EDUCACIÓN

'Una cuchara con pinchos', un cuento para entender la dislexia

  • A la ilustradora de Puerto Real, Claudia Molins, le detectaron la dislexia que dificultó su educación en la edad adulta. Su historia es ahora un cuento infantil para ayudar a escolares en la misma situación

  • Torpes o lentos, no, disléxicos

La ilustradora de Puerto Real, claudia Molins, autora de 'Una Cuchara con pinhos'

La ilustradora de Puerto Real, claudia Molins, autora de 'Una Cuchara con pinhos' / DCA (Puerto Real)

Estaba a punto de cumplir los 18 años cuando a Claudia Molins le diagnosticaron dislexia, un trastorno específico del aprendizaje que implica dificultades para reconocer palabras, lectura lenta e insegura y escasa comprensión. Ella lo había arrastrado durante toda su etapa educativa. No fue hasta segundo curso de Bachillerato cuando un profesor de Lengua vio “algo extraño” en su forma de escribir y expresarse. “Me dijo que consultase con un especialista porque quizás podría tener un problema de dislexia”, recuerda la joven de Puerto Real que ahora tiene 22 años.

Fue en ese momento cuando a Claudia empezaron a cuadrarle muchos de los episodios que había vivido como estudiante. Su caso es uno de los muchos que existen con un diagnóstico tardío e incluso sin diagnosticar. Y es que los trastornos de aprendizaje pueden darse en hasta el 15% de población, y se estima que está detrás del 40% de los casos de abandono escolar.

El cuento infantil 'Una cuchara con pinchos' El cuento infantil 'Una cuchara con pinchos'

El cuento infantil 'Una cuchara con pinchos' / Claudia Molins (Puerto Real)

“En mi caso los problemas principales los tenía con los idiomas, lo que suponía un verdadero problema porque estudiaba en un colegio bilingüe e iba pasando de curso a duras penas”, explica Claudia.

Aunque reconoce que una vez que obtuvo un diagnóstico su vida como estudiante no cambió demasiado, sí que le sirvió para, de algún modo, reconciliarse consigo misma y perdonarse. “Siempre he sido muy exigente, y cuando no me podía expresar o no entendía palabras, acababa culpándome. Ahora ya sé lo que me pasa y me lo tomo con calma”.

De esa serenidad ha sacado el proyecto en el que se encuentra ahora inmersa: ‘Una cuchara con pinchos’. Claudia Molins es ahora ilustradora. Estudió ilustración en la Escuela de Arte de Cádiz, y uno de sus primeros trabajos lo ha dedicado precisamente a la dislexia.  Ha creado un cuento infantil en el que, de algún modo, cuenta su propia historia, “aunque con un final más feliz”.

Ese “final feliz” del que habla Claudia no es otro que el de un diagnóstico temprano. En el cuento, que ha publicado con la editorial sevillana Babidubú, Claudia escribe e ilustra la historia de Eva, una pequeña que empieza a sentir que algo en ella es diferente, sobre todo, cuando está en el colegio y quiere aprender.

“Es verdad que esta historia nacía como un trabajo de fin de curso, pero lo creé como una terapia personal y con el objetivo de ayudar a los niños y niñas que se encuentren en esa situación”, reconoce.

Y es que el cuento, a través de la experiencia de su propia autora, muestra la importancia de detectar en edades tempranas dificultades como la dislexia, para así descubrir que el hecho de ser diferente no impide creer en uno mismo.

Una de las ilustraciones de que Claudia Molins ha incluido en el cuento Una de las ilustraciones de que Claudia Molins ha incluido en el cuento

Una de las ilustraciones de que Claudia Molins ha incluido en el cuento / Claudia Molins (Puerto Real)

El libro en sí pretende ser una herramienta de descubrimiento, para ayudar a los niños a descubrir síntomas en ellos mismos o en otros compañeros. “También para saber que sentimientos como la ira y la tristeza pueden ir de la mano en el proceso, y que sin duda todo irá a mejor. Por otro lado, se destacan valores como la autoestima, el esfuerzo y la empatía.

Claudia Molins, que firma su trabajo como Clamvet, está presentando su trabajo a los centros educativos, para que el profesorado también cuente con esta herramienta. “Quiero que los niños  y niñas lo lean y que, quien se sienta identificado, pueda dar esa necesaria voz de alarma”. Pero su verdadero propósito es poder acudir a clase y realizar cuentacuentos a los alumnos de entre 7 y 10 años, que son a los que va destinada la historia principalmente. Es en esa edad, condiciendo con el aprendizaje de la lectura y la escritura, cuando empiezan a aparecer estos problemas.

La joven ilustradora está muy contenta con este trabajo, que se animó a publicar después del ánimo que le dieron en su entorno. “La dislexia también me ha dejado muchas inseguridades, pero con el apoyo que recibía, empecé a mandarlo a distintas editoriales y fueron varias las que me respondieron interesadas en publicarlo”.

‘Una cuchara con pinchos’ no es solo el nombre del cuento que ha firmado, es también la forma que alguna vez encontró para definir a un tenedor, en una de esas veces en las que las palabras se le atragantan.

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