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Cultura

La profética y soñada Venecia de Arcenegui

  • El pintor sevillano describe el proceso intelectual de su pintura en la sala Benot.

MANUEL ARCENEGUI. Pintura. Galería Benot, Puede verse hasta el 10 de julio.

Manuel Arcenegui se integra en el plantel de artistas de la galería Benot desde la interpretación pictórica de una Venecia soñada y muy personal. Melancólica y profética. El espejo de su alma.

Las aguas y su reflejo en los edificios que salpican la ciudad de los canales son el punto referencial de una obra más que consolidada, desde la que fluyen las ideas convertidas en pinceladas de ida y vuelta. "Yo pinto la Venecia soñada y la de las abstracciones", explica el autor sevillano, cuya obra ha desembocado en la sala gaditana de la mano del artista y "hermano" Antonio Agudo, que le presentó a Fali Benot.

En este espacio aglutina los paisajes de la Venecia anhelada, aquella que descubrió "apoteósicamente cuando era alumno de Bellas Artes", a base de alguna referencia natural y mucha interiorización del paisaje. "Dentro de cada uno hay un paisaje y cuando lo encuentras hay un proceso de identificación con el hecho", reflexiona acuñando el concepto prusiano del arte. Y es que el pintor sevillano tiene claro que la pintura es ante todo "un proceso intelectual, no es algo improvisado, es una reivindicación continua del oficio", asevera. Y en su propia reivindicación pinta la Venecia más melancólica, "que no trágica", la nostálgica y dramática, "que es la antítesis del viaje de novios". La que captura desde el gran canal cuando se aleja de los paisajes más idílicos, cada vez que regresa cuando atiende a su llamada.

Pero también se hace eco de la Venecia de las abstracciones, "que es una especie de especulación en la que el arte se convierte en memoria del futuro, como diría Marcel Duchamp, a modo de profeta del proceso creativo". En esta faceta Manuel Arcenegui trata de atrapar sus propios sueños, como reflejan algunas de sus piezas con influencias de Caravaggio, Murillo o Velázquez, como él mismo reconoce. "Tengo una formación andaluza con reminiscencias del barroco", puntualiza.

Y toda esta impregnación del objeto del arte, en este caso de la ciudad italiana, lo hace desde identificables composiciones arquitectónicas que dibujan fachadas de iglesias, arcos, perfiles de edificios o de canales. "Tengo vocación urbanita y, en especial, me fascinan las ciudades femeninas, aquellas que me siguen sorprendiendo por la influencia de las estaciones en la luz y el color, por su capacidad de escaparse de las manos", explica de urbes como Venecia, a la que lleva pintando décadas, e incluso de Cádiz, la Habana o Sevilla. Y aunque siempre ha sido fiel a la Venecia de sus amores, la que lo conquistó en plena juventud, no descarta caer en los brazos estéticos de otra ciudad con esa luz camaleónica como ésta, adelanta.

Porque, en el fondo, lo que le interesa desde esta captura de sueños es el proceso sensorial. "Mi obra se enmarca en la abstracción orgánica, me interesa el proceso en el que voy organizando las estructuras, los armazones sobre los que se levantan el edificio en color".

Catedrático de Pintura de la Facultad de Bellas Artes de Valencia y de Dibujo en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, este miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla afirma que su formación o "deformación", matiza, le permite ver la pintura con otros ojos. Los de la reivindicación del hecho estético y del propio conflicto de lo contemporáneo, "donde la carga de lo social y lo político van más allá de las cuestiones estéticas". Cuestiona así el arte como objeto de consumo, desde el concepto del museo espectáculo hacia el que se está avanzando.

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