30 aniversario del hallazgo arqueológico Relato del descubrimiento

Túnel directo al Teatro de Balbo

  • Un pozo vertical del alcantarillado antiguo de la ciudad conectó la antigua fundición Vigorito con el Coliseo de Gades · Los protagonistas de la primera expedición a esta galería cuentan cómo fue su experiencia

El barrio de El Pópulo asistió hace treinta años a uno de los momentos más revolucionarios de su historia. Uno de los pozos verticales del alcantarillado de la ciudad situado en la antigua fundición de Vigorito se convirtió en un improvisado túnel del tiempo que conectó vía directa con el teatro de Gades. El que Balbo proyectó sobre aquella -empezaba a intuirse- importante urbe.

De aquí partió la primera expedición que un grupo de jóvenes arqueólogos y colaboradores del Museo de Cádiz emprendió prácticamente a ciegas hasta esta otra dimensión del pasado histórico de la ciudad que, por aquel entonces, nadie sospechaba alcanzar.

Francisco Ghersi, Antonio Sáez y Francisco Giles fueron los primeros testigos privilegiados de este hallazgo sin precedentes en la arqueología gaditana, nacional e internacional. El que constató el hallazgo del primer gran testimonio monumental del pasado de la ciudad.

Juntos bajaron por aquel angosto y largo túnel mediante dos escaleras de madera atadas entre sí que les transportó a una galería abovedada prácticamente colmatada de relleno de los talleres Vigorito. Así lo rescata de su memoria Francisco Ghersi, entonces militar de artillería, cuyos conocimientos de topografía fueron cruciales a la hora de determinar la existencia de Teatro Romano. "Todavía se me pone la piel de gallina cuando recuerdo el momento en que bajamos a esta galería semicircular. Al principio no lo tuve claro, hasta que vi en una de las naves laterales una pequeña cantidad de Opus signinum. Se trataba del mortero que usaban los romanos y que podría corresponder a una de las lucernas del pasillo", explicaba, visiblemente emocionado, como si hubiera ocurrido ayer.

Fue en este momento cuando vio la luz. Gracias, eso sí, a los equipos de espeleología que tanto él como su compañero de batalla Francisco Giles aportaron, como grandes aficionados a la materia, para hacerse hueco, "prácticamente a gatas", por aquel espacio relleno de escombros, restos y desechos.

"Cuando nos percatamos de qué se trataba, nos quedamos asombrados. Yo tenía una formación clásica, ya que venía de excavar en Ampurias, donde estuve seis años", comenta Giles. "Así que cuando pudimos ver los paramentos, sillares, la galería semicircular abovedada... nos dimos cuenta de que no se trataba de las contraminas de la época de los asedios", tal y como se sospechaba.

Ni contraminas, ni cloacas medievales, ni cuevas de María Moco, como bien recogen los numerosos textos populares en referencia a estos recovecos subterráneos que subyacen en la ciudad. Era el Teatro Romano de Gades.

Un monumento que salió a la palestra en medio de un proceso de expropiación en que estaba inmerso el barrio de El Pópulo con el fin de recuperar la Alcazaba medieval. Trámite que inició en 1972 la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Educación y Ciencia y que perfila, al detalle, el entonces director del Museo de Cádiz, Ramón Corzo, que de nuevo se situó al frente de uno de los mayores retos arqueológicos a los que se enfrentaba Cádiz.

Y es que apenas habían concluido en el Museo las labores de vaciado de arena del sarcófago antropoide femenino hallado un mes antes, cuando, de repente, afloró este gran testigo del pasado monumental de Cádiz. Un teatro que ya presumía ser "el más antiguo y grande de Hispania", comenta Corzo.

"El hallazgo no fue casual", comienza. "El decreto del Ministerio declaró de utilidad pública buena parte del cuadrante del sudeste del Pópulo, aunque en los 80 sólo se había ejecutado una pequeña zona", explica. Concretamente, un solar de la calle Silencio, 9 y una parte de la manzana que ocupaba el taller de Vigorito. Justo este año el Ministerio solicitó a Corzo la excavación del solar para comprobar si, efectivamente, "merecía la pena seguir la expropiación".

Así que en agosto se pusieron manos a la obra con los primeros sondeos. Labores que comenzaron en el famoso solar de Silencio, 9, "una casa sin ningún interés porque estaba arruinada ", recuerda.

Pero los primeros esfuerzos quedaron en saco roto. "No había nada, así que nos dedicamos a rastrear todos los edificios de alrededor que ya estaban expropiados y desalojados". Concretamente la Casa del Patio Mudéjar y del Dean Rajón, que comunicaba con el sótano de Silencio, 9.

"Reconocimos los muros de este sótano, que parecía un pozo negro por el que se bajaba a una gran galería abovedada rellena". Ante la dificultad de acceso, llamaron a los colaboradores del Museo y con ellos llegó la buena nueva.

Dicen los rumores que la primera voz de alarma de la existencia de aquel 'oportuno' pozo que les transportó al mismo Gades la alzó otro de los colaboradores esporádicos del Museo, Juan Antonio Gito, al que no se le resistía ninguno de estos recovecos, a los que bajaban numerosos drogadictos de la época para pincharse.

En cualquier caso, el hallazgo se hizo y fue tal su dimensión que volvió del revés los planes de la trama urbana de un barrio que en 1980 andaba sumido en la más absoluta decadencia.

Ghersi trazó el primer plano de aquella galería en medio de unas pésimas condiciones de visibilidad y circulación y que, superpuesto al mapa catastral del barrio, corroboraba la existencia de otros muros radiales que ya hablaban en mayúsculas de Teatro. Se sucedieron entonces, aunque a trompicones, los sondeos y excavaciones que iban destapando otras caras del monumento.

Aquello coincidió con el proyecto de rehabilitación del arquitecto Suárez Cantero, que se vio abocado a un complicado replanteo administrativo dada la falta de acuerdo entre las administraciones. "Un largo proceso que no terminó de arrancar hasta 1989 -tras el pase de las competencias sobre arqueología a la Junta-, que fue cuando llegó un proyecto más ambicioso con el que se logró avanzar más". Una complicada excavación repleta de trabas en la que también tuvo un gran papel el arqueólogo Francisco Sibón, 'el rubio'.

El resultado fue la revelación de un edificio de gran armonía construido a final del siglo I a. C., en el área comprendida entre el Arco de los Blancos y las escalinatas de la plaza Fray Félix.

Hoy puede verse un tramo de la galería y del graderío, así como numerosa filas de gradas de la summa cavea y la media cavea. Una parte de aquel Gades al que tres décadas atrás se asomó aquel pozo. Un 'improvisado' túnel del tiempo que todavía hoy pretende desvelar nuevos secretos del esplendoroso pasado romano de la ciudad.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios