Álvaro Bilbao, neuropsicólogo. "No hay un regalo más bonito y fugaz que conocer a tus hijos siendo niños"

El especialista recuerda que la infancia apenas ocupa una fracción de la vida compartida ya que la mayor parte del tiempo conocerán a sus hijos como adultos

Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: "Estas cinco frases darán seguridad a tu hijo en su primer día de cole"

Una familia jugando
Una familia jugando / M. G

La vida acelerada que se lleva actualmente no permite que se tome el tiempo necesario para apreciar los momentos que se viven de manera cotidiana con los niños. El tiempo pasa y en un abrir y cerrar de ojos, los bebés crecen, los niños se hacen adolescentes y esos primeros años, tan frágiles como luminosos, se desvanecen en el tiempo. Álvaro Bilbao, neuropsicólogo con experiencia en desarrollo cerebral infantil y divulgador, reflexiona sobre algo que muchos padres pasan por alto: "conocerás a tus hijos como adultos durante la mayor parte de su vida. Solo por un instante los conocerás como niños".

Si alguien se convierte en padre a los 30 años y vive hasta los 80, habrá conocido a su hijo como niño solo durante el 22 % de su vida. Y si consideramos el vínculo compartido desde el nacimiento hasta los 80 años del padre, la infancia representaría apenas el 36 % del tiempo que pasan juntos. Unos datos que hacen reflexionar ya que ese caos que se vive durante los primeros años de vida de los más pequeños resultan muy abrumadores para los padres, aunque luego pasarán a ser un recuerdo permanente para los progenitores.

Estas cifras sirven de recordatorio para lo esencial: no basta con estar, es necesario vivir los momentos. Permitirles hacer cabañas en el salón, leer ese cuento extra antes de dormir, tirarse al suelo a jugar. Acciones sencillas que parecen nimias, pero que, como dice Bilbao, tienen un valor incalculable: "No hay en la vida un regalo más hermoso y fugaz que este. Disfrútalo. No tengas prisa porque pase".

¿Por qué estos pequeños gestos importan?

El neuropsicólogo señala que no se necesitan horas enteras ni itinerarios perfectos para construir recuerdos valiosos con los hijos. Bastan momentos diarios de atención plena, sin distracciones, donde el niño se sienta escuchado y amado. Al leer un cuento de más, sostener la mirada, inventar juegos improvisados, se estimulan conexiones neuronales, creatividad, empatía, resiliencia… elementos fundamentales para su desarrollo emocional y cognitivo.

Estos instantes contribuyen también a cimentar una relación sana, duradera. No se trata de llenar la agenda de actividades formativas, sino de no perder la oportunidad que brinda la infancia, ese breve lapso en el que los niños dependen más del entorno cercano, de los gestos de los padres, de lo que se dice y de lo que no se dice.

Una llamada a la calma en la crianza

Bilbao advierte que muchas veces los adultos dejan pasar la niñez de sus hijos como si fuese algo seguro, como si estuviese garantizado que uno tendrá todo el tiempo del mundo para reconectar más adelante. Pero no es así. Esa ventana de "solo instante" se cierra sin aviso.

Por eso su mensaje es también una invitación a la consciencia: frenar la rutina, bajar la velocidad, mirar al niño que crece sin esperar a que termine de hacerlo. Cultivar la curiosidad, la escucha, la espontaneidad. Permitir ese cuento extra, esa caricia después de acostarse, esa risa inesperada. Porque lo que será mañana podría no repetirse hoy.

En definitiva, el regalo más bonito que los padres pueden recibir no es un trofeo, un logro, una foto perfecta. Es ese instante compartido en la infancia: un cuento que se alarga, una cabaña improvisada, un juego sin prisa. Ese regalo fugaz, valioso, irrepetible. No hay que posponerlo. No hay que dejarlo para mañana. Porque cuando queramos, ese instante puede ya haberse ido.

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