Cultura

Lo que pudo ser y no quisieron que fuese

La fotógrafa rumana Simona Rota había estudiado Ciencias Políticas entre Bucarest y Barcelona. Vivió en Tenerife y Madrid y ya es una artista de reconocida solvencia cuyo trabajo, aparte de su calidad fotográfica, presenta el testimonio fiel de la realidad social que aconteció en las Repúblicas Socialistas después de la desmembración de la Unión Soviética.

La fotografía de Simona Rota hace partícipe de un juego de identidades. Por un lado, nos muestra los aspectos bonancibles de un tiempo de arbitrariedades que se manifestó en muchos esplendores ficticios; por otro, testimonia su implacable decadencia debido a una época finiquitada que sólo dejó resquicios de su determinante y compleja existencia.

El proyecto que Simona Rota trae a la Kursala de la mano de Jesús Micó, lleva por título Ostalgia, término formado por "ost", en alemán, este y "algos", en griego, dolor. Sería algo así como el dolor que produce la visión de la decadencia de los países del Este; un dolor que, sin embargo, no parece venir de la pérdida de aquello que no fue excesivamente satisfactorio y edificante; la literalidad debe ser sustituida por una apremiante nostalgia de lo que pudo ser y no fue. La artista se siente atraída por la contundencia formal y estética de la arquitectura oficial de los países satélites de la antigua Unión Soviética, sin embargo manifiesta como el implacable paso del tiempo sólo ha dejado constancia de la existencia de mucha arbitrariedad en la concepción de los proyectos que, ahora, en su degradación física, desentrañan la poca funcionalidad objetiva que se les dio a la hora de ser construidos y sólo dejan entrever la potencia del régimen que entonces los mandó ejecutar.

Son edificios y construcciones megalómanos, fríos, duros, de dudosa utilidad y cuya solitaria manifestación se ve aumentada por la ausencia del ser humano; una ausencia que, ahora, en su etapa de decadencia, se hace más que patente, pero que a la hora de su construcción, tampoco tuvo un desarrollo humano válido, sino que fueron levantados al margen de su utilidad social y de las personas, sólo para argumentar la soberana imagen de un poder absoluto.

La exposición proviene de una serie fotográfica que la autora realiza por encargo del Architekturzentrum de Viena con objeto de localizar y documentar la arquitectura promovida por la Unión Soviética en sus quince repúblicas entre los años 1960 y 1990.

Aquel testimonio de triunfalismo, de exaltación del poder estatal, de iconos del absolutismo reinante, ha dado paso al testimonio del fracaso, de la inutilidad, de la equivocación. La autora siente nostalgia de las inmensas posibilidades que podían haber tenido, de la decadencia de una realidad que, con otros desarrollos y otros desenlaces, podía haber sido válida, pero que no llegó a serlo porque, además, dejó fuera de su estamento, lo más importante, la persona humana.

Muy buena oferta fotográfica la que nos volvemos a encontrar en la Kursala de Cádiz. Una fotografía impactante en contenido y continente.

Sala Kursala Cádiz

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