La marea del Rosario
Fiesta de la Patrona
Santo Domingo se convierte en el gran foco de atención del 7 de octubre en torno a la Patrona, tanto por la mañana como por la tarde
El obispo asiste a la procesión por primera vez
Santo Domingo es el 7 de octubre la Roma de Cádiz. Todos los caminos conducen al santuario dominico para detener las miradas en el altar mayor, que preside la Virgen del Rosario en su paso. La ciudad es la horma perfecta para celebrar la fiesta de su Patrona, volcándose los pequeños y mayores en esa devoción que viene calando de generación en generación camino ya de los dos siglos. Ahora que tan de moda están las mareas para cualquier cuestión que se aborde, de la intensa jornada de ayer se puede concluir que en Cádiz existe también la marea del Rosario. Una marea negra y blanca dominica, como la marea blanca es a la Sanidad o la verde a la Educación.
Marea blanca en los gorros de la banda del Rosario que hace años viene sumándose a esta festividad abriendo la procesión de la tarde y regalando a la ciudad su última intervención de la temporada, volviendo a demostrar la alta calidad de estos músicos gaditanos que siguen conquistando territorios y corazones por toda Andalucía. Marchas clásicas del do–re para los primeros metros de la procesión que a las seis de la tarde partiría Plocia abajo. Y marea negra de los oscuros trajes que –salvo contadísimas excepciones– conformaban dos eternas filas interrumpidas por los guiones de cada una de las hermandades de la ciudad, en una de las dos procesiones que reúne cada año a la totalidad de corporaciones.
La procesión de este año contó también con tintes episcopales, siendo uno de los elementos más llamativos la presencia del obispo diocesano, Rafael Zornoza, delante del paso de la Virgen. Era la primera vez desde su llegada a la diócesis en 2011 que Zornoza participaba de la procesión vespertina, confirmando así su reconocimiento e impulso a lo relacionado con la Patrona (como ya evidenció su respaldo a la programación cuando en 2016 se cumplió el 150 aniversario del Patronazgo).
Acompañaban a Zornoza varios sacerdotes, entre ellos el carmelita Francisco Antonio Gutiérrez, y uno de los nuevos diáconos de la diócesis, Daniel Robledo.
En la presidencia de la procesión marchaban también el Consejo de Hermandades, con su presidente Juan Carlos Jurado a la cabeza, y la Corporación Municipal (sin pendón y que curiosamente parecía estar presidida por el concejal no adscrito Domingo Villero, ataviado de chaqué, y en la que también participaban las dos concejalas de Ciudadanos, Carmen Fidalgo y Lucrecia Valverde, y los concejales populares Maite González, Nuria Álvarez y José Carlos Teruel, no figurando nadie del PSOE ni del equipo de gobierno); así como los recientemente nombrados pregoneros de la Semana Santa (Andrés García) y las Glorias (Iván Roa) y el pregonero de la Patrona (Martín José García).
La rectitud del cortejo de la procesión de la Virgen, al que cada año van sumándose más elementos como por ejemplo la Hospitalidad de Lourdes y los enfermos que atiende, o las filas cada vez más nutridas de cofrades del Rosario tras el Simpecado de la Virgen, contrastaba con las mareas que durante toda la mañana inundaron de gaditanos el convento de Santo Domingo. Pequeños con varas de nardo en la mano, padres inmortalizando el momento de la entrega, algún que otro traje de piconera, saludos, fotos y más fotos, llenaron de ambiente no sólo el Compás de Santo Domingo, sino todos los alrededores. El 7 de octubre se confirma como otro de los días grandes de la hostelería gaditana, con llenos en terrazas y salones aprovechando la bonanza meteorológica que cada vez se retrasa más en el calendario.
Con la función votiva de la mañana, que se inició a las once y que presidía el obispo, la ciudad cumplía su voto con la Virgen, aunque desde hace unos años sea a través del Cabildo Catedral por dejación de funciones del municipal. Y ese voto que de forma solemne, casullas e incienso, se realiza durante la ceremonia religiosa queda patente a lo largo de toda la jornada por medio de las muchas muestras devocionales que la ciudad, a su manera o a sus muy distintas maneras, ofrece a la Virgen del Rosario.
El mucho público que confluyó en Santo Domingo durante toda la mañana se agolpaba al caer la tarde en las calles por donde la Virgen iba a pasar. Calles que en algunos casos, especialmente en Sopranis y en Pelota, dejaban claro por su exorno y decoración (definitivamente la moda de las banderas, carteles piropeantes y flores de papel colgantes se ha implantado en las glorias de la ciudad) que serían punto de encuentro de una procesión que sigue pecando de excesiva lentitud y cuyo cortejo tiene en el Simpecado de la Patrona un antes y un después.
Fiscalizando el paso de la Patrona no faltaba una vez más el dominico Pascual Saturio, atento a todo y a todos los que rodean a la Virgen del Rosario. Y delante del paso se notaba este año la ausencia –temporal, por motivos de salud– de su capataz, que pronto volverá a mandar a las dos cuadrillas de cargadores que fueron turnándose bajo el paso y a disfrutar con la música que Maestro Dueñas regala tras el paso. Música de excepción para abrir y cerrar una procesión que culmina la gran jornada festiva del 7 de octubre, en la que todos los caminos de Cádiz conducen a la Roma de Santo Domingo en una gran marea blanquinegra que acude a los pies de la Virgen del Rosario.
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