agustín torralba. escritor

"El rock & roll no necesita más mártires, pide buenas bandas "

  • El granadino firma un libro de relatos sobre artistas que vivieron deprisa y dejaron jóvenes cadáveres

El granadino Agustín Torralba se ha sumergido a pulmón en la vida de los Náufragos del Rock & Roll para firmar un libro de relatos sobre unos artistas que vivieron deprisa y dejaron jóvenes cadáveres, en algún caso algo ajado.

-Su primer libro de poemas fue Triste literatura y una canción para el rey. Ahora llega con Náufragos del rock, donde en la portada aparece Elvis. ¿Es el único rey de verdad?

-Recuerdo con una sonrisa la experiencia con Alhulia. Misteriosamente, tras nueve años, el libro se sigue vendiendo y leyendo, espero… Y sí, ahora llego con Náufragos del Rock & Roll, una colección de relatos plagados de delirantes imágenes. Un alarde estético por lo visual y desgarrador en su fondo. Lo edita Piel de Zapa, que es una filial de la respetabilísima editorial Montesinos, ambas con sede en Barcelona que, dicho sea de paso, es el centro neurálgico del cotarro editorial. ¿Elvis, el único rey? Pues según se mire. Ciertamente nadie hizo lo que él hizo ni llegó a tan altas cimas. A mí me gusta respetar su título. En el universo del rock and roll hay cientos de nombres que merecen todo el respeto del mundo. Pero Elvis era simplemente candoroso. Me gusta, me gusta pensar que la República del Rock respeta a un rutilante rey que jamás abdicará.

-¿Qué personajes naufragan en su novela?

-Elvis, Bessie Smith, Jimi Hendrix, Roy Orbison, Jim Morrison, Billie Holiday, Janis Joplin, Buddy Holly, John Lennon, Hank Williams, Sid Vicious y en el bonus track, un poco también Muhammad Ali. Naufragan por el devenir de los acontecimientos, por decisiones erróneas, por el abuso de sustancias, por una fama que los sobrepasa. Pero, sobre todo, por una oscura tendencia al naufragio, fruto tal vez de la enorme soledad e incomprensión que siempre sintieron.

-Con tantos ahogados en el mundo del rock, ¿cómo hizo la selección?

-La selección fue difícil pero quería, por un lado, centrarme en artistas que me gustasen, artistas cuyas canciones hubiesen marcado momentos importantes de mi vida. Por otro, que formasen parte del imaginario colectivo y que fuesen sus nombres los que llevasen al lector a indagar otros nombres. Son muchos los que han quedado en el camino, tal vez en otra acometida. Lo que sí es cierto es que pese a que no están todos los que son, sí que son todos los que están. Náufragos del Rock & Roll es un homenaje literario a artistas que desarrollaron su carrera en la música, pero no es un libro de música. No soy crítico musical, sé lo que me gusta y lo que no. Y una de mis preocupaciones es que cualquiera se sienta próximo a los personajes, todos archiconocidos. No quería un libro para eruditos ni frikis ni entendidísimos. Es literatura, simplemente. Y esto ya es mucho.

-¿Por qué los Rolling son de los pocos que han sobrevivido?

-Eso habría que preguntárselo a ellos. Quizás supieron ver el peligro. Quizás sus Satánicas Majestades nunca fueron tan salvajes como nos quisieron hacer creer. Yo lo celebro. El rock & roll no necesita más mártires, pide buenas bandas, buenas canciones y para que ambas cosas sean posibles estar vivos es un requisito indispensable. El epitafio de James Dean es un error. Curiosamente, y en contraposición a la sobrevaloración de la juventud en el mundo del espectáculo, creo que es en la madurez y aún en la vejez, cuando muchos artistas dan lo mejor. Y ya que ha sacado el tema le diré que Keith Richards siempre me ha caído gordo. Y al inigualable Chuck Berry también.

-Al margen de estrellas inalcanzables, ¿cómo son artistas como Loquillo, con quien le unió hace años una buena amistad?

-Bueno, tanto como una gran amistad yo no diría. Nos llamábamos de cuando en cuando, iba a sus bolos y en muchas ocasiones terminamos en el hotel hasta el día siguiente, siempre en buena compañía, siempre hablando de música y de libros. Pablo Rodríguez, su manager de entonces, sí era amigo de esos que se quedan en tu casa y te abren la suya. Con todo, mi relación sigue siendo muy cordial y si nos vemos nos saludamos con alegría. ¿Cómo es Loquillo? Es un trabajador intachable, un showman como no hay otro en el rock nacional y, en fin, un artista admirable. Una estrella con pose y con aura de estrella. Yo le respeto de la misma manera que respeto a otros muchos artistas, por no decir a casi todos. Lapido sin ir más lejos es para mi el mejor compositor de España que cometió el error de no nacer en California. De haber sido así, otro gallo cantaría.

-Las drogas han estado presentes en la vida de muchos de los músicos que pululan por el libro. En su caso, dice que unos coñacs en el Café Gijón fueron su alimento.

-Los coñacs en el Gijón eran el combustible para las largas charlas que mantenía con Salvador Arias, mi profesor de doblaje, un conversador de lujo y un hombre como no conoceré a otro. Mi libro se lo dedico a él. Salvador Arias recibió clases de preceptiva literaria de manos del mismo Luis Cernuda. Participó en las guerrillas de teatro con María Teresa León y Alberti. Era el testimonio vivo de una España silenciada. De su mano conocí a Rafael Penagos, Marcos Ana, Teodulfo Lagunero y muchísima gente señera. Recuerdo cuando me presentó a Ramón Langa, la voz de Bruce Willis. Un caballero cervantino, eso era Salvador Arias.

-Por cierto, la gente de provincias iba en los sesenta al Gijón a ver a los escritores y a las putas caras. ¿Qué queda de aquello? ¿Dónde van los escritores crápulas en Madrid?

-El Café Gijón allí sigue, con su solera y sus precios prohibitivos. ¿Las putas caras? Escribiendo libros que luego firmaban intelectuales sibilinos, mucho más putas que esas pobres mujeres. ¿Los escritores crápulas de Madrid dónde van? Eso mismo me pregunto yo. Imagino que a cualquier lugar donde los inviten o los aguanten, que no debe ser poca penitencia.

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