No hay Navidad sin encuentro, sin ese momento de compartir el tiempo con amigos y familiares alrededor de una mesa. Y en esta tierra de puertas abiertas, celebrar en casa y en buena compañía es una sana costumbre que no merece la pena cambiar. Y tanto si tenemos pensado un menú de cinco tenedores, como si abrir latas es lo nuestro, saber vestirlo para la ocasión es la clave para dejar a nuestros invitados boquiabiertos.

Hemos puesto el Belén, colgado guirnaldas, repartido adornos por toda la casa y nuestro árbol brilla. Las vituallas se amontonan en nuestra nevera y el “chup-chup” de la cocina o el “cric-cric” del abrelatas y el “bup” del sacacorchos son capaces de marcar el tempo de los villancicos. Hay manteles que huelen a Navidad, hemos rescatado esa vajilla reservada y la cristalería está a punto para brindar. O no, nuestro menaje habitual sólo necesita unos toques mágicos para lucir de fiesta.

Seguro que no te han pasado desapercibidos anuncios de talleres de decoración de Navidad, que te aconsejamos realices si tienes la oportunidad. Pero por si te ha pillado el toro o la vida no te da para tanto, hemos hecho parte del trabajo por ti y le hemos pedido a una profesional como Ángela Rendón que nos eche una mano y nos de algunos consejos para que este año nuestra mesa sea de 10.

Los elementos deben transmitir el color y el calor de estas fechas.

Comienza por exponer algo tan simple como que la decoración busca crear esa atmósfera cálida y acogedora que materialice el cariño hacia quienes invitamos a nuestra mesa. Así, el rojo es el color de estas fechas por excelencia, el único capaz de englobar la calidez y el amor. Junto a él, los metálicos como el dorado enlazan abundancia y divinidad. El verde es símbolo de vida, aporta calma y nos acerca la naturaleza, la paz y la eternidad. Y el azul, sin ser cálido, es el color del invierno y la seguridad, del honor y la lealtad.

Tendencias

La moda llega también a nuestra mesa y nos trae elementos naturales, flores y plantas, frutos secos, piñas, naranjas y limones secos, espigas. Y si no son naturales, que sean buenas imitaciones.

También se imponen los elementos artesanales, el cristal y los vidrios que reflejen la luz de las velas. Las bolas de cristal pasan del árbol a la mesa acompañados de elementos metálicos como campanitas, bolas o candelabros.

Y llegan aires nórdicos con los rosas de la falsa pimienta combinados con los tonos marrones de las piñas, la canela en rama o las maderas naturales, con el contrapunto de la flor de algodón.

Como norma, una vez desplegados platos, vasos, copas y cubiertos, sólo debemos decorar el 25% del espacio libre. Que no tengamos que quitar la decoración para servir la comida. Y ojo con la altura, no sobrepasemos los 30 cm o subamos hasta los 70 cm con, por ejemplo, una flor de tallo largo… hay que verse las caras. En el centro o en el camino, reunamos los elementos que transmitan el calor y el color de la Navidad, sobre los que la mirada de nuestros comensales pueda detenerse y los deje boquiabiertos.