Diario Cofrade

Descendimiento nunca cambia de filosofía

  • La solemnidad preside una vez más un cortejo que se ve más mermado en el número de penitentes

El imponente misterio del Descendimiento apenas si se adivinaba subiendo Sagasta en dirección a Hospital de Mujeres. Silencio, recogimiento, solemnidad, y un cortejo corto pero muy cuidado. Al frente del mismo, cargando con la cruz de guía, Juan Vila, cofrade muy vinculado a la hermandad desde siempre y que procesionaba junto a su hijo, que con apenas 14 años ya sabe lo que supone vestir el negro en San Lorenzo.

Antonio Macías, hermano mayor, reconocía que este año han perdido una decena de penitentes, y que, ahora mismo, "nos hemos quedado en tierra de nadie". Decía también que durante los últimos seis años nunca han repetido horario, y que esto es algo que les daña en cuanto al número de capirotes.

Y eso que, viendo de cerca al Señor en su Descendimiento de la cruz, dan ganas de acompañarlo al fin del mundo. Este año, como novedad, las imágenes secundarias han abandonado el negro predominante en sus ropajes por colores más vivos, amarillos, azules, morados, lo que contrasta con la sobriedad del Cristo y del propio paso.

Uno de sus maniguetas, Pablo Domínguez Mompell, se estrenaba este año junto a otros compañeros de la Esperanza del Amor. "Me ofrecieron la posibilidad y no lo dudé. Esto es mi pasión. Estoy muy ilusionado", confesaba momentos antes de colocarse el gato.

En el cortejo había otra novedad, la presencia de una representación del Descendimiento de Córdoba, cofradía con la que se hermanaron en 2004. "Este año nos han cambiado el día de salida y he podido cumplir el deseo que tenía de acompañar a nuestros hermanos de Cádiz", indicó el representante cordobés. Junto a él, Ramón Sánchez Heredia, hermano mayor de Ecce Homo y que también procesionó en el cortejo.

Antes de alcanzar la calle Sagasta, la cuadrilla dirigida por Juan Pablo Estévez García y Juan José Calvo Romero tuvo que llevar a cabo una complicadísima maniobra para que el paso, con una altura que supera los seis metros del suelo al INRI, pudiera salir por la angosta puerta de San Lorenzo, cuya parte superior casi rozan las figuras secundarias subidas a la cruz del Señor. Además, la estrechez de la calle hace que la maniobra se complete a pulso hasta que el paso queda mirando hacia la esquina de Hospital de Mujeres. Entonces ya sí sonó la capilla musical Caligaverunt de San Fernando y la noche se hizo más oscura.

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