El problema de Chiclana

Hemos ido nuevamente a Chiclana y hemos vuelto a sentirnos impresionados por la magnitud de las pérdidas experimentadas por una gran parte de sus habitantes a consecuencia de la riada. Ahí, a pocos kilómetros de Cádiz, sigue todo un pueblo enfrentado con una aserie de problemas que, a no dudarlo, y en función de su trascendencia, aquejarán mucho tiempo a los chiclaneros.

Pero, sobre todo, encontramos la honda convicción de que la catástrofe se repetirá una y otra vez, con mayor o menor intensidad, en tanto en cuanto no se corte de raíz el origen de la cuestión. Recientemente, en un espléndido artículo publicado en el diario ‘Pueblo’, el gran chiclanero Fernando Quiñones clamaba por una solución para siempre en el orden técnico. Y le damos toda la razón. Insistimos sobre nuestras propias palabras: ha llegado el momento de que Chiclana vea desaparecer el espectro de las inundaciones y pueda vivir en paz.

Los técnicos sabrán el mejor medio. Hay quien afirma que todo consiste en dragar convenientemente el río. Otros, por el contrario, dicen que el caso se resuelve creando un embalse en sitio oportuno. Otros, en fin, aseguran que es conveniente hacer una desviación del cauce del Iro. Repetimos que nuestra absoluta carencia de conocimientos en tal materia nos impide expresar un criterio sobre el particular. Lo importante, urgente e inaplazable es que Chiclana se vea libre de ese peligro permanente.

De nada valdrán cuanto se haga en favor de los damnificados por el desastre si la población se ve abocada de nuevo a una coyuntura tan trágica. Es un momento importantísimo para tener consecuencias favorables para la comarca, y no debe dejarse pasar bajo ningún concepto. Chiclana espera esa solución y toda la provincia, que ha compartido sinceramente el dolor de esa bella y laboriosa ciudad, se suma ardientemente a tal esperanza.