Flamenco

Andrés Marín se inspira en Albéniz

  • El bailaor sevillano es el único representante del flamenco en el VI Festival de Música Española

De unas ediciones para acá, la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco viene haciendo interesantes aportaciones al festival gaditano desde el Ballet de Cristina Hoyos hasta la actuación de la cantaora Esperanza Fernández, con la guitarrista clásica María Esther Guzmán de la pasada edición. La de este año, a pesar de que en el programa aparece bajo el epígrafe flamenco, queda un tanto escondida, pues supone ante todo la interpretación de la Suite Iberia, de Isaac Albéniz, a cargo del pianista Oscar Martín. Junto a él se anuncia la actuación del bailaor Andrés Marín, por lo que parece preciso advertir de la presencia de un artista que, si no es de esta forma, difícil sería de ver en la capital.

Andrés Marín (Sevilla, 1969) es hijo de artistas, por lo que, desde pequeño, ha vivido el arte, tanto a través del baile, con la escuela de su padre, como por el cante, del que es un gran aficionado y largo conocedor. Si hay un rasgo que defina su trayectoria, ese sería el de la independencia y la no adscripción a compañía o escuela alguna más allá de la mencionada enseñanza paterna, de la que se separó para continuar una formación autodidacta. Igualmente, no se bregó en ninguna compañía en especial, y sus apariciones siempre fueron como solista o coreógrafo antes de fundar la suya propia. Con ella, y tras diez años de profesional, se presentó en 2002 con el espectáculo Más allá del tiempo, que había estrenado en Lyon antes de su debut en la XII Bienal de Sevilla. Desde entonces, sus trabajos han ido siguiendo una pauta bianual con comparecencias tanto en las citas francesas, donde es habitual, como en la sevillana o en la del Festival de Jerez, donde ha presentado todos sus espectáculos.

En 2004 estrenó Asimetrías y, dos años después, su completo trabajo El alba del último día. Tanto en una como en otra es palpable la tendencia del artista a huir de una representación mimética de la tradición, que tan bien conoce, y ofrecerla con un formato tan nuevo como personal. Amante de los contrastes y de una estética sobria, Marín es igualmente amante del riesgo y la experimentación, elementos que considera imprescindibles para que el arte flamenco se mantenga vivo. Un buen ejemplo de ello sería su último espectáculo, El cielo de tu boca. Estrenado en la última bienal sevillana, el artista baila sobre la música de las campanas que tañe el compositor Llorenç Barber. Esta fue la obra elegida para inaugurar la Bienal de los Países Bajos, y con ella acaba de regresar del Festival de Danza de Burdeos, una cita abierta a nuevas propuestas de danza y a lo que allí se denomina "baile de riesgo".

Con esa trayectoria, ver a Andrés anunciado para bailar con la conocida obra de Albéniz plantea no pocas interrogantes. Y no porque no se haya hecho antes, sino por tratarse de una obra más adecuada para la danza clásica española que para el flamenco, y buen ejemplo de ello sería el espectáculo que recientemente paseó la pianista Rosa Torres-Pardo junto a la bailarina Lola Greco. Consciente de ese inconveniente, Marín se plantea bailar "sobre la inspiración de Albéniz y lo que él reflexionó sobre los códigos del flamenco". Sabido es que el compositor catalán fue un enamorado de esta música, sobre la que investigó y de la que incorporó no pocos elementos a su suite. Pero, según el bailaor, "traducir a Albéniz al baile flamenco no es fácil por cuestiones rítmicas, ya que él va muy por libre". Es por ello por lo que ha considerado más interesante bailar entre cada una de las piezas que componen la obra, siguiendo la inspiración que dejan, buscando su conexión con determinados estilos, y con el acompañamiento sabio del percusionista Antonio Coronel, un habitual en sus espectáculos. Tan sólo al final, pianista y bailaor se encontrarán con la pieza El Albaicín.

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