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Sociedad

Angustiosa espera ante la difícil identificación de los cadáveres

  • Los llantos y las miradas perdidas inundan el exterior del edificio habilitado para los familiares de las víctimas del accidente.

"Las familias no pueden vivir en una situación de incertidumbre". El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, destacaba ayer así en Santiago de Compostela el drama por el que desde el miércoles por la noche atravesaban centenares de personas que desconocían el destino de sus familiares en la peor tragedia ferroviaria en 40 años en España.

Medio centenar de efectivos de la Policía científica, llegados desde varias partes del país, trabajaba en las labores de identificación de los 78 muertos en el siniestro. Mientras tanto, las familias esperaban en el Edificio Cersia de la capital gallega, un lugar en el que las autoridades los citaron desde la noche del miércoles para centralizar allí la información sobre un accidente que sacudió Galicia cuando se disponía a celebrar ayer su día grande, el del Apóstol Santiago, y que conmocionó a toda España.

"Hay que tener paciencia", pedía el consejero gallego de Territorio y Sostenibilidad, Agustín Hernández. "El ritmo de las autopsias esta siendo lento porque queremos que la identificación sea perfecta", decía uno de los jueces que trabaja en el caso.

Tanto la certeza como la incertidumbre resultaban desoladoras y las lágrimas y las escenas de pesar y ansiedad se repetían, mientras las noticias llegaban en un desesperante cuentagotas. Un equipo de psicólogos los apoyaba. "No nos dicen nada", repetían muchos. "Sólo nos queda esperar". Los llantos y las miradas perdidas se extendían.

A primera hora de la tarde, los heridos estaban ya todos identificados, según dijeron las autoridades. A primera hora de la tarde comenzaban a comunicar a las familias el nombre de los fallecidos.

Los cadáveres que dejó el descarrilamiento del tren y que, tapados por mantas junto a las vías desataron la tristeza en el país, fueron llevados a un pabellón. Desde allí comenzaron a ser trasladados a primera hora de la mañana al Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) para practicarles la autopsia.

"¡Esto no me puede estar pasando!", gritaba una mujer. "¡Me quiero morir!". No sabía si su hijo, de 20 años, estaba entre los muertos o entre los heridos. "¡Sólo quiero acabar con esta pesadilla!".

En la zona cero, mientras tanto, los equipos de rescate concluían las últimas revisiones en busca de posibles cadáveres en los vagones volcados, algunos completamentes reventados. Se ayudaban de dos grandes grúas, que los elevaban hasta la carretera paralela a la vía, a unos cinco metros de altura.

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