son competitivas, no podremos luchar contra las empresas de otras regiones. Tenemos que hacerlo juntos. Debemos, en resumen, cambiar. O eso, o acostumbrarnos al absurdo de seguir plantando farolas a lo largo y ancho de la geografía gaditana, hasta que haya más que en París, la ciudad de las luces.

No tengo nada en contra de las plantaciones de farolas. Salvo que yo veo un parado debajo de cada farola. Ah, y por cierto, ya que no sirven para nada, a ver si a alguien se le ocurre apagarlas. Porque tiene que costar un dineral mantenerlas encendidas. Y los jaramagos no van a crecer más porque estén iluminados por la noche.

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