Primero llenaron prácticamente el coso de La Tercera, donde tanto le cuesta asistir al público y después potenciaron las escasas cualidades de un encierro de Victoriano del Río que tuvo movilidad pero careció de raza y fondo. El Juli cuajó al segundo la faena de la tarde, Morante lo bordó con el mejor toro y Perera se impuso al lote de menos opciones. Son figuras por algo.

El Juli dio un recital en el segundo. Inmenso con el capote por la hondura de cada veronica, cuajó luego un quite por chicuelinas y cordobinas rematado con un capotazo circular ejecutado con el envés que puso la plaza en pie. El toro se empleó en cada muletazo pero tendió a irse suelto y dificultó la ligazón, pero el madrileño lo sujetó y lo condujo con autoridad y profundidad a costa incluso de derribarlo de un derrote sin consecuencias. Luego expuso con el complicado y deslucido quinto.

Salió abanto y huido el tercero, de complicada y difícil brega por las oleadas en los primeros tercios. Perera lo recogió en los medios y trató de prolongar las embestidas de un toro que se movió pero le faltaron calidad y finales. Una oreja recompenso su esfuerzo. El sexto fue otro toro deslucido porque careció de raza y fondo. Perera se impuso-

El cuarto fue un buen toro, pues tuvo virtudes fundamentales como la calidad y la duración. Morante se explayó con el capote, hubo verónicas de gran expresión en el saludo y un quite por chicuelinas con garbo y angostura. La faena estuvo presidida por la enorme despaciosidad con que ejecutó cada muletazo, lo que dotó a la obra de una gran naturalidad y cadencia. Cortó por lo sano ante el díficil primero.