La Tribuna Cofrade
El traslado de la cofradía del Huerto. Lo normal Vs lo real
Absoluta normalidad. Este es, sin duda, el primerísimo titular que deja la Semana Santa que aún tiene pendiente la procesión del Resucitado este mediodía para cerrar el capítulo puntual de 2023 que quedará en el archivo histórico de las hermandades de penitencia. Después de un regreso a las calles el pasado año que estuvo marcado por los recelos que aún existían contra el coronavirus y por cierto caos en la organización y discurrir de los cortejos y problemas también bajo los pasos, lo ocurrido en esta última semana en la ciudad se ha desarrollado con total normalidad, recuperando el buen hacer y acontecer anterior a la pandemia.
A esto se ha sumado este año la meteorología, que ha permitido unas procesiones sin sobresaltos, unas jornadas sin amenazas en los cielos, regalando además un amplio abanico de escenarios meteorológicos, desde el fuerte sol y las altas temperaturas del Domingo de Ramos a los cielos grises del Martes Santo, las noches frescas de Miércoles, Jueves y Viernes Santo y el fuerte viento de estos últimos días, enemigo acérrimo de todos los puntos de luz de los cortejos procesionales. Todo menos la lluvia (aunque hizo acto de presencia a modo de pequeñas gotas cuando entraban los últimos pasos del Lunes Santo, ya en la madrugada del martes).
Este escenario idílico ha provocado dos consecuencias principales. La primera es que la no salida a la calle de la hermandad del Huerto ha cobrado más significancia si cabe, al ser la única procesión que le ha faltado este año a la ciudad; un hecho que ha estado muy presente a lo largo de la Semana Santa y también durante la Cuaresma previa, por lo injusta además que parece la situación que ha provocado esta postración de la hermandad cuyo futuro ya se plantea fuera de la parroquia de San Severiano y que el Jueves Santo vivió un momento entrañable con la comparecencia de un amplio grupo de hermanos ante los titulares para depositar unas ofrendas de flores y rezar unas oraciones.
La segunda es que al haber recuperado la plena normalidad y haber vivido la Semana Santa con plenitud, el desarrollo de las procesiones permite analizar con detalle todo lo que ha acontecido y hacer, a su vez, una visión algo más lejana o generalizada de la fiesta en la ciudad.
En ese análisis pormenorizado y pensado sobre la globalidad de la Semana Santa, las procesiones de este año reflejan la necesidad de realizar un replanteamiento general en varios aspectos. El primero de ellos es la necesidad de hacer una revisión general de los itinerarios, sobre todo a raíz de lo que se ha visto el Lunes, Martes y Miércoles Santo. El primero de los días, muchos han sido los comentarios a la situación generada tras la carrera oficial, con las cofradías transitando casi en paralelo por San José, Cánovas del Castillo y Ancha, con el consiguiente taponamiento de estas tres vías y de todo ese entorno, anexo además a la carrera oficial.
El Martes y Miércoles Santo, por su parte, sigue viéndose afectado por el itinerario prácticamente común que recorren todas las hermandades del día y por ese doble paso por el inicio de la carrera oficial (Nueva y San Juan de Dios) en el camino de regreso de los cortejos; una situación que lleva en los dos días a que la cruz de guía de la primera hermandad de la jornada (Sanidad el Martes y Sentencia el Miércoles) prácticamente quede pegada al último paso de la última cofradía en carrera oficial (el palio de Ecce-Homo el Martes y Angustias del Caminito el Miércoles Santo).
Esta situación obliga a repensar seriamente los itinerarios de ida a la carrera oficial y de regreso a los tiempos, y también a plantear posibles reformas del orden de paso para favorecer el tránsito de hermandades y la movilidad del público, que es un factor que hasta ahora parece no haber entrado en la ecuación de la Semana Santa y debe ser tenido muy en cuenta por el bien de los propios cortejos procesionales.
La necesidad de un replanteamiento ha salido también gravemente a la luz en este Jueves Santo y, sobre todo, Madrugada del Viernes; jornadas verdaderamente escuálidas en hermandades pese a ser uno de los días principales de la Semana Santa (teniendo en cuenta que el Jueves es casi festivo y vísperas de un Viernes no laborable). Cierto es que la ausencia del Huerto ha hecho una mella bastante grande en la jornada; pero esa mella será la que el próximo año deje la hermandad de Medinaceli, con su intención de regresar a la Madrugada. Y un Jueves Santo con tres cofradías en la calle es bastante pobre si se compara con el resto de la semana.
Además, han vuelto a verse las llamativas imágenes de las cofradías transitando durante la Madrugada sin apenas público en las calles; estampas que deben obligar a replantear la situación, y a tomar una decisión respecto al empeño de salir o mantener esta jornada que no tiene especial seguimiento en la calle. ¿Deben seguir las cofradías procesionando en horarios en los que no tienen respaldo del público? ¿Debe primar la tradición del culto externo bajo determinadas formas?
Por tanto, lo vivido esta Semana Santa deja a las claras -otra cosa es que en el Consejo se pongan o no manos a la obra, o que los responsables de las hermandades quieran o no verlo- que es muy necesaria esa reforma amplia y generalizada que plantea el Consejo de Hermandades y que debe desembocar en cambios de horarios, de recorridos, de orden de paso por carrera oficial… y también de día de salida, si se estima que la Semana Santa en general puede mejorar.
En esta reflexión hay que incorporar la clave del Nazareno de la Obediencia tras su incorporación este año a la Semana Santa en la jornada del Sábado de Pasión. ¿Debe seguir en este día, regalando a la ciudad este intenso final de Cuaresma y esas vísperas del Domingo de Ramos? ¿O habría que incorporar la hermandad a la nómina de la Semana Santa para tener más cartas con las que hacer ese replanteo por el que apuesta el Consejo y que este año se ha demostrado que es necesario?
En esta labor de análisis de todos los aspectos relacionados con la Semana Santa que se nos escapa de las manos en este Domingo de Resurrección hay que incorporar también la carrera oficial. De su recorrido sabemos que se quiere recortar, adelantando el final a la plaza del Palillero. De su reparto horario deben cambiar varias cuestiones, especialmente los inexplicables parones del Miércoles Santo (entre la tercera y la última), del Jueves Santo (entre Nazareno y Medinaceli) y también del Viernes Santo (entre Expiración y Descendimiento). ¿A cuento de qué se establecen cortes de hasta media hora en carrera oficial entre una hermandad y otra, rompiendo así la atención del público y lo que ello conlleva al paso posterior de una cofradía?
Junto a ello, debe el Consejo trabajar de lleno en la decidida dignificación de la carrera oficial. Las vallas de Nueva son impropias para la Semana Santa de Cádiz por esos hierros salientes en el suelo tan peligrosos para el cortejo; los palcos de San Juan de Dios piden a gritos una ampliación por la parte trasera, con una segunda altura, que amplíe además la enorme demanda de sillas que tiene esta plaza; las sillas de San Juan de Dios necesitan una valla (debida y dignamente revestida) para solemnizar el tránsito de las hermandades; Candelaria debe sufrir una seria reforma en cuanto la plaza sea reurbanizada en los próximos meses; y Palillero debe ser igualmente remodelado, al mismo tiempo que deben desaparecer las sillas que el Consejo insiste en colocar delante de los palcos (una auténtica catetada y atentado al decoro de la carrera oficial en el que año tras año insiste la permanente ahora presidida por Juan Carlos Jurado).
Todas estas cuestiones, y muchas más a nivel general y ya no hablemos de lo que cada hermandad debe analizar y repasar a título particular, podrán ponerse sobre la mesa en estos meses en los que las cofradías recuperan la tranquilidad, las turbas de las redes sociales ya atienden a otras cuestiones y los cofrades siguen en su empeño diario por mejorar la Semana Santa. Un año tienen por delante para plantear todas las cuestiones que deja al descubierto esta Semana Santa recién finiquitada. O 351 días, para ser más exactos, que son los que restan para el Domingo de Ramos de 2024.
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